Capítulo 41

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Quería comentaros que 'La perdición del lobo' ha quedado en segundo lugar en el concurso:  ConcursosMeraki

De hecho me han hecho una entrevista!!! Si queréis echarle un vistazo aquí os dejo el link:
https://my.w.tt/7sFcagixl7

tt/7sFcagixl7

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Débora

Con una sonrisa, de oreja a oreja, y suspirando entre de nuevo en casa. Distraída fui hacia la cocina mientras me recogía el pelo en un moño rápido. Ya desde el pasillo pude escuchar a Luca abrir y cerrar los cajones en busca de algo. Al llegar a la puerta me dedique a mirarlo en silencio... melancólica. Hacía tanto tiempo que no lo había visto o había hablado con él. Había echado de menos a ese trasto con patas. No sabía cómo pero siempre acababa metido en líos. Era como un super don. Supongo que por eso éramos tan amigos, los dos éramos un desastre andante. Luca era una de las pocas personas de este mundo que sabía la verdad de mi pasado. Había estado a mi lado desde que tenía uso de razón. En las buenas y en las malas.

Sonriendo mire como sacaba de la estantería un paquete de palomitas y las observaba con deseo. Supongo que hay cosas que ni el tiempo puede cambiar, pensé. Luca tenía una obsesión, que casi rozaba lo patológico, por el olor de las palomitas. Cada vez que iba a su casa, me recibía con un bol de palomitas recién hechas y una película lista. Lo más curioso es que él apenas comía unas pocas. Lo que le gustaba era su olor. Un día no pude aguantarme y le pregunté porque hacía tantas palomitas si no las comía y a mi tampoco es que me gustarán tanto. Él solo me miro y encogiéndose de hombros, como quien no quiere la cosa, me dijo que le tranquilizaba el olor. No fue hasta varios años más tarde que me confesaría la verdad y comprendería el verdadero significado de su obsesión: que le recordaban a su difunto padre.

Un día, cuando tenía catorce años, mientras volvía de mis clases de ballet lo vi en su ventana mirando al cielo, con una fotografía en la mano y un bol de palomitas recién hechas frente a él. Queriendo gastarle una broma y asustarle, cogí unas piedras pequeñas del suelo y me acerqué a él. No fue hasta que estuve más cerca que pude ver varias lágrimas caer por su rostro. Dejando las piedras en el césped, me dirigí a la puerta de su casa y llamé al timbre hasta que me abrió. Nada más abrirme la puerta, me lancé y le di un abrazo. Los primeros segundos fueron tensos y lleno de silencio, pero al poco tiempo me abrazó con fuerza y siguió llorando. Aquella fue la primera vez que me habló de su padre y de cuánto lo echaba de menos. Aquel día era el cumpleaños de su padre, el cual había muerto en un accidente de coche hacía ya más de diez años, cuando él apenas tenía cuatro años. Me confesó que lo único que recordaba de él era que cada martes y jueves, al volver de trabajar lo llevaba al cine a ver una película y a comer palomitas Aquella día nuestra amistad se volvió más fuerte que nunca. A partir de aquel día no nos ocultamos nada: ninguna lágrima y ninguna sonrisa.

-Tranquilo rubiales.- le dije entrando por fin en la cocina y logrando que pegase un salto- puedes hacerlas, yo me las comeré. -sin decir nada y sonriéndome como un niño pequeño, metió la pequeña bolsa en el microondas y sin apartar la mirada de este, empezamos a hablar.

-Bueno

-Mmmm -le respondí levantado una ceja. Sabía que tenía miles de preguntas revoloteando por su cabecita loca, pero también sabía que quería respetar mi privacidad. Poco tardó en apartar sus dudas y empezar a interrogarme como solía hacerlo en los viejos tiempos.

-Así que ¿Amoos?- al mirarlo lo vi mover las cejas juguetón. Luca era sin duda el rey de la sutileza, y yo, la reina del sarcasmo. Solo una de las dos cosas era cierta

-Si, si, si -dije poniendo los ojos en blanco mientras me bajaba de la mesa- Lo se. No es para nada lo que tenía en mente, pero una vez que lo conoces es un encanto. Es tierno y educado. Se preocupa por mi ¿sabes? -le dije mientras sacaba un bol para las palomitas- No me disgusta saber que le importo a alguien.

-Me alegro por ti peque.- me dijo abriendo el microondas- Y ahora, cuéntame mejor que sucede mañana y que me he perdido estos tres años. -sin prisa nos dirigimos a mi habitación sin cesar de hablar.

Le conté todo: que nadie sabía mi historia, que trabaja en el bar y estudiaba en la Academia de Danza Clásica, que mis vecinos eran mis caseros-jefes y padres adoptivos, que tenía una mejor amiga llamada Abigail (al escuchar la palabra mejor amiga, Luca no pudo evitar bufar escéptico), que tenía una enemiga llamada Sharon (dos segundos le bastó para negar con la cabeza al escuchar lo que había pasado con ella), que mañana seria la final del concurso

Sin darnos cuenta el reloj marcó las doce y con ella llegó la hora de dormir. Sacando un par de sábanas limpias del armario se las pase a Luca. Nunca había estado más agradecida de que mi yo del pasado decidiera que era sensato comprar un sofá-cama. A veces podía tomar buenas decisiones

Una vez me asegure que Luca tenía todo lo que necesitaba, me dirigí de nuevo a mi habitación lista para irme a dormir. Mientras cerraba la cortina de la ventana, me pareció ver entre los árboles unos ojos mirarme ¿Acaso había regresado mi lobo? Cuando quise volver a mirarlo para comprobarlo, ya era demasiado tarde, los ojos habían desaparecido en la oscuridad de la noche.

A pesar de los nervios por todo lo que iba a pasar mañana, tardé poco en conciliar el sueño. Solo que este no fue uno tranquilo. Soñé con lo mismo que hacía varios días estaba soñando:

Yo huyendo, de algo o alguien, vestida en un traje blanco de ballet, que a medida que el sueño avanzaba, se iba tiñendo de un rojo sangre...

Yo huyendo, de algo o alguien, vestida en un traje blanco de ballet, que a medida que el sueño avanzaba, se iba tiñendo de un rojo sangre

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Y bien ¿Qué opináis de la amistad de Luca y Débora? ¿Y de Luca?

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La Perdición del Lobo [1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora