Subcapítulo I - El rescate de Isabelle Morphy y Angeline Riddle

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21 de octubre de 2009

Desperté con una migraña terrible. Sentía que estaba en un camarote, en un barco, en medio del mar, porque toda la oscuridad parecía balancearse de un lado a otro llevándome consigo, pero estaba demasiado lejos de esa realidad.

Puse mis manos sobre el suelo frío, intentando ponerme de rodillas y respirar. Tenía todo el cuerpo magullado y raspones que ardían. Con bastante esfuerzo logré sentarme e intentar acostumbrar mi vista a lo que me rodeaba. Era una celda. Y olía muy mal. Frente a mi tenía diez barrotes de hierro, me dediqué a contarlos. Y afuera estaba mi padre.

—¡Papá! —grité con desesperación— ¡Sácame de aquí!

Llevaba el cabello alborotado, los anteojos y una bata blanca. Nunca lo había visto usar una bata. Tenía en sus manos dos jeringuillas y me miraba con vergüenza.

—¡Te dije que la sedaras! —la voz y la imagen de una mujer un poco más baja que él se apareció— No haces nada bien, Thomas. —Tomó una libreta de una mesa que estaba al fondo y salió furiosa —. La sedas rápido o te apresuras con el supresor.

Él se limitó a trabajar en una mezcla de varios componentes que desconocía. No entendía por qué estaba ahí encerrada, no entendía que estaba haciendo mi papá en ese lugar y no entendía por qué no abría la celda y me sacaba de ahí.

Mi cabeza dolía mil infiernos y me recosté de la pared a mi espalda. Las lágrimas comenzaron a salir y giré mi rostro gimiendo de dolor. Y lo vi.

En una esquina de la celda, había un pequeño orificio y dentro de él, había un punto rojo que tintineaba. Miré a mi padre trabajando y me deslicé con cuidado hacia esa esquina. Metí mi mano y toqué lo que parecía ser un teléfono celular. Era mi teléfono.

Lo desbloqueé y lo que vi me paralizó el cuerpo. La aplicación del bloc de notas estaba abierta y en ella estaban diferentes mensajes. El primero me hizo temblar las manos: Thomas Hendrikx no es tu padre. Confundida continué leyedo: Llama a la policía de inmediato. Mi corazón empezó a latir con fuerza. Dentro de esos mensajes, solo había uno que no lo entendía del todo: Salva a Angeline.

¿Quién era Angeline? Su nombre me producía cosquillas en el estómago. El último mensaje rezaba: Mira a tu izquierda. Así lo hice. Justo desde ese punto, se veía otro orificio en la pared, me acerqué despacio y fisgoneé. Del otro lado de la celda, había una habitación contigua y en ella estaba una chica dormida.

—Angeline —susurré.

De inmediato, recordé todo lo que había pasado y lo que me había llevado hasta allí. Tomé el teléfono con las manos temblorosas y llamé a emergencias.

—¿Qué estás haciendo? —En ese instante palidecí. El teléfono se resbaló de entre mis dedos y, aquel hombre, que creí era mi papá, me tomó de la camisa y me sacó a rastras de la celda. —¿A quién llamaste? —preguntó con seriedad.

—A la policía —contesté.

Thomas frunció los labios y miró la jeringuilla en su mano.

—Quédate aquí —dijo mientras ataba mis manos a la camilla con dos correas de cuero.

Con bastante calma y quietud abrió una de las gavetas de la mesa y sacó un arma. Alarmada intenté zafarme, pero no pude. Sin embargo, él pasó de mí y caminó hacia una habitación cuya puerta estaba abierta.

—¿Thomas? —La voz de la mujer parecía sorprendida y asustada— ¿Qué haces, Thomas? Baja el arma, por favor —pidió intentando sonar tranquila.

—Eres un ser despreciable —escupió Thomas—, he estado soportando tus engaños todos estos años, en nombre de la ciencia — dijo entre risas—, mientras te revolcabas con Kevin.

—¿De qué estás hablando? —preguntó aún más nerviosa.

—Hace un par de años decodifiqué las claves de las cámaras de seguridad de este lugar. Sé lo que hacías. Me engañaste diciendo que éramos almas gemelas, que estábamos destinados a estar juntos para descubrir las energías que nos mantenían unidos y que mantenían unidas a esas dos chicas a las que les arrebataste la juventud.

—Thomas, ya casi logramos lo que queremos, no te ciegues ahora.

A través de las sombras pude ver que Thomas había apuntado con el arma a Keira.

—Ya todo se acabó, Keira. Isabelle llamó a la policía, la supresión no funcionó. Recordó. Fallamos. —Había cierto deje de alivio en su voz, como si estuviera feliz de que todo aquello acabara. — Y tú, vas a pagar por lo que hiciste, pero no dejaré que ellos hagan lo que yo debería hacer.

El disparo sonó como un ruido seco y, al instante, el cuerpo de Keira se desplomó sobre el suelo de cerámica.

—¿Qué fue eso? —Otro hombre de bata blanca apareció y me miró con terror.

Se dirigió hacia la habitación y de inmediato cayó de espaldas tras otro ensordecedor disparo. Yo me encontraba petrificada, con los ojos abiertos como platos mirando a Thomas salir de la habitación.

—Lo siento, de verdad, perdón por todo lo que hice. —Y tras decir esto, apuntó el arma a su sien y se disparó.

El sonido de las sirenas me dejó en trance, mientras veía el cuerpo sin vida de aquel hombre tan conocido y desconocido para mí. Con tranquilidad, desaté las correas de mis muñecas y me dirigí a la celda donde estaba Angeline. La abrí y la chica abrió los ojos. Primero me miró con terror, pero luego de un rato, su mirada se posó en mí como si nos conociéramos desde mucho antes, porque así era. Se acercó y solo nos quedamos mirando nuestros rostros, reconociéndonos, intentando recordar más de todo aquello que nos habían quitado.

—Todo va a estar bien —dije en voz baja y ella me sonrió.

***

Hello, hello! Aquí les dejo un capítulo nuevo, espero que estén atentos de las fechas en las que ocurren los hechos para que no se confundan. 

No olviden comentar qué les ha parecido, votar y compartir. Los quiero mucho.

EXPERIMENTO GEMINI - Proyecto 214Donde viven las historias. Descúbrelo ahora