Esa Noche Ellos No Serian la Excepción

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Dejaron las cosas que compraron en el suelo y sin nada más que decir, siguieron besándose. Takato aún tenía a Henry acorralado contra la puerta, sin darle oportunidad de moverse. Sus manos acariciaban todo su cuerpo sin ningún miramiento, haciendo que a Henry le dieran escalofríos. De pronto sus manos llegaron a los botones de su camisa y comenzó a desabrocharlos. El corazón de ambos latía a una velocidad que sorprendería a cualquiera. ¿En verdad estaban por hacer eso? Aun así Takato desnudó el pecho del moreno.

—¿Estás seguro de esto? Esto me está gustando, no te diré que no, me gusta muchísimo. Pero para ser sincero solo estamos calientes por lo del barco.

—Lo sé —respondió Takato para sorpresa de Henry—. Pero a mí también me está gustando y no solo hablo de ahorita, a esto, me refiero a ti. Desde siempre me pareciste alguien genial, pero ahora que sé como es tenerte de novio, eres mejor de lo que imaginé. Me detendré si tú no quieres.

Henry lo besó, demostrando lo que quería. Aprovechó ese momento de distracción para voltear a Takato y acorralarlo contra la puerta para después quitarle la playera. Siguió besándolo, comenzando a meter su lengua en la boca de Takato, mientras se terminaba de quitar la camisa.

—Entonces solo para aclarar —dijo Henry entre besos apasionados—. Te está gustando estar conmigo y ahorita estás caliente por todo lo del barco, ¿verdad? —Takato solo movió la cabeza en un gesto afirmativo—. Bien, porque yo igual.

—¿Yo te gusto?

—No lo sé. Supongo que estoy igual que tú, estoy bastante caliente —rio antes de darle varios besos hasta llegar a su oreja—, y me está gustando tenerte de novio. Siempre he podido ser yo mismo contigo, siempre me ha gustado estar contigo, siempre has sido especial para mí.

«Y tu para mi» pensó Takato, pero no se atrevió a decirlo.

Las manos de Takato comenzaron a bajar por la curvatura de la espalda desnuda de Henry hasta llegar a donde empezaba su pantalón. Miró a Henry, quien en su rostro se miraba una expresión afirmativa, justo antes de sentir como sus manos bajaban hasta tocar su trasero. Takato sonrió y puso sus manos sobre el pantalón de Henry, sintiendo su trasero. No era tan redondo y grande como el de Rika, sin embargo era igual de gratificante tenerlo en sus manos, sintiendo la forma de sus nalgas. Su pene dio un brinco. Por fin tocaba las nalgas de Henry, aquellas que tanto le estaban gustando y que había alcanzado a ver tantas veces en tan poco tiempo.

Se quitaron los zapatos, calcetines y se dejaron caer sobre la cama. Encendieron la tele para poder tener algo que les alumbrara, pues la luz de la habitación sería demasiado, aunque dejaron la televisión en silencio. Las manos de Henry comenzaron a acercarse a su cintura, dando un brinco apenas sintió sus dedos sobre su sensible piel desnuda. Aquella sensación se quedó muy corta cuando la mano de Henry rodeó el tronco de su erección. Takato se dejó ir, dándole oportunidad a Henry de que le hiciera lo que quisiera. No era igual que con Rika, se sentía diferente, mucho más excitante. Con la otra mano Henry desabrochó su pantalón y lo bajó con todo y su ropa interior hasta las rodillas. La erección de Takato se levantó triunfante desde su prisión de tela. Henry uso sus dedos para hacer rizos con los vellos púbicos del Takato para después ir subiendo poco a poco hasta volver a sujetar con fuerza su pene. Movió el prepucio de arriba abajo un par de veces, haciéndolo más lento cuando pasaba sobre su glande. Era como una tortura para Takato, una lujuriosa, excitante y deliciosa tortura. La mano de Henry bajó mucho más, comenzando a acariciar los testículos de Takato, tomándolo por sorpresa. Las primeras gotas símbolos de la excitación de Takato comenzaron a salir, humedeciéndolo. Henry seguía acariciando sus bolas, moviéndolas de arriba a abajo y dándole cosquillas al castaño.

El Viaje a China de Takato y HenryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora