El sol se encontraba en su punto cuando los contendientes al trono se colocaban sus armaduras con cuidado y tomaban sus armas.
Ambos igual de confiados en sus habilidades, no se agitaron ni un poco al subirse a sus respectivos corceles; el de Iverach con la insignia de la rosa blanca en su armadura de cuadros negro y guinda y el de Elisabel, con su insignia de una rosa roja sobre armadura dorada.
El público esperaba el duelo con ansias; levantaban estandartes con las insignias de sus favoritos y cantaban canciones de aventuras para incitarlos a ganar.
Elisabel observó con curiosidad a su contrincante, que se encontraba sobre la otra entrada a la arena, intentando descubrir cómo haría para vencerlo ahí dentro.
—Ignora lo que sea que te diga cuando estén adentro—le advirtió Oliver, entregándole la celada que debía ponerse—Va a decir lo que sea para intentar distraerte y tomar el control, yo sé lo que te digo.
La española se colocó la celada y asintió, escondiendo una sonrisa detrás del casco.
Sentía que iba a ganar, algo muy dentro de ella se lo decía.
—¡Señoras y señores!—retumbó la voz del presentador de siempre, tan grave como impresionante—¡Bienvenidos sean al duelo decisivo de campeones!
Los vítores se hicieron presentes en la arena, retumbando dentro de los cascos de los contendientes para recordarles lo que estaba en juego.
—¡El día de hoy, Dios elegirá a nuestro siguiente monarca en un duelo épico entre lo mejor de lo mejor!—continuó la voz—¡El vizconde de Iverach, Edward Livingstone y la Grande de España, Elisabel de Benworth y de Borbón!
Oliver tomó la lanza color del oro y se la pasó cuidadosamente a su amiga.
—Confío en ti, Elisabel—murmuró con un atisbo de sonrisa bailando en sus labios—Patéale el trasero y conviérteme en el caballero predilecto de la reina de Britaña.
Un pitido retumbó por el lugar, indicando a los contendientes que el duelo se daba por iniciado; Elisabel puso en marcha su blanco corcel y entró a la arena con la lanza de forma horizontal de su lado derecho y su espada bien enfundada del lado izquierdo, mientras Oliver la veía irse como un padre orgulloso llevando a su hija a su primer día de escuela.
Al principio, ninguno de los dos cedió ante la lanza de su oponente.
Iverach era hábil con el arma y parecía que él y el negro corcel eran uno mismo, pero Elisabel encontraba la forma correcta de esquivar sus ataques; cada vez que veía a la lanza negra y blanca acercarse apretaba sus piernas dos veces, ordenando al caballo que debía esquivar a su contrincante.
Iverach se sentía en el cielo, pues sabía que la rubia se encontraba defendiéndose solamente y que en algún punto iba a lograr bajarla del caballo, pero esa misma arrogancia fue su perdición pues Elisabel, al momento justo en que su caballo se movía para esquivarlo, consiguió girarse para colocar ambas piernas de un solo lado y con la ayuda de su lanza separó al jinete de su corcel mediante una firme estocada dirigida a su pecho, haciéndolo caer de espaldas sobre la tierra.
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Britaña
RomanceEl Festival de Britaña estaba en búsqueda de su nuevo monarca y Elisabel estaba más que preparada para ello, pero no contaba con que una maraña de rizos castaños y sonrisa socarrona se iba a meter en medio y le iba a arrebatar su oportunidad. ¿Qué...