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—Anaranjado—dijo ella—, es un color que asocio con el otoño.

Él la escuchó moverse en la manta, la imaginó cruzando sus piernas y echándose hacia atrás, usando sus brazos para apoyarse. Él puso sus codos en sus piernas, inclinándose y concentrándose.

—Anaranjado son hojas en el camino y el crujido que hacen tus pies cuando caminas sobre ellas. Anaranjado es el olor a humo en el aire cuando las personas hacen fuego para quemar las hojas. Es el sabor de una tarta de calabaza, pavo y puré de papas en la cena de Acción de Gracias.
Él la escuchó moverse una vez más.

—¿Estás recostada?—le preguntó.

—Sí.—respondió ella.

Él se dejó caer hacia atrás, quedando a su lado y mirando hacia lo que debía de ser el cielo.

—...Pero como los otros colores, el anaranjado puede manifestar otros estados de ánimo. Es también el brillante y cítrico sabor de una naranja, y es la forma en la que el melocotón o la nectarina saben.

—Creo que me gusta el anaranjado—dijo él finalmente, después de algunos minutos en silencio—. Me gusta esta estación, creo que es la mejor. Si anaranjado es este tiempo del año, creo que es mi favorito desde lejos.

Él pudo oír la sonrisa en su voz esta vez mientras ella continuaba: —Anaranjado es también el atardecer y el amanecer, y el cálido sentimiento que tienes cuando piensas sobre un comienzo fresco o un trabajo bien hecho que te tomó varios días completar.

Él sonrió, imaginándose el anaranjado.

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