Capítulo 7

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Anna lo conoció cuando trabajaba de au pair en Londres y quedó enseguida encandilada por el apabullante cortejo desplegado por el exitoso agente de bolsa Lucas Maxwell que, por si fuera poco, era diez años mayor que ella. Anna abandonó sus planes de estudiar en la universidad y, en cambio, dedicó su vida a ser la esposa perfecta e ideal. Tan sólo había un problema, que Lucas era una de esas personas que jamás se sienten satisfechas y Anna, que desde niña había hecho siempre exactamente lo que le venía en gana, había terminado por eliminar del todo su personalidad a lo largo de su convivencia con Lucas. Hasta que tuvieron hijos, Erica había conservado la esperanza de que su hermana recobrase el juicio, abandonase a Lucas y empezase a vivir su propia vida, pero cuando nació Emma después Adrian, no tuvo más remedio que reconocer que, por desgracia, su cuñado había venido para quedarse.

–Propongo que dejemos el tema de Lucas y su concepto de educación infantil. En fin, ¿qué han organizado mis sobrinos favoritos desde la última vez?

–¡Bah! Lo de siempre, ya sabes… A Emma le dio un ataque de locura ayer y, antes de que la descubriese, le dio tiempo de destrozar con las tijeras una buena cantidad de ropa, por valor de una pequeña fortuna; y Adrian lleva tres días que no deja de vomitar o de llorar a gritos.

–Me da la sensación de que
necesitas cambiar de aires. ¿Por qué no te vienes a pasar una semana con los niños? Además, me vendría bien algo de ayuda con unas cuantas cosas. Y pronto tendremos que ponernos a arreglar papeles y demás.

–Pues eso, precisamente, habíamos pensado hablar contigo del tema.

La voz de Anna empezó a temblar claramente, como siempreque tenía que abordar un tema espinoso.
Erica aguzó enseguida el oído. Aquel «nosotros» le traía un eco de mal presagio. Tan pronto como Lucas metía la nariz en un asunto, era, por lo general, para hacer algo que lo beneficiaba a él y perjudicaba a todos los demás implicados.

Erica esperó a que Anna continuase.

–Lucas y yo hemos pensado volver a Londres tan pronto como la filial en Suecia haya quedado bien asentada y la verdad es que no habíamos pensado tener que preocuparnos del mantenimiento de una casa aquí. Y a ti tampoco te vendrá bien verte obligada a arrastrar el lastre de una gran casa de campo, quiero decir, puesto que no tienes familia y eso…

El silencio podía cortarse.

–¡¿Qué es lo que quieres decir?!

La princesa de hielo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora