12 NO PUEDO DEJARTE

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Capítulo 12 No puedo dejarte

Bajamos del autobús y caminamos por el bosque en silencio.

—no me vas a matar ¿O sí?— dijo él con burla.

—no, Josh— reí y le señalé el parque con columpios, pasamanos, resbaladilla, sube y baja —vamos— corrí al pasamanos y él vino detrás de mi de ahí brinque a la resbaladilla y luego al columpio donde él me ayudó a ir más arriba tanto que alcance a ver entre los árboles el techo de una casa, baje del columpio cuando el me pidió ir al sube y baja.

Una vez arriba pude ver de nuevo la casa.

—¿ya viste la casa a lo lejos?— me preguntó con un brillo en los ojos asentí —¿quieres ir?

—¡por supuesto!— Josh empezaba a agradarme, caminamos en dirección a la casa que muy posiblemente estaba abandonada.

Habían escaleras que nos llevaban a la puerta no parecía que alguien viviera ahí pues la puerta estaba abierta, las ventanas destrozadas y graffitis en todas las paredes, hace no mucho alguien vivía aquí pues aún habían muebles que parecían nuevos y buenos pese al mal uso que les habían dado los vándalos.

—me gusta la exploración ¿A ti?

—supongo que es algo divertido estar aquí— la casa me recordaba donde Dennis estuvo y mi corazón aún lo amaba pero le dolía mucho lo que había hecho.

—mira está cama es...

—triste— tenía un dibujo en la cabecera hecho con un plumón. Un dibujo vulgar. —precaria, en definitiva yo no dormiría allí— dije mientras Josh se recostaba sonriendo.

—ven no está tan mal— se sentó y me miró desde allí, negué y seguí mirando el lugar, hasta que me topé con una tabla en el suelo que me hizo tropezar —jajajaja— se burló de mi y se puso de pie —lo siento, ¿estás bien?

Me levanté del suelo y pagué una patada a la tabla con la que tropecé alzandola en el acto, no era una tabla, me agache y la alcé, era una puerta —hay escaleras, debe ser un sótano— él llegó hasta mi y sacó su celular para encender la linterna.

—vamos— me tomó la mano y me llevó hacia abajo —¿crees que haya alguien?— susurró —un vago quizás, porque si ves bien no está lleno de telarañas alguien limpió— apuntó al techo con la linterna.

De pronto se escuchó una puerta rechinando, paramos en seco y visualizamos un pasillo que casualmente daba con una puerta de madera. Nos miramos y al mismo tiempo ambos avanzamos hacia distintos lados, él hacía la salida y yo hacía la puerta misteriosa.

vamos, le dije presionando su mano— pude escuchar cómo tragaba saliva —no seas miedoso— recriminé adentrándome con una clara curiosidad, no sé bien que es lo que quería demostrar pero no tenía miedo, lo digo en serio.   Cuando acaricie la puerta con mi mano supe que estaba cerrada —ho...hola?— Josh me cubrió la boca notablemente alarmado.

¡¿qué haces?!— susurró jalandome.  Sonreí con maldad y golpee la puerta, él estaba muerto de miedo.

—¡Vayanse!— recibimos como respuesta. *Vayanse* esa voz me resultaba familiar.

sí...lo sentimos señor— Josh me soltó y me obligó a pasar frente a él para regresar por donde venimos.

—¿No te gustaba explorar?— dije una vez que subíamos las escaleras.

—sí pero no lugares con vagos viviendo dentro, ¿entiendes que es peligroso?— estaba sudando.

—sabes lo mejor será irnos— sonreí y comencé a alejarme.

(...)

El resto de la cita fue en silencio, regresamos en camión pero yo no paraba de pensar en aquella voz.

Esa misma noche, tome una linterna, algo de comida, ropa vieja y una manta, las metí a la mochila salí dispuesta a regresar a aquel lugar, tenía una corazonada que no quise desaprovechar.

Al llegar al bosque camine a prisa por el en la oscuridad apenas iluminada por la luna, llegué a la cabaña, entré, alcé la puerta con cuidado y bajé, esa voz me recordaba a Dennis debía ser él, recé a Dios por encontrarlo allí abajo; a pesar de llevar la linterna decidí no encenderla, por qué podría asustarlo. Caminé por la oscuridad guiandome de la pared hasta que mi mano tocó algo que de pared no tenía nada, era un pecho lo supe cuando escuché aquella respiración. Una mano tomó la mía con una fuerza que me hizo dar un brinco.

—¿Dennis?— pregunté sin moverme.  No recibí respuesta más que él me soltará la mano, mis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad, pude distinguir sus brillantes ojos azules —¡sabía que eras tú!

—tienes que irte Alexa— su voz resonó por el lugar dándome un escalofrío por la espalda, sin dudarlo más lo envolví con un fuerte abrazo.

—se que tenías que irte pero ¿por qué no me llamaste nunca?— me esforcé por no llorar.

—te pongo en peligro, soy malo.

—no es cierto, me haces sentir a salvo— en un intento bobo me alejó pero yo no pensaba dejarlo.

—¡¿qué te pasa?! ¡No me quiero alejar de ti! ¡No quiero!— recosté mi cabeza sobre su cuello —¿Por qué no lo entiendes?— di un beso en su cuello que lo petrificó de inmediato.

LA MALADonde viven las historias. Descúbrelo ahora