Apremió el paso aún más y giro a la izquierda, hacia la ladera que desembocaba en la escuela de Håkebackenskolan.
Cuando ya se acercaba a la cima, oyó que Eilert Berg le decía a grandes voces algo que ella no entendió.El hombre manoteaba al tiempo que bajaba a su encuentro.
–¡Está muerta!
Eilert jadeaba entrecortadamente y su pecho emitía un desagradable pitido.–Tranquilízate, Eilert. Dime ¿qué ha pasado?
–Está muerta, ahí dentro. Eilert señalaba la gran casa de madera pintada de azul claro que había en la cima de la ladera sin apartar de ella su mirada acuciante.
A Erica le llevó un instante tomar conciencia de lo que le decía pero, cuando por fin registró sus palabras, abrió de un empellón la tozuda verja y se abrió paso a grandes zancadas hasta la puerta de la casa.
El hombre la había dejado abierta y ella cruzó el umbral cautelosa, preguntándose qué visión la aguardaría. Por alguna razón, no se le ocurrió preguntar.
Eilert la seguía expectante y, sin pronunciar palabra, señaló la puerta del baño.
Erica se tomó su tiempo, sin premura, se dio la vuelta y miró a Eilert con gesto inquisitivo.
El hombre estaba pálido y, con un hilo de voz, le dijo:
–Ahí dentro. Hacía mucho que Erica no ponía un pie en aquella casa, pero la conocía bien y sabía perfectamente dónde estaba el baño.
Se estremeció de frío, pese a que llevaba ropa de abrigo.
La puerta del baño fue abriéndose despacio; y ella entró.No sabía exactamente qué esperaba encontrar, dada la deficiente información proporcionada por Eilert, pero nada la había preparado para el espectáculo de la sangre.
El cuarto de baño estaba alicatado en blanco, de ahí que el efecto de la sangre que había tanto dentro como alrededor de la bañera resultase aún más llamativo.
Por un segundo, pensó que el contraste era hermoso, hasta que interiorizó el hecho de que quien yacía en la bañera era un ser humano de verdad.
Pese a lo antinatural de los tonos blancos y de la lividez que se apreciaba en el cuerpo, Erica la reconoció en el acto.Era Alexandra Wijkner, cuyo apellido de soltera era Carlgren, hija de los propietarios de la casa en la que ahora se encontraba.
Habían sido muy buenas amigas durante su niñez, que ya se le antojaba muy remota. Ahora, la mujer de la bañera le parecía una extraña.Los ojos del cadáver estaban cerrados, sin duda obra de un gesto compasivo, pero los labios presentaban un vivo tono azulado.
Una delgada capa de hielo flotaba en la bañera ocultando el cuerpo por completo. El brazo derecho colgaba laxo y veteado sobre el borde de la bañera y los dedos se hundían en el charco de sangre coagulada que manchaba el suelo. Junto al brazo, también sobre el borde de la bañera, había una hoja de afeitar.
Del otro brazo sólo se veía la parte superior del codo, pues el antebrazo yacía invisible bajo la capa de hielo. También las rodillas sobresalían de la helada superficie. El largo cabello rubio de Alex flotaba esparcido como un abanico sobre el cabecero de la bañera, pero aparecía quebradizo y congelado por el rigor.Erica se quedó mirándola largo rato. Tiritaba tanto por el frío como por la soledad que ilustraba el macabro cuadro viviente.
Muy despacio, fue reculando hasta salir de la habitación. Después todo sucedió como en un paisaje brumoso.Llamó al médico de guardia desde su móvil y esperó junto con Eilert hasta que el doctor llegó con la ambulancia. Reconoció los indicios de la misma conmoción que sufrió al recibir la noticia de la muerte de sus padres y se sirvió una generosa copa de coñac tan pronto como llegó a casa.
Tal vez no fuese lo que el médico le había prescrito, pero le ayudaba a controlar el temblor de sus manos. Ver a Alex la había hecho retrotraerse a su niñez.
Hacía más de veinticinco años que habían sido amigas, pero, pese a que un sinfín de personas había pasado por su vida desde entonces, aún conservaba el recuerdo de Alex en su corazón. No eran más que unas niñas en aquella época.
De mayores, llegaron a convertirse en extrañas la una para la otra.Aun así, a Erica le costaba reconciliarse con la idea de que Alex se hubiese suicidado, lo que, por otro lado, había de ser la interpretación ineludible de lo que acababa de ver.
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La princesa de hielo
Mystery / ThrillerMisterios y secretos familiares en una emocionante novela de suspense