Regalo.

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Como un niño recién nacido, su mano se aferró a lo primero a su alcance. La sabana se arrugó en su puño. Estaba boca abajo sobre el suave colchón, con un peso extra sobre su espalda desnuda, pero sus ojos se negaban a abrirse. Estaba cansado, como si hubiese corrido durante días.

Se removió bajo el peso extra, dándose cuenta de que tenía control sobre él. Elevó sus alas, estirándolas hasta donde el techo le permitía, al mismo tiempo que estiraba su musculatura extrañamente adolorida. Abrió con lentitud los ojos, adaptándose a la luz de la lámpara a su lado. Un escalofrió le recorrió el cuerpo cuando intento hacer fuerza con sus brazos y enderezarse, sus alas le envolvieron por puro instinto.

- Buenos días, hijo.

- ¿Padre?

Chuck le ayudo a sentarse en la cama con cuidado, y entonces fue consciente de sus alas. Acarició las suaves plumas, reconociendo cada centímetro de ellas. Se giró estupefacto hacia su padre, notando la falta de sus alas.

- ¿Qué... por qué...? –

- ¿No darías lo que fuera por Jack?

Castiel asintió sin dudarlo, aunque su sangre no corriera por las venas del nephilim, desde el día en que Kelly y Jack le eligieron, se convirtió en su hijo. En lo que más amaba en este mundo.

- Creo que aprendí de ti a cómo debo comportarme como padre. – Sonrió. – Y aunque dolió bastante, - Se lamentó, recordado la sonrisa sádica de Dean. – valió la pena. ¿Te gustan?

El ángel se lanzó a los brazos de su padre sin pensarlo.

- Son el mejor regalo que pudiste darme.



Jack despertó de un saltó, en medio de una pesadilla. Pequeñas imágenes del horror fueron lo único que quedo de ellas. Sangre, su padre muerto y la frustración de no poder traerlo de vuelta por mucho que lo intentara. El sudor frío le empapo.

Se decidió a tomar una ducha antes de ir a ver a su padre como siempre, después de todo habían pasado cuatro días en los que Castiel no dio ninguna señal de despertar. Días atrás, aunque Chuck creía en esa oportunidad, pidió que no se esperanzaran, a lo que Jack obedeció. Escuchó también las palabras de su padre, intentando concebir una vida sin él. Sin el desayuno con cereales que el consentía, sin el cálido abrazo de su padre, sin las conversaciones extrañas que terminaban en risas con los Winchester. Sin su mirada tierna, su sonrisa amable y la voz profunda que le decía que lo quería. Eso no era vida para Jack.

Con esos pensamientos triste camino hacia la sala en la que dormía Cas, pero algo llamo su atención al otro lado. Las voces de Dean y Gabriel se escuchaban por todo el bunker, y parecían estar demasiado felices. Se acercó de donde provenían, notando también las voces de Sam, Chuck y...

- ¿Papá?

Castiel se volteó hacia el nephilim, con esa sonrisa que tanto extrañaba ver.

- Buenos días, ¿Cereales? – Ofreció, tomando la caja de cereales y moviéndola para provocar el característico sonido.

Jack asintió, con lágrimas en los ojos.   

Padre...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora