✅Completa y editándola✅
⚠️Escenas de violencia y +18⚠️
⛔Primer libro de la saga: Dolor sempiterno ⛔
Débora tras huir de un pasado lleno de maltratos, encuentra refugio en la Academia de Danza Clásica de Limerick. Esta se haya situada en un pequeño p...
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CAPÍTULO 13
Ladrona de libros cazada
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«El poder de las palabras puede resultar
amargo y a la vez liberador».
La ladrona de libros
Amoos
Tras haber ganado, de manera aplastante, a Thomás y lograr, no sin esfuerzo, que se quedase dormido, bajé las escaleras y me dirigí al comedor en su búsqueda.
Tenía la esperanza de que siguiera allí, en el comedor, pero no fue necesario abrir las puertas para saber con certeza de que mis esperanzas eran en vano. Su aroma, aunque seguía flotando en el aire, era débil. Echando la cabeza hacia atrás inspiré el aire decidido a encontrarla. Siguiendo su rastro, comencé a deambular de habitación en habitación. Sus pasos me llevaron de planta en planta. Su esencia parecía estar en cada rincón. En cada lugar de mi hogar.
«Quién pudiera hacer de esto una rutina» pensé sonriendo ante la idea de poder oler aquella fragancia todas las mañanas, tardes y noches de mi vida.
Sus pasos me llevaron hasta la tercera planta, un lugar donde solo unos pocos tenían el privilegio de pasearse. Allí estaba mí cuarto, despacho y biblioteca privada. El piso, normalmente cerrado bajo llave, estaba con las puertas abiertas de par en par, y en él reinaba ese aroma que en poco tiempo ya se había convertido en mi fragancia favorita.
«Qué curiosidad tan grande tienes, gatita pelirroja»
Porque eso era ella, un gato. Su personalidad, evasiva y distante, me recordaba a la imagen de un gato acorralado. Esa mirada afilada, que analizaba todo lo que la rodeaba con sospecha. Esa necesidad de protegerse con su arma más afilada: sus comentarios llenos de sarcasmo. Con ellos era capaz de distanciarse. De levantar esas barreras que la hacían sentirse segura entre extraños... Recordé cómo en el bar su andar había sido cauto. Apenas podías escuchar sus pasos. Cómo si pasar desapercibida fuera cuestión de vida o muerte.
Toda ella era tensión. Cualquier sonido brusco alteraba su latir. Cualquier roce inesperado le erizaba la piel. Cualquiera, ante sus felinos ojos, era una posible amenaza. Notaba su desesperación. Sus ganas de huir, pero... ¿Por qué?
«¿De quién huyes, gatita?»
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