Capítulo 7

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No estaba muerta. Se las había arreglado para sobrevivir. No debía haberla subestimado. Tenía que admitir que era más fuerte de lo que había creído. Pero en cualquier caso, ¿qué importaba? La muy estúpida había quemado la casa, y con ello cualquier probabilidad de encontrar algún indicio que sirviera para localizarlo.

En realidad, lo sentía... Le tenía cariño a aquella casa. Había estado buscando un lugar así hasta que por fin había dado con ella. Y ni siquiera había tenido que hacer nada de particular para conseguirla. Resultó que no tenía dueño, o si lo tenía no parecía estar interesado en recuperarla. Estaba bastante desvencijada cuando la había encontrado, pero en unos meses la había dejado como nueva. Por supuesto, se había asegurado de que nadie supiera que estaba allí. Tampoco había sido complicado. El lugar estaba muy aislado. Era como si el destino la hubiera dejado allí para él, igual que había ocurrido con Emily.

Durante años había sido una fantasía. Encontrar a la mujer adecuada, tal y como había encontrado esa casa, y ni siquiera había tenido que esforzarse. Si lo pensaba bien, resultaba hasta divertido. Había sido una simple casualidad que hubiera llegado justo después de que el coche en que viajaba se estrellara contra aquel árbol. Tampoco era extraño. Aquel día una tormenta que ni siquiera estaba prevista, los había sorprendido de forma desagradable. Había estado comprando a casi cien kilómetros de distancia, algunas maderas que necesitaba para reparar el techo. Siempre procuraba alejarse lo máximo posible para evitar que en su momento pudieran relacionarlo con lo que pretendía hacer. Quería que todo estuviera impecable para cuando se decidiera a hacerlo, pero de repente, la providencia, cómo no, la había puesto justo delante de él.

Cuando se bajó del coche, ni siquiera sabía lo que se iba a encontrar. Había un hombre de piel oscura, al volante, con una brecha en la cabeza. Tenía muy mal aspecto, y cuando le tomó el pulso, lo notó débil. En cualquier caso, no le prestó mucha más atención. Sus ojos se desviaron inmediatamente a la morena que viajaba en el asiento del copiloto. Estaba inconsciente, pero no parecía tener ninguna herida de gravedad. Al parecer, el hombre se las había ingeniado para desviar el coche lo suficiente como para que ella no recibiera la mayor parte del golpe. Y se dio cuenta de otra cosa. Era preciosa. Piel suave, cabello oscuro, rasgos delicados. Y entonces lo supo. Tenía que ser ella. Lo sentía en cada parte de su ser.

Su compañera. Su juguete.

Se movió un poco cuando tiró de ella para subirla a su camioneta, pero no se despertó. Mejor, así no tendría que tomar medidas más drásticas. Volvió al vehículo accidentado- otra camioneta, aunque mejor cuidada que la suya- y se llevó el bolso de la mujer. Siempre era mejor tener la mayor información posible.

Sin embargo, cuando despertó, ya en el sótano, su reacción no había sido para nada lo que esperaba. Tendría que haberlo supuesto en cuanto comprobó su identidad. Una agente de la INTERPOL. Había secuestrado a una agente de la INTERPOL. Pero bueno. Hasta donde sabía, eso estaba muy lejos, y no había nada que pudiera relacionarla con él. Todo había sido fortuito. Todo había sido producto del destino.

Tenía que reconocer que sabía defenderse, pero él era fuerte. Muy fuerte, de hecho, y pudo reducirla con facilidad. La tenía a su merced. Eran tan hermosa que dolía mirarla. La vio doblegarse bajo su dominio, y sonrió cuando la escuchó implorarle que no le hiciera daño. Al principio, cuando le había dicho que estaba embarazada, no la había creído, pero tenía una ecografía en su bolso.

Tuvo que tomar una decisión. Él no era un asesino. No a menos que necesitara serlo. Y al fin y al cabo un bebé era inocente. ¿Qué clase de persona le haría daño a un bebé?. Y tal vez fuera una niña. Las niñas eran más manejables. Eran más dóciles. Y entonces lo vio claro. Era el destino. El destino no la había puesto sólo a ella - a Emily- , en su camino, sino que le estaba brindando la oportunidad de moldear a alguien desde sus inicios, a su imagen y semejanza. ¿Eso no lo convertía en una especie de Dios?.

HannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora