Cap 6 - Una Nueva Cola

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KAT

Sentí la luz del sol radiar en mi cuerpo y es ahí cuando supe que había amanecido.

No quería despertar, así que sólo me giré en la cama para conciliar nuevamente el sueño.

Me dirigí a la cocina en busca de un vaso de agua. Con la bobería del recién haber despertado, no razoné el hecho de que me iba a salir una cola si me mojaba, hasta que... me mojé.

Y ahí estaba yo, en el suelo con mis piernas ahora inexistentes.

Entré en pánico cuando escuché unos pasos dirigirse a la cocina, así que tomé un paño que estaba en la ventana, y me arrastré hasta el cuarto de lavado.

—¿Kat? ¿Estás ahí, hija?— era mi padre.

—Sí... Estoy buscando— miré el trapeador que estaba al lado de la secadora de ropa— el trapeador...

—Está bien— la duda era notoria en su voz.

Suspiré profundamente. Estaba hartándome de este secreto, no puedo ni bien tomar agua porque me convierto en... eso mismo.

Una vez me sequé decidí irme a nadar un rato a la playa para relajarme un poco. Estaba al borde de enloquecer.

La presión de agua que jugaba con mi cuerpo al desplazarme en sus espacios era tan relajante.

Todo iba bien hasta que algo en el océano captó mi atención.

No lo podía creer.

TORI

Había amanecido. Yo estaba en mi habitación a las 10 de la mañana, escribiendo poemas en mi cuaderno privado, cuando de repente comencé a escuchar mi tono de llamada.

Era Kat, quien al parecer me había enviado infinitos mensajes pero por estar absorta en mi escritura, no me había fijado.

—Ven a mi casa, ya Ari viene de camino— oí la voz de Kat del otro lado del teléfono, sin siquiera permitirme decir algo al contestar la llamada.

—¿Pasó algo?

—Sólo ven.

Me colgó.

¿Qué habrá sucedido?

Aquella pregunta resonaba en mi mente todo el camino a casa de Kat.

Toqué el timbre para anunciar mi llegada, y en menos de un segundo, sentí a alguien del otro lado de la puerta halarme del brazo.

—¿Por qué la violencia?— pregunté a Kat con el ceño fruncido.

—Tengo que contarles algo— seguimos a Kat hasta su habitación.

—Bueno, aquí estamos. Habla— Ari estaba sentada la cama de Kat, y ambas tomamos asientos al lado de ella.

—Esta mañana, más temprano, obvio, salí a nadar y... Ví otra sirena.

Ari y yo intercambiamos miradas sorprendidas.

¡Vaya!

—Entonces... Sí hay más como nosotras...

—¿A poco pensabas que éramos las únicas?

—Yo qué sé, Ariana.

—No te preocupes, yo también lo pensaba...

Golpeé mi frente con mi palma y rodeé los ojos. No pude evitar soltar una risa ante la torpeza de mi amiga Ari.

—Pues resulta ser que no... Llegué a conocerla y hablar un poco con ella, aunque me dio miedo al principio.

Con El CollarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora