Capítulo 3

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Revisó las habitaciones. No parecían haber tocado nada. La casa estaba tan ordenada como siempre. El vídeo y el televisor seguían en su lugar.
Tras haber recorrido toda la planta baja, Eilert subió la escalera que conducía al primer piso. Era una escalera muy empinada que lo obligaba a sujetarse bien a la barandilla.
Una vez arriba, se asomó en primer lugar al dormitorio. La decoración tenía un toque femenino aunque sobrio y estaba tan ordenado como el resto de la casa.
La cama estaba hecha y, a los pies, había una maleta de la que no parecían haber sacado nada.
De repente, se sintió un tanto estúpido. Seguro que ella había llegado antes y, al ver que la caldera estaba estropeada, saldría para buscar quien se la reparase.
Pese a todo, ni él mismo confiaba en que ésa fuese la explicación.
Algo no encajaba.
Lo sentía en sus articulaciones igual que, a veces, sentía que se avecinaba una tormenta.
Prosiguió cauteloso su recorrido por la casa. La siguiente habitación era una gran buhardilla con vigas de madera en el techo.
A ambos lados de la chimenea había dos sofás, uno frente al otro y, a excepción de los periódicos que aparecían esparcidos sobre la mesa de centro, todo estaba en su sitio.
Volvió a la planta baja. Tanto la cocina como la sala de estar presentaban el aspecto de siempre.
La única habitación que le quedaba por mirar era el cuarto de baño.
Algo lo hizo dudar antes de abrir la puerta.
Seguían reinando la calma y el silencio. Vaciló un instante aún, pero comprendió que estaba comportándose de un modo ridículo y abrió la puerta con gesto decidido.
Segundos después, corría hacia la calle a tanta velocidad como le permitía su edad.
En el último momento, recordó que la escalinata estaba resbaladiza y se aferró a la barandilla para no precipitarse de cabeza por los peldaños.
Fue dando saltos por la nieve del jardín y lanzó una maldición al ver que la verja se le resistía.
Ya en la acera se detuvo indeciso.
Unos metros más abajo vio que, por la acera y a buen paso, se acercaba una figura en la que no tardó en reconocer a Erica, la hija de Tore.

Enseguida le pidió a gritos que se detuviese.

La princesa de hielo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora