Capitulo 2

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Termine de desayunar, y me despedí de mi padre, no hacia falta que le dijera a donde iba, el lo sabia.

Al salir me fijé en los rosales que habían a los lados del camino de piedra de la entrada, estaban floreciendo.

Desde que mi madre murió no habían florecido, por poca agua seguramente, pero mi padre solía decirme que era por mi madre, que ya no recibían la luz que ella desprendía. No se porque ahora vienen a florecer, después de 5 aňos.

La fachada de mi casa estaba muy abandonada, estaba creciendo malas hierbas alrededor de ella, ahora parecía una casa encantada. Mi casa se situaba justo en el centro del bosque, me encanta tener un jardín tan grande.

Mi madre era la que se encargaba de cuidar el jardín y de tenerlo bonito, pero desde que ella se marchó no hemos tenido el valor de arreglarlo.

Cuando lo miraba, era como si la pudiera ver con sus tijeras de podar y su regadera, que estaba junto el camino de piedras, cantándole a las flores para que crecieran, con aquella sonrisa tan bonita.

La echaba de menos, a mi madre, no había ni un solo día que no me acordará de ella, pues mi padre intentaba ejercer de madre también, pero no era lo mismo, cuando lo intentaba daba pena.

"No pienses en eso" me dije.

Me limpie la lágrima calida que me caía por mi mejilla con el dorso de la mano, sorbí por la nariz y empezé a trotar hacia el bosque.

Me encanta correr por el bosque y sentir el aire alborotar mis cabellos. Oír a los animalillos matutinos escondiéndose en sus madrigueras como si supieran lo que soy, ¿y que soy?

Me preparo, y empiezo a sentir un calor correr por mis venas, los bellos se me ponen de punta, y el corazón me bombea rápidamente, estoy preparada, me dejo llevar y dejó salir a la loba que hay en mi.

Me encanta la velocidad que puedo alcanzar y sentir mis zarpas clavandose en el suave suelo, salto por encima de pinos derribados, subo a ramas y doy un gran salto. No podría imaginar mi vida sin mis cuatros patas.

Llego a un pequeňo riachuelo y me pongo a beber de la fresca agua, la carrera me ha dejado sedienta.

Al levantar el hocico del agua veo reflejada a una loba de pelo rojizo como el fuego y unos ojos esmeralda, de tamaňo no muy grande, más bien pequeňa, pero de complexión fuerte.

-Buenos dias, Mara.

-Buenos dias, Guacimara.

-Buenos dias- Les respondo yo a mis mejores amigos.

Cuando nos transformamos podemos háblarnos mentalmente, por desgracia.

Aun no los veo, pero tienen que estar cerca porque oigo sus pesadas patas golpeando el suelo. Y en 3,2,1...

Y como si fueran perros detrás de un gato se abalanzan sobre mi, callendo todos al riachuelo.

-Genial, ahora voy a oler a perro mojado todo el dia, y encima el agua esta congelada-. Dice mi amigo Ayoze, el es un lobo grande de color miel y ojos avellana. En su forma humana es uno de los más atractivo de la manada, es alto, moreno, con el pelo corto de punta color miel y ojos color avellana, y ni que hablar de su cuerpo musculoso.

-No, si quieres va a estar caliente para ti- Y esa es mi mejor amiga Dacil, es la mejor, y muy guapa, tiene el pelo largo azabache, con unos ojos enormes de color negro, con unas pestaňas que parecen postizas y un cuerpo atlético.

-Oye, chucho asqueroso, no te sacudas tu asquerosos pelos tan cerca de mi, ¡ Que me pegas las pulgas!- Dijo Dacil con voz chillona, cada vez que se enfada le sale una voz chillona que saca de quicio a cualquiera.

Te Daria La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora