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Las risotadas de grandes y corpulentos hombres y el aroma incesante del alcohol inundan las fosas nasales de los guerreros, quienes tras su partida hacia Wessex, llegan de paso a un pequeño poblado cuando recae la oscuridad de la noche sobre sus hombros aprovechando a su misma vez pasar por una gran taberna.

Sihtric y sus acompañantes; Uhtred, Finan y Osferth, dejan caer su peso en los escaños de madera, frente a una mesa vacía esperando a ser atendidos una vez piden lo que quieren.

—¿Este es el sitio que decías conocer, Finan?— Interpela el más joven, Osferth, claramente incómodo.

—Pequeño bastardo, esto está hecho a la altura de los hombres.— Se mofa el anterior mencionado dando un trago a su cuerno lleno de cerveza, una vez traen sus pedidos.

Sihtric ríe en bajo enseñando sus blancos dientes, ansiado por probar una gota de la cerveza —de la que tanto hablaba bien Finan toda la travesía— de aquel lugar.
Con su mano derecha asió el mango del cuerno, posando éste en sus labios. Cuándo echa su cabeza hacia atrás mientras está bebiendo es atraído por una figura femenina en particular. Aún bebiendo el licor no despega sus ojos.
La mujer reposa encima de las piernas de un hombre de cabello largo y castaño recogido en varias trenzas, quién la sujeta por las caderas mientras echa a reír con su acompañante.
La mano derecha del pelinegro deja el recipiente y con la otra limpia el líquido que había quedado en su boca con la manga de su camisa, todo aquello aún absorto en la chica de cabellos rubios.

—...Al menos Sihtric no pierde ni un segundo.— Decía Finan dándole un codazo haciéndolo volver a la realidad.

Pudo darse cuenta de que los hombres llevaban hablando un rato hasta que lo mencionaron, no había estado atento para saber de qué charlaban.

—¿Qué?— Preguntó confuso el pelinegro.

—¿Ya has echado ojos a una mujer, eh?— Dijo Finan con socarronería.

Vuelve a dirigir su vista a la perfecta figura de la rubia cuando para su sorpresa esta le está mirando, con su codo apoyado en la mesa y su cabeza siendo sujetada por la palma de su mano.

—Bobadas, viejo estúpido.— Rechista Sihtric hacía Finan.

—Os dije por el camino que habían bellas mujeres y unas cervezas de muerte. Pero claro, vamos a dejar fantasear a Finan.— Dice el anterior mencionado, imitando una voz aguda en aquella última frase.

—Tu ganas.— Chista Uhtred.—Pero si me permitís... Debemos concentrarnos en como planear que el rey Alfredo nos dé los guerreros que necesitamos para rescatar a Skade, y a su misma manera, derrotar a Hasten para que deje a Æthelflead.

—Quizás...— Comienza a hablar el pelinegro cuando es interceptado por un carraspeo y unos ligeros toques de dedos en su espalda.

Sihtric vira su cuerpo, encontrándose con la mujer de antes, que ante a sus ojos era la mujer más hermosa que había tenido tan cerca, era como la mismísima Freyja en persona. Los ojos azules de la muchacha viajan a los suyos y esboza una sonrisa mientras apoya su mano en el hombro del chico.

—¿Puedo sentarme con vosotros?— Interpela la rubia amablemente.

—Podríais sentaros, pero lamentablemente no hay espacio, mi lady.— Responde Osferth con educación y algo avergonzado ante la bella mujer.

—Oh, no importa.— Murmura sentándose sin ningún tipo de tapujo ni vergüenza en la piernas de Sihtric, dejándolo anonadado.—Si mi presencia os es incómoda lo entenderé, solo debéis decírmelo y en seguida me iré sin rechistar.

Los tres acompañantes del pelinegro lo miran entre risas después de haber asentido, esperando una respuesta por su parte mientras aún sigue sorprendido.

—Eh, no, tranquila.— Responde, en tartamudeos, cuando la muchacha empieza a acariciar su pelo y pasando sus finos dedos por los tatuajes donde tiene el cabello rapado.—Puedes quedarte cuanto quieras.

La joven amplía su sonrisa disfrutando del suave pelo del chico, enredando sus dedos en él. La verdad, es que a ella jamás ningún hombre le había atraído y llamado la atención tanto como él. A su parecer, todos solían ser hombres de gran tamaño, corpulentos, que amedrentarían a cualquiera con solo mirarlos, mientras que a su vez, siempre se hacían ver lo machos que eran, hablando de sus genitales en presencia de las muchachas y tratándolas bruscamente. El tartamudeo pudo verlo como algo muy bonito, y por su puesto, no dudaba de lo gallardo que era el pelinegro.

—Me llamo Sëyva.— Susurró en su oído mientras los demás hablaban entre ellos, poniendo los pelos de punta al chico bajo suya.

—Encantado, yo soy Sihtric.— Se presentó.

Sëyva se sorprende y también nota el colgante del martillo de Thor que cuelga de su cuello y en seguida lo toma entre sus dedos ante la atenta mirada de Sihtric, quién tímidamente posa su brazo en la cintura de la muchacha haciéndola mostrar sus dientes en una sonrisa.

—¿Te gusta el colgante?— Interpela el pelinegro.

Sëyva lo mira a los ojos mientras conduce una mano dentro del escote de su vestido, sacando una réplica exacta de su colgante.
Ambos siguen admirando cada facción del otro hasta que la muchacha posa la palma de su mano en la mejilla de Sihtric.

—Los dioses me han puesto en tu camino, Sihtric Kjartansson.— Vuelve a susurrarle. El chico queda sorprendido sin tener ni idea de por qué la joven sabía su apellido. Sëyva, al notarlo, decide dar explicaciones.—Hace un par de años una vieja adivina me dió un nombre y apellido; Sihtric Kjartanson. Un apuesto hombre que me liberaría de esta tortura, y que poseía el mismo collar que el mío. No he podido creerlo en cuanto de tus labios ha salido tú nombre, el nombre que la vieja völva me había dado.

Sihtric embaucado en sus palabras se queda inmóvil, pero cuando ella levanta su mentón sonríe en plenitud.
Sëyva acerca sus rojos labios –después de haber sido mordidos– a escasos centímetros de los rosados del pelinegro, arrebatándole un suspiro.
Sus labios se rozan mientras sus frentes acaban con la corta distancia, quedando pegadas. Sëyva está dispuesta a quitarse los temores y dar el siguiente paso, pero su acción es arrebatada por Sihtric, quién une sus labios dos segundos de una manera floja y suave para después cerrar los ojos y obtener el suficiente valor para estampar su boca con la de la rubia.
Ella, por su parte, posa sus manos encima de las del pelinegro, quién las tiene en su cintura, haciendo bajarlas lentamente hasta su trasero y apretarlo levemente.

—¡Conseguios una alcoba o un establo, por favor!— Brama Finan con cara asqueada.

𝙠𝙤𝙨𝙚𝙡𝙞𝙜 ➪ 𝙩𝙝𝙚 𝙡𝙖𝙨𝙩 𝙠𝙞𝙣𝙜𝙙𝙤𝙢 ➪ 𝙤𝙣𝙚 𝙨𝙝𝙤𝙩𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora