Capítulo 3

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Emily Prentiss no era una persona de sutilezas, y tampoco de las que se rendían fácilmente, especialmente cuando la seguridad de su hija dependía únicamente de ella. Se obligó a tomar algo de comida, de las pocas reservas que había en la nevera, y a beber agua, a pesar de que únicamente sentía ganas de vomitar. Pero necesitaba conservar sus fuerzas. Estaba segura de que no le durarían mucho tiempo más. Recorrió como pudo el exterior, sólo para cerciorarse de que la finca estaba tan aislada como parecía. No le extrañaba que en todo aquel tiempo nadie hubiera dado con ella. Había rezado cada día porque la encontraran, pero hasta ese momento no se había dado cuenta de que si ella no hacía algo por si misma, nadie podría hacerlo.

En su paseo de pesadilla por la vivienda, había encontrado gasolina guardada en una pequeña despensa. Y no tuvo duda alguna. Si no podía comunicarse con nadie, enviaría un mensaje que todos pudieran ver.

Derramó el contenido del bidón de gasolina por toda la casa. Luego, su mente de criminóloga se antepuso a cualquier otra emoción, y se dirigió al baño. De allí, tomó varios accesorios personales de Johan, como un peine y un pequeño bote de champú olvidado, con la esperanza de que contuvieran restos o huellas que sirvieran para identificarlo, y los guardó en una bolsa plástica. Para ese momento, ya estaba al límite de sus fuerzas. Con las manos temblando y a punto de perder la consciencia, prendió a la tercera una cerilla, y en un momento, todo comenzó a arder a su alrededor. Fue cuando sintió que sus piernas desfallecían del todo, y se arrastró hacia el exterior, rezando para que pudiera llegar lo suficientemente lejos como para no arder con el resto de la casa.

Y de repente, todo se volvió negro.

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Sirenas. Policía. ¿Una ambulancia?. ¿Estaba soñando?. Tal vez. Porque aún podía oler el humo en el aire.

- ¿Puede oírme?.

La voz de su salvación.

Intentó responder, pero le quemaba la garganta, y sólo consiguió emitir sonidos guturales.

- ¿Puede oírme?.

Repitió la voz. Y ahora notó manos en su cuerpo. Luego, algo en su rostro. ¿Una mascarilla de oxígeno?.

Trató de arrancársela, pero alguien se lo impidió. Lo volvió a intentar, y de nuevo se lo impidieron.

- Tranquila. Te llevamos al hospital.

Ahora era la voz de una mujer, y se volvió hacia el sonido, hasta que apareció el rostro de una desconocida. Una lágrima rodó por su mejilla. La habían encontrado.

- Ag... Ag...- Consiguió balbucear, y se llevó por tercera vez la mano al rostro.

Por fin la mujer, le permitió retirarla por un segundo.

- Agente Prentiss... FBI...- Consiguió decir, e inmediatamente notó que todo volvía a girar a su alrededor. El mundo de nuevo perdió su color, sin que ella llegara a saber si la habían comprendido.

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Acababan de regresar a las oficinas después de un caso en California. Estaban agotados, pero aún así, Hotch les pidió que se quedaran un poco más. Al parecer tenía algo que informarles. Justo cuando iban a tomar tierra, había recibido una llamada de García, y todos habían notado el cambio en su expresión.

- ¿Estás segura?.

Silencio

- ¿Cómo está?

HannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora