▪️​​ Capítulo 1 ▪️​

280 44 109
                                    

La sala de espera me ponía nerviosa, me senté separada de todo el mundo, de alguna forma me daba miedo. Si estaban allí tenían problemas y sin saber cuáles eran no pensaba acercarme.

¿Y si son psicópatas?

Estaba claro que empezaba a exagerar, pero el entorno no ayudaba mucho a que no lo hiciera. No podía dejar de mirar al hombre de la pared de enfrente, sentado al lado de la puerta que revisaba una revista con unos pechos muy voluminosos en la portada, creo que ese debía ser mi mayor preocupación. La mujer a su lado se limitaba a morderse la uñas, lo poco que quedaba de ellas.

El cristal del letrero costaba leerlo, tuve que moverme hacia los lados para que dejase de reflejar la luz: Daniel López - Psicólogo.

El título de la carrera decoraba la pared como si se tratase de un trofeo, sin embargo no dejaba de observar lo que me causaba una pequeña risa. Sobre aquel título universitario había una mancha de café, intentando ser borrada ella se mantuvo allí, haciendo acto de presencia.

Pero, ¿a quién se le ocurre beber café sobre su título?, oh por favor.

Minutos más tarde se abrió la puerta y pronunciaron mi nombre, pasé a toda prisa intentando que el hombre de la revista de los pechos no le diese ahora por admirar mi trasero...

¿En qué momento acabé aquí? Solo recuerdo que había entrado al coche con la promesa de ir a comprar una napolitana de chocolate. No sólo me había quedado sin ella, sino que había acabado atrapada en un lugar donde me tomaban por loca. Yo solo quería coger mi dulce y largarme, mi padre sin embargo no me compraría nada, había realizado una jugada maestra y yo, sabiendo que ese hombre jamás me cambiaría la dieta, me lo creí como una cría.

— ¿Por qué estás aquí? — era Daniel, guapo lo admito, aunque normal. Ojos marrones y cabello del mismo tono.

Me quedé callada, tras una larga pausa entendí que tenía que contestar y no era un discurso preparado.

— Creo que eso debería preguntárselo a mi padre — en mi cabeza no sonaba tan borde, lo prometo, intento disimular mi mueca que indica claramente que mi respuesta ha sido involuntaria.

La sala en la que me habían secuestrado no me hacía calmarme, él se sentaba en un escritorio que le separaba de mí, detrás una puerta.

No debía ser ninguna genio para averiguar que todo esto era por seguridad, cualquier loco podría entrar aquí, en una habitación cerrada a solas con él. Sin mencionar a simplemente personas normales pero destrozadas emocionalmente que se les acabe yendo la cabeza, por aquella puerta podría salir corriendo.

Yo sin embargo tenía un sofá para tumbarme bastante cómodo, aunque el resto de la habitación se encontraba prácticamente vacía y en ausencia de color. Una librería ancha en la esquina y una mesa redonda y pequeña con un par de juguetes sobre ella. Sobre el blanco de la sala solo destacaba el verde de la mesa de juegos y rojo de mi sofá, bastante aburrido a mi opinión. Si quería que no pudiese pensar ni distraerme con otra cosa lo había conseguido con creces, espero que sea mejor psicólogo que decorador de interiores.

— ¿Te llamabas Céline Merle, cierto? — asentí, comenzando a colocar una y otra vez un mechón de mi cabello negro tras la oreja, me ayudaba a distraerme, aunque el hecho de que "no parara de salirse y molestar" le daría desde luego una versión muy nerviosa de mí.

Aquel hombre se levantó, alcanzó uno de los libros de la librería y se sentó junto a mí en el sofá, supongo que descubrió que no era peligrosa ni dentro ni fuera de la sala.

Miré antes que el título las páginas, 500, esperaba realmente no tener que leerme esto.

— Tendrás que leerlo, te ayudará — inspiré profundamente intentando relajarme, era mi primera visita y no con la mejor de las impresiones - es el motivo por el cuál estas aquí, quizás deberías empezar a hablarme de algo que añores, un bonito recuerdo.

El Sonido Del Silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora