Una Última Caricia.

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Antes de volver a casa pasaron a un pequeño restaurante callejero donde cenaron una deliciosa comida tradicional; con esa sazón típica de la comida callejera. Poco después volvieron a casa, ya era tarde y todos pasaron a sus respectivos cuartos parra ducharse y descansar un poco.

Takato se quitó los zapatos apenas entraron al cuarto, aunque prefirió quedarse de pie. Aun sentía que tenía algo de arena en la entrepierna que no alcanzó a quitarse debido a que la regadera de la paya estaba al aire libre.

—Te quemaste un poco los brazos, Takato.

—Ah, es cierto. No me arde tanto, en cambio la arena.

—Yo estoy igual —rio Henry, quitándose igual los zapatos y la camisa—. Tomaré una ducha, ¿no quieres venir conmigo?

—La duda me ofende.

Henry rodeó a Takato con sus brazos, dándole pequeños besos en el cuello y acariciando su espalda. Con lentitud fue quitándole la playera a Takato, sintiendo unos pocos granos de arena aun en la suave espalda del castaño.

Terminaron de desnudarse y entre besos y caricias llegaron al baño. Abrieron la llave del agua caliente y ambos entraron, sin dejar de estar en los brazos del otro en ningún momento. Henry se dio a vuelta, dejando que Takato terminara de quitarle los restos de arena. La imagen era grandiosa, las gotas de agua caían de su pelo, por su nuca, bajaban por su espalda morena, bajando más aún hasta sus redondas nalgas terminaban perdiéndose entre la intimidad de sus piernas. Henry levantó una pierna y la apoyó sobre la pared de la ducha para enjabonar su pierna y su hombría. Takato sentía su pene excitado. Sin decir nada, tomó el jabón y comenzó a pasarlo en la entrepierna de Henry, aprovechándose de la pierna levantada de su compañero de pasión. Pasaba su mano entre sus bolas, levantándolas con el jabón, empujando su miembro viril que comenzaba a tomar dureza por el tacto. El tacto era esplendido tanto para Henry como para Takato.

—Sí que tenías arena allí, Henry.

—Te hago responsable por eso. Yo estaba tranquilo cambiándome, después de haberme quitado la arena cuando tú llegaste y me empujaste al suelo.

—¿Te arrepientes? —sonrió Takato, con las cejas arqueadas.

—Ni un poco —contestó Henry. Se acercó y lo besó, acariciando su espalda y su trasero, apretando sus nalgas de vez en cuando—. ¿Quieres que ahora te ayude yo, querido?

—Si eres tan amable, querido.

Ambos rieron y volvieron a besarse. Entonces los besos de Henry fueron bajando por su cuello, pezones, abdomen, ombligo, disfrutó del ahora suave y liso pubis, para después besar el miembro de Takato. Tomó su pene y se lo metió a la boca, mientras acariciaba sus genitales con el jabón.

—Me harás terminar... Henry... para, para... espera...

Henry sacó su miembro de su boca, para darle un último beso en la rosada punta. Comenzó a besar la base de su pene, dando besos pequeños por su pubis. Nunca llegó a imaginar que le gustaría tanto que Takato estuviera así. Sin embargo sus manos seguían acariciando la privacidad del castaño, pues su mano derecha acariciaba sus bolas con el jabón y su mano izquierda acariciaba el trasero.

—Creo que ya no tienes arena, Takato —rio Henry, mientras daba una acaricia más dura a una de sus bolas, haciendo que el castaño se retorciera por el dolor y el placer.

Henry se levantó y volvió a besar a Takato.

Tanto el calor de la ducha como la de sus cuerpos aumento. Para ese punto Takato tenía a Henry contra la pared, sus cuerpos estaban pegados y sus erecciones chocaban. Henry aprovechaba para acariciar las bolas expuestas de Takato, mientras que su otra mano acariciaba su nuca. Takato sujetaba a uno de los hombros de Henry y con la otra acariciaba su pezón izquierdo.

Henry se separó de Takato y se quedó observándolo directo a los ojos. Sus pupilas estaban dilatadas, respiraba con rapidez y su pulso iba tan rápido como un avión.

—Te quiero demasiado, Takato.

—Y en verdad que yo a ti, Henry, te quiero como a nadie antes.

Henry levantó su pierna derecha y rodeó la cintura de Takato. No hubieron palabras, solo con los ojos pudieron saber todo lo que querían. Takato tomó su pene y comenzó a acercarlo a la entrada del moreno. Henry puso ambos brazos rodeando el cuello del castaño, arqueando su cintura y acercando su entrada al caliente miembro de Takato. Entre gemidos y jadeos, Takato penetró a Henry.

—Ah... Takato...

Henry subió su otra pierna, rodeando la cintura de Takato. Por su parte el castaño sostenía las piernas de Henry con ambos brazos, mientras que Henry tenía el brazo derecho rodeando su cuello y el brazo izquierdo rasguñando su espalda.

Las embestidas continuaron, estando ambos debajo del agua, jadeando, ebrios de placer, ignorando por completo que la familia de Henry estaba en esa casa también. Aunque tenían la seguridad de que nadie oía, poco les importó. Nada importaba, solo existían ellos dos, esa regadera y ese inconmensurable placer.

Takato empezó a embestir con todas sus fuerzas, haciéndolo cada vez más rápido. Sus testículos chocaban contra el trasero de Henry, dando un rítmico golpeteo. Le dolía un poco a Takato, pero no se detendría por nada del mundo.

Por su parte los genitales de Henry estaban atrapados entre su propio abdomen y el de Takato. Le dolía el pubis y el abdomen, tanto por la excitación, tanto por las embestidas que Takato le daba en sus bolas. Sin embargo, la pasión y el deseo valía mucho más, pues el dolor de sus testículos siendo golpeados por el pubis de Takato se sumaba al placer, multiplicándolo a extremos que no pensó posibles. Ya no aguantaba, tuvo que morder a Takato en el hombro para alivianar las fuertes sensaciones que recorrían como una deliciosa tortura todo su cuerpo.

Entre las embestidas, Takato terminó, llenando el interior Henry. Descansaron, recargándose contra los muros de la ducha, recobrando el aliento y dejando que el agua los bañara. Para cuando pudieron mantenerse en pie sin caerse, Takato se agachó y comenzó a hacerle un oral a Henry.

—Faltas tú, Henry.

Usaba su lengua para rodear todo, desde la punta sensible y rosada, hasta la base suave y lisa. Con sus manos acariciaba las nalgas de Henry. El moreno jadeaba, gritaba y suplicaba que se detuviera, pues la excitación era demasiada y no alcanzaba a soportarlo.

Henry sentía un fuerte dolor en el pubis, causa de lo sensible que estaba, era una cantidad de placer masoquista. Henry se retorcía, recargándose contra la pared del baño para no caer de espaldas. Entonces Henry dio un fuerte grito, producto de su eyaculación. Takato no despegó su boca del miembro erecto del moreno, usando su lengua para limpiar la esencia de Henry.

—Jamás... creí —Henry le costaba respirar y sudaba como nunca, notándose a pesar de estar bajo el agua de la ducha—, jamás creí que pudiera sentir algo así.

—Ni yo.

Takato se irguió tanto como pudo, aunque quedándose de rodillas. Abrazó a Henry, sintiendo su pene pegado a su cuello. Sin embargo lo que más disfrutó de ese momento fue pegar la oreja al pecho moreno de Henry, escuchando las rápidas palpitaciones de su corazón.

—Eres el único con quien quiero estar.

Terminaron de lavarse y salieron de la regadera. Se secaron y entraron a la cama, volviendo a disfrutar de la desnudez del otro. Se abrazaron como siempre y se durmieron con plena tranquilidad. Disfrutaron de la hermosa virtud de la ignorancia, pues sin saberlo, aquel momento seria de los últimos donde podrían disfrutar de semejante tranquilidad. 

El día siguiente, terminaría siendo sin duda el peor.


El Viaje a China de Takato y HenryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora