Capitulo 5

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Ya era viernes y por fin habían llegado a su apartamento, cansadas y adoloridas del ajetreado día, para ponerse a repasar y estudiar como posesas todo lo que pudieron, ya que al día siguiente era su primera clase particular y estaban con los nervios a flor de piel y con nudos en el estómago. Luego de una cena ligera y una ducha de agua caliente, continuaron hasta que ya sus cerebros no pudieron procesar nada y sus vistas se volvieron borrosas, solo entonces se detuvieron de mala gana y fueron a dormir, cosa que consiguieron difícilmente.

Al día siguiente estaban levantadas a más tardar a las diez de la mañana, preparando limpiando y preparando sus mochilas y emociones a la par, para lo que en pocas horas iba a suceder. De almuerzo comieron Ramen, era barato, sabroso y rápido de hacer, y ya a las once y media salieron del apartamento con sus mochilas al hombro y un nudo en el estómago hacia la parada de autobús; tomaron uno que las llevaba al centro de la terminal de autobuses y de ahí tomaron el que las llevaría a su destino, con bastante dificultad podría agregar, ya que con yesos y muleta y el trajín de las personas que iban medio apuradas a pesar de ser fin de semana, terminaron aplastadas y pisadas en la terminal.

Shea chequeo la dirección como cinco veces para estar segura de que iban por buen camino, y gracias a Agasha que le pregunto al conductor sobre donde bajarse, las dos chicas no se perdieron mucho. El bus las dejo en una parada algo lejos con instrucciones de donde estaba la ubicación a donde ellas querían llegar, mientras ambas observaban con los ojos abiertos de par en par las casas de aquel lugar que indudablemente eran lujosas y nada que ver con el sitio a donde ellas vivían.

Con recelo y tratando de mantener sus mandíbulas cerradas caminaron hasta unas rejas doradas cerradas donde en el arco de arriba se leía claramente 'Santuario' y Shea miro el papel para confirmar una vez más.

—Sip, es aquí —asintió la pelirroja.

—¡Están forrados! —susurro Agasha con los ojos como plato al ver a través de las rejas, las lujosas casas con autos que costaban más de lo que ellas cobraban en todo un año.

—Oh, no lo dudo... nada más con el auto en donde nos trajeron a casa lo decía todo... pero esto... es mucho peor de lo que pensé —murmuro Shea, mirando el intercomunicador con recelo, antes de marcar el número que decía en el papel.

Contrario a lo que ellas pensaban luego de esperar unos segundos al hablar por los comunicadores como creían que harían, la puerta lateral dio un sonido y se abrió. Ambas se miraron desconcertadas y algo desconfiadas, pero igual se acercaron cuidadosamente, temiendo que un guardia apareciera de la nada y las arrestara por intrusión a propiedad privada, afortunadamente no sucedió, y ellas comenzaron a caminar fijándose en los números de las casas, y a cada paso más sentían que ellas no pertenecían allí.

Shea llevaba puesta una falda blue jean diez centímetros por arriba de la rodilla, y una camisa manga tres-cuarto blanca con unas zapatillas negras, y el cabello rojo con unas diminutas trenzas a cada lado. En cambio, Agasha llevaba unos leggings negros, una camisa dos tallas más grande blanca con un diseño floreal en el frente y unas zapatillas negras, con el cabello recogido en un moño desordenado en la nuca de donde mechones se escapaban y un sweater morado atado a su cadera.

Ambas se sentían fuera de lugar con sus ropas baratas y simples.

Para cuando se detuvieron frente a la casa indicada sus piernas estaban como gelatina, y para rematar, la vivienda era una de las más lujosas y mejor decorada por fuera, de dos pisos, y con el jardín frontal cubierto de rosales hasta la entrada principal. Era toda una visión, y por unos segundos ambas se quedaron anonadadas por lo bellas que eran las rosas, pero rápidamente volvieron en sí y comenzaron a caminar por el sendero de piedra hasta detenerse en la gran puerta de madera oscura.

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