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—¡Papá!—gruñí y me hundí más en las cobijas—¿Papi?

Si no me movía, él se íria.

—¿Papii?—canturreó.

Él niño era muy persistente.

—¿Father?

¿¡Qué!? ¿Ahora sabía inglés?

—¿Papá? ¿Papi?

Puse un cojín sobre mi cabeza para intentar bloquear el ruido. El pequeño monstruo me hartaba.

—¡PAPIII!

—¿¡Qué!?—le grité finalmente.

Sonrió con malicia.

—Oh, bien. Estás despierto.

—¿Por qué, pequeño...—lo agarré por la cintura y lo inmovilicé en la cama antes de comenzara  hacerle cosquillas sin piedad.

Sus desesperados ruegos fueron a dar como en oídos sordos. Lo soltaría eventualmente, pero este era su merecido por despertarme.

El timbre sonó, causando que me congelara y le cubriera la boca a Peter con mi mano. Me puse un dedo en mis labios para hacerle saber que estuviera en silencio. Cuando asintió, eché un vistazo por la ventana. No había autos enfrente, lo que significaba una sola cosa. Vecinos. Conocía algunas personas en el vecindario, ninguno de ellos con los que me interesara pasar más tiempo del necesario.

—Petey—susurré—, Vístete. Vamos a salir a hurtadillas.

En la casa de al lado, a nuestra derecha, vivían Wanda y Visión. Lucían como toda una pareja americana al principio, pero mi insana necesidad de salvar personas me hizo aprender lo contrario. ¿Cómo se suponía que iba a saber que a Wanda le gustaba rudo? Afortunadamente Visión lo hizo, así que no presentó cargos cuando lo aporreé con el bate de baseball de Pet. En vez de eso me invitó a unirme a ellos. Desde entonces no he sido capaz de mirarlos a la cara.

Directamente, cruzando la calle, estaba Carol, la mujer soltera de la calle.  En el corto tiempo que llevaba viviendo aquí, habían estado más hombres en su casa de los que yo había conocido. Está bien, eso era una pequeña exageración, pero definitivamente se beneficiaria mucho si pusiera una puerta giratoria. La conocí cuando vino a hacer una cita con el chico del cable. Ella me consiguió algunos canales gratis, así que supongo que no estuvo tan mal.

Me vestí lo más rápido posible, enfundándome un par de bermudas y, una playera sin mangas de Peter Pan. El misterioso vecino se había dado por vencido con el timbre y estaba tocando la puerta con alegres toquecitos. Me senté para ponerme los zapatos cuando Petey vino. Sonrió al ver mi playera. María, mi madre, me atacó cuando nombre a mi hijo como el protagonista de mi cuento infantil favorito, pero mi hijo pensaba que era adorable. Tuve que darle como excusa a mi madre que le coloqué ese nombre por mi mejor amigo, Peter Quill.

—¿Listo para irnos?—le pregunté mientras tomaba mi mochila.

Asintió.

—Usé la cámara espía. Es el señor Rodhes.

Ah, Sam y James Rhodes vivían bajando la calle con su perfecta hija Rachel. Sam era el rey del cotilleo en el vecindario. Sabía que si abría la puerta estaría atrapado por horas escuchando historias exageradas sobre los asuntos de todos. Acababa de despertar, no podría soportar eso.

Peter y yo nos arrastramos por la casa y salimos por la puerta trasera. Nos agachamos y corrimos por el césped de atrás hasta llegar a la valla que separaba mi jardín del de los vecinos. Mire a Pet mientras escalaba la valla. Gracias al cielo no era muy alto para él, así que fue capaz de saltar por sí mismo al suelo. Rápidamente escalé la valla para cruzar y me dejé caer a su lado, aterrizando sobre la verde y suave hierba.

¡Tony Stark es un secuestrador!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora