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Entonces un lobo solitario tan negro como la noche, sin rumbo alguno fijado, ni manada a la que seguir se asoma a reflejar su mirada en la cristalina agua dulce. No ve nada. Solo su reflejo. Pero nada más.

Se aleja inmediatamente, con paciencia, sabe muy bien que de nada sirve correr. El tiempo no es más que un ancla que lo aferra a la realidad.

Empieza a perderse entre los verdosos árboles del frondoso bosque tras su espalda, buscando donde dormir y algo que comer. Pero no será más que otra noche estrellada sin nada de lo que alimentarse, sin compañía alguna. Solo él y el silencioso silbido del viento meciéndose entre las hojas de los árboles.

.•Le Papillon•.

Historias de Lobo y MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora