Pastel.

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Era cumpleaños de Sam, y sabiendo la amargura que el bunker cargaba por lo de Castiel; Judy, Donna y las chicas se ofrecieron a hacer una pequeña celebración. Hoy era el día.

Sam se levantó temprano, asegurándose de que todo estuviese más o menos presentable para recibir visitas. Dean, como nunca, desayuno vestido y lejos de su bata usual. Y Jack estaba emocionado, las festividades eran su cosa favorita en el mundo.

Gabriel interrumpió el café de los Winchester, desperezándose. Ahora dormía en el bunker, más precisamente a un lado de su hermano, en la nueva cama que había dispuesto. Era su forma de vigilar a Castiel lo más que podía para que no tomara una pluma e intentara suicidarse de alguna forma con ella.

De repente, cayó en cuenta del día.

- ¡Feliz cumpleaños! –

Gritó, mientras confeti salido de la nada llovía sobre Sam y desaparecía al entrar en contacto con el suelo.

Luego volvió a la preparación de su café, en silencio. Había estado buscando formas de ayudar a su hermano menor sin éxito, y se sentía más frustrado que nunca, su aspecto no mentía. Sobre eso, alimentar la gracia de Cas no ayudaba, cada vez se hacía más insignificante, y los rasgos propios de un humano se presentaban de a poco en él.

Pronto llegaron las invitadas, con pastel incluido, regalos y globos que se sumarían a los que Jack había colgado ya. Sam y Dean las recibieron alegres; el ruido, las risas y lo festivo era tan novedoso en esos días que parecían en una película. Guardaron el pastel para que no se estropeara y las chicas empezaron con la preparación de las comidas favoritas de los Winchester, al mayor de los hermanos le brillaban los ojos de emoción.

Judy dio una señal, un poco apartada del resto, para hablar con Dean. El cazador entendió enseguida y la siguió.

- ¿Cómo está?

Había esperado que Castiel también las recibiera, pero desde que llegaron, el ángel no apareció.

- Depresivo. – Suspiro. – Chuck intento ayudarlo, pero no sirvió más que para amargarlo.

- ¿Hay algo que podamos hacer? – Se ofreció amable.

- No, Judy. Pero gracias de todas formas.

- Se la pasa encerrado, ¿No?

- Intento suicidarse en frente de todos.

Espanto era todo lo que el rostro de la mujer podía trasmitir, y Dean lo entendía, es como él reacciono al comprender lo que el ángel quería hacer. No querían entristecer el día, así que se comprometieron a olvidar el tema, al menos por el momento.



El maldito sonido de su estómago rogando por algo alimento comenzaba a sacarlo de sus cabales. Había estado soportando estos pequeños indicios de humanidad, aferrándose a lo poco celestial que quedaba. La sensación de hambre se convertía en dolor y esto solo lo enfurecía más.

Con una camiseta de AC-DC de Dean y pantalones deportivos, salió de su habitación en dirección a la cocina. Desde el pasillo podía escuchar las voces alegres de las chicas, y aquella alegría no se le contagiaba para nada. En cuanto entró en la cocina, las voces se aquietaron, un par le saludaron en su camino a la heladera. Él no dijo nada.

- ¡Oye, tampoco es para que te comportes así! – Reclamó Claire.

- Claire, déjalo. – le aconsejo Judy desde el otro lado de la cocina.

Castiel prosiguió a sacar media hamburguesa que había sobrado, sin prestarle demasiada atención a la chica. Cerró la puerta y estuvo a punto de retirarse pero Claire lo detuvo, tirando de su camiseta.

- ¡Creí que habías cambiado, pero sigues siendo el mismo Castiel de siempre, maldito bastardo! ¡¿Acaso no ves lo que provocas en todos?! Les estas arruinando el día con tu amargura de mierda. ¡Vete a llorar a...

El ángel se volteó a verla sin expresión y eso era lo más terrorífico de todo. Estampo a la chica contra el borde de la mesada, lastimándola.

- ¿Tu sufrimiento es el único que cuenta? Tengo que aguantar tus niñerías desde que te conozco, pero yo no tengo derecho a sentirme mal, ¿No? Yo no pedí esto, así que... púdrete.

- Cas, ya suéltala.

Solo al escuchar su voz, se percató de que Dean sostenía su brazo, intentando alejarlo de ella, y también de que su hamburguesa yacía destrozada sobre el suelo. Se hizo paso entre el circulo de gente que lo rodeaba para defender a la chica, y volvió a su cuarto.

Sam apareció en su cuarto un par de horas después, traía un trozo de pastel en un platito blanco.

- Hey. – Le saludo tímido. – Pensé que tendrías hambre.

No lo comprendía. Después de arruinarle los días y su propio cumpleaños, el seguía siendo amable como siempre. Recibió el pastel, que pronto su estómago agradecería.

- Lo siento.

- Cas, sé que no lo hiciste de mala voluntad. – Sonrió. – Todos hemos pasado por un mal momento, tienes derecho a sentirte como sea, bien o mal.

Castiel intento sonreírle, pero su mirada melancólica no le permitía completar el gesto amable. 

Padre...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora