[020] - Lindo

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Ren estaba saltando es su lugar intentando lucir más agitado. Ya era jueves, no pudo ocupar su mano como excusa ese día ni el anterior para faltar a clases porque él era zurdo, y su mano herida era la derecha. Algunos jueves al igual que los lunes tenía prácticas con su equipo de atletismo, justo durante su clase de literatura. El entrenador estaba realizando el chequeo físico de algunos de sus compañeros que tenían su estado alterado, incluyéndolo, el pasado lunes. Ren planeó llegar tarde para no arriesgar su participación en la carrera de relevos que se avecinaba.

Se mordió una uña ansioso, pensando en si realmente su plan saldría a la perfección, ya que no existían variables que lo delataran, o al menos eso decía la voz cosquilleante. Tal vez no podía ocultar su palidez, pero sí su cuerpo demacrado.

«Eres horrible» murmuró la voz, y Ren bajó la mirada. Todos siempre lo llamaban por nombres como "Lindo" o "Príncipe", pero ¿cómo lo llamarían ahora?

Sus movimientos se hicieron titubeantes pensando en eso, porque aunque si su personalidad fuese lo lindo en él, aún así dejaría de serlo, porque sentía como si poco a poco, pieza por pieza, se fuera perdiendo a sí mismo.

Frenó angustiado, porque no le gustaba tener que mentir, tener que esconderse, tener que sufrir. Pensó en sus amigos, a quienes no podía recurrir. En aquellos que a lo largo de su vida le hicieron daño, aquellos en los que se suponía podía confiar.

—Es tú culpa —murmuró con los ojos apretados tratando de acallar los susurros haciendo eco en su cabeza. Intentando desechar las imágenes de aquellos hombres que le habían hecho tanto daño—. Yo no recordaba nada, era mejor así, no recordaba nada.

«No seas débil», habló la voz. «Si de alguien es la culpa, es tuya. Tú con tu bonita cara de niño inocente provocaste a ese sacerdote. Aunque te dije que no lo hicieras, le dijiste al cerdo de tu padre. Tú lanzaste esa botella dentro de aquel callejón esa noche, no fui yo».

¿Y si fuera así? ¿Y si él tuviera la culpa de todo?

Por fortuna el pito del entrenador lo distrajo de esos pensamientos, haciendo que el plan de Ren se pusiera en marcha. Corrió hacia el entrenador, golpeando un poco sus mejillas con la intención de que estas se coloraran.

—Entrenador, lamento el retraso —dijo llamando la atención de Colomba con falsos jadeos de agitación.

—Yo también, ¿qué carajos pasó? —habló con rudeza, aunque por dentro sentía gran preocupación por su estudiante.

—Tuve unos problemas en el baño —se excusó sonando convincente.

—Más te vale no dejar mi pista llena de mierda. Ve.

Ren corrió a posicionarse escuchando la lejana voz susurrar palabras de victoria. Se inclinó con el testimonio en la mano, sintiendo una ferviente ira en la sangre. Ira producida por la voz que lo dejaba escuchar su horrible risa, producida por las manos frías deslizándose entre sus piernas, por los mugrosos pies de un hombre que lo azotó en el suelo más de una vez.

El sonido agudo del pito sonando otra vez le dio la oportunidad de partir. La sensación del viento limpiando su rostro fue por mucho lo mejor que había sentido en las últimas semanas. Sus pies se movían rápido mientras corría por la pista ovalada, como si quemaran, como si volaran.

No había voz, no habían susurros traidores, se los llevaba el viento, muy lejos de él.

Sin darse cuenta ya le había entregado el testimonio a su compañero que corrió también, pero no con su misma velocidad. Los hombros de Ren subían y bajaban junto con su respiración alterada. Sus cejas estaban juntas, apretadas, y de su boca salían jadeos furiosos.

Sí, SeñorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora