El famoso Festival de Britaña, una feria medieval, se llevaba a cabo en las afueras de un pequeño pueblo de Escocia, una ventana al pasado por sus largos prados verdes y sus impresionantes construcciones medievales.
Dos veces al año, personas de todo el mundo iban y venían vestidos acorde al tema y la mayoría se quedaban a dormir en el pueblo, volviendo a la realidad cada noche; la mayoría, a excepción de los que tenían el dinero suficiente como para pagarse una estancia o un lote para construir dentro de Britaña.
Ahí dentro, mujeres y hombres eran tratados de la misma forma, por lo que personas de ambos sexos podían aventurarse a ser caballeros o parte del Consejo del rey. Como regla general, se había establecido al principio que cualquier persona con sangre real o aristócrata corriendo por sus venas tenía derecho a reclamar el trono; el último rey había luchado contra quince personas y quedó vencedor, teniendo el título de conde de Essex en la vida real y siendo descendiente directo del rey Jorge IV; su mandato había llegado a su fin cuando había fallecido de un paro cardíaco dos meses atrás, por lo que la feria medieval estaba en búsqueda de su nuevo monarca y organizador oficial.
Elisabel de Benworth y Borbón era hija de la Infanta Letizia, primogénita del rey de España, por lo que siendo fanática desde niña y cumpliendo el requisito más importante, sintió que tenía derecho a reclamar el trono y se preparó para los duelos que debía ganar para lograrlo.
Desde el primer día demostró que a sus 21 años estaba lo suficientemente en forma como para vencer a cualquier oponente, y diez días después había vencido a todos los otros candidatos al trono.
A todos menos a uno, pero eso no lo sabía la noche en que el Consejo Britañesco decidió que la nombraría reina.
En medio de una cena a la que todos los asistentes a la feria podían ir, la joven de largos cabellos rubios se sentía confiada y contenta, pues creía que había logrado su cometido. Su burbuja de felicidad se rompió cuando al edificio de piedra entró un hombre en armadura y con la espada en mano seguido por lo que parecía ser un pequeño ejército, todos portando una insignia con una rosa blanca en sus hombros.
Elisabel se levantó de su silla, exaltada y confundida.
—¡Lord Iverach!—exclamó el conde de Herswell poniéndose de pie, un hombre demasiado viejo y rechoncho como para intentar luchar por el trono—¡Pensábamos que no vendría al festival este año!
El aludido se quitó el casco y dejó descubrir rizos castaños y despeinados y un par de ojos del mismo color, que miraban la escena con diversión; más abajo, se encontraba una sonrisa desafiante que empezó a exasperar a Elisabel.
—¿Y renunciar a mi trono?—preguntó riéndose, con un marcado acento escocés —¡Habría que estar loco, Herswell! Esa corona me pertenece porque el difunto rey me nombró su heredero legítimo y ustedes lo saben.
El rostro blanquecino de Elisabel se empezó a tornar carmesí de la furia.
—Usted bien sabe que para obtener el trono debe de luchar por él, así haya sido nombrado heredero legítimo con anterioridad—dijo con voz aparentemente serena—Y no estuvo presente durante los diez días de duelos establecidos, por lo que su derecho al trono fue erradicado.
Iverach se rió un poco al escucharla y se acercó a la larga mesa de madera donde todos se encontraban sentados.
—Precisamente es porque fui nombrado heredero legítimo que se debe respetar mi lugar—exclamó, aun sonriendo—Fui el primer caballero nombrado por el rey y su campeón predilecto, por lo que libré suficientes duelos en su tiempo y a su nombre.
El silencio se hizo presente en el lugar, pues todos los presentes sabían que efectivamente, el vizconde de Iverach había sido partícipe de numerosos duelos en nombre de la Corona de Britaña por cuatro años.
—Me gané el derecho a portar esa corona con uñas y dientes mucho antes de que usted siquiera hubiera pensado en ser contendiente—siguió él hablando, con la sonrisa tornándose aún más ancha sobre su rostro dorado.
Elisabel volteó a ver al conde de Herswell, que lideraba el Consejo, esperando con ansias lo que él tenía que decir.
—Creo que hablo por todos cuando digo que es justo y necesario un duelo más el día de mañana—comenzó a decir el viejo rechoncho, sin realmente saber qué más hacer—Un último y decisivo duelo entre la Grande de España y el Vizconde de Iverach, donde el ganador será el coronado a rey.
Elisabel le sonrió a su contrincante, sintiéndose confiada de sus habilidades.
—La ganadora, querrá decir usted—exclamó con cierta petulancia.
Iverach se acomodó el despeinado cabello con una mano y recargó la otra en el respaldo de una silla
—Ya que estamos viendo las condiciones, ¿qué le quedará a mi contrincante cuando pierda ante mí?—preguntó con una sonrisa socarrona.
La joven no pudo contener la mueca de disgusto que se posó en su rostro.
—Al perdedor le quedará el título de duque de York, destinado al segundo en línea de sucesión en la realeza británica—contestó Herswell—De manera que el ganador no podrá nombrar un heredero como lo hicieron con usted, Lord Iverach.
El aludido asintió y se colocó justo enfrente de su contrincante, haciéndole una reverencia.
—Le deseo la mejor de las suertes, Su Excelencia—murmuró, colocando su espada en la funda de su cintura—Dios sabe cuánto la va a necesitar.
¡Hola! Este es el primer capítulo de la historia, espero que te guste tanto como a mí, cualquier duda o sugerencia es más que bienvenida. Los capítulos van a ser relativamente cortos y por lo mismo trataré de actualizar lo antes posible, ¡saludos!-Sam :)
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Britaña
RomansEl Festival de Britaña estaba en búsqueda de su nuevo monarca y Elisabel estaba más que preparada para ello, pero no contaba con que una maraña de rizos castaños y sonrisa socarrona se iba a meter en medio y le iba a arrebatar su oportunidad. ¿Qué...