Salto al vacío.

316 38 18
                                    

Camino a paso lento por el pasillo. Un tintineo llamo su atención desde la sala. ¿Una campanita? ¿Tal vez una cadena? Las luces del pasillo encendidas no llevaban a iluminar la biblioteca, dejando esa parte en absoluta oscuridad. No podía caminar hasta allá, hacia el sonido que le atraía.

En especial porque los ojos brillantes que le miraban desde la penumbra no le daban confianza. Respiro con pesadez al percatarse de ellos. Sabía que le miraban directo a él, le esperaban, le asechaban. Sus pies descalzos dieron un par de pasos hacia la oscuridad de la sala, buscando no alejarse demasiado de la luz del pasillo.

- Castiel...

Su respiración se cortó como si alguien presionara con fuerza su garganta. Intento dar bocanadas y pedir auxilio, pero le fue imposible. Retrocedió por instinto, llevando sus manos a su garganta, intentando respirar sin éxito.

Tropezó y cayó sentado sobre la fría baldosa. La sombra se desprendió de la penumbra y camino hacia él. Podía ver el látex cubrir sus manos. La sonrisa macabra también estaba allí.

Se arrastró por el piso, empujándose con sus pies hasta tocar muro. El hombre se detuvo admirarle temblando de miedo. Castiel se percató de la escalera a su derecha y no pensó demasiado, se puso de pie y corrió hacia ella.

Cuando el viento le pegó en la cara, se sintió libre de nuevo.


Gabriel se removió en la cama. Había pasado demasiado desde que Cas le dijo que iría por un vaso de agua, asegurándole que estaba bien solo. Se levantó, solo para verificar que todo estuviese bien.

Nadie en el pasillo. Nadie en la sala. Nadie en la cocina.

- ¿Cas?

Nadie.

- ¡Castiel!

La puerta del bunker estaba abierta, y Gabe se paralizó con esa imagen. Sam, Dean y Jack llegaron, preguntando que sucedía. No necesitaron respuesta, la puerta completamente abierta lo dijo todo.



El sol apenas daba las primeras señales de acercarse, pintando el cielo de un extraño color avioletado. Las sombras aún estaban presentes, y Cas aun sentía que alguien seguía sus pasos. Se abrazó a sí mismo, el frio calaba hondo en su reciente humanidad.

Se adentró en el bosque, esperando que el hombre le perdiera entre los árboles. Algunas ramas y piedras lastimaban en sus pies descalzos, pero no tenía tiempo para detenerse en el dolor. Miro atrás y, en lo alto de la carretera pudo verle sonreír.

Corrió, corrió como si volara aun. Corrió porque el hombre le seguía, y moriría entre sus manos... o peor. Lo torturaría hasta que deseara estar muerto.

Cayó de bruces una vez más, rasgando su pantalón y raspando sus rodillas. Un barranco se presentó ante él, como la única salida de aquel infierno en su mente. Miró hacia atrás, donde el hombre de guantes le esperaba ansioso. Lástima que Cas no era capaz de ver la realidad, donde Gabriel le gritaba que se detuviera.

Castiel saltó, sin importarle que sus alas no pudieran elevarle jamás. Sin importarle si todo se acababa allí.

Gabriel estuvo a punto de saltar tras su hermano, pero el ángel apareció enfrente del arcángel. Chuck le abrazaba, habiendo creído que no podría llegar a atrapar a su hijo por mucho control del tiempo que tuviese.

- ¡No vuelvas a hacer eso!

Las lágrimas mojaban el hombro del ángel, trayéndolo a la realidad y dándose cuenta de que estaba perdiendo la cabeza. El miedo aún seguía allí. Pero su padre le abrazaba y se sentía a salvo así. 

Padre...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora