Mis pensamientos me estuvieron atormentando durante horas. Sentía como si me estuviesen dando de martillazos en el cráneo y la garganta la sentía seca y rasposa. Ignorando mi malestar físico recogí mis cosas y me fui. Quería escapar de aquí, necesitaba poder respirar y no creía poder hacerlo en mucho tiempo.
Nada más salir del castillo, saludando a algunos trabajadores que me honoraban por respeto, Etihw y yo pasamos al lado y nos miramos. Me detuve a la par que ella y sentí ese dolor que me acompañaría eternamente al verla.
-Buenas tardes- respondimos ambos, no era con sentimiento, era simplemente un cordial saludo por mero respeto, como se había convertido todo en este maldito lugar.
Me di la media vuelta y paso a paso, con calma y elegancia me dirigí a la salida tratando de disimular la prisa que tenía por abandonar momentáneamente este ambiente tan tenso y falso que me exasperaba.
-¿A dónde vas?- me cuestionó mi nueva aliada. No tenía muy claro si era curiosidad o trataba de controlarme, pero la contesté con la verdad, creo que la primera que la digo desde que comenzamos a convivir.
-A dar un paseo.
Sin mirarla y siquiera esperar respuesta reanude mi marcha y tratando de ser visto lo menos posible, me adentre en el bosque.
Salí corriendo en cuanto el peligro de ser reconocido se desvaneció. Estaba cansado, pero no iba a parar hasta llegar al pequeño prado que se encontraba en mitad de esta arbolada zona.
El sol se estaba ocultando y todo se tornaba de tonos naranjas y rojizos. Los altos árboles impedían que la luz entrara con facilidad y la sombras de las hojas se proyectaban en el suelo, meciéndose muy suave, gracias a la fresca brisa que soplaba cuando entonces lo vi, la pequeña claridad que entraba dando paso a una pequeña zona dónde flores se alzaban buscando los últimos rayos de sol del día y nada más llegar a mi destino me tiré al suelo de rodillas y grité.
Grité hasta sentir como se me desgarraba la garganta.
Grité como si mi vida dependiera de ello.
Grité esperando a que el espíritu de las personas que sacrifiqué por mi egoismo decidieran perdonarme.
Grité con las pocas fuerzas que todavía tenía después de la carrera que me di.
Grité con el poco aliento que mis pulmones poseían en ese instante.
Grité hasta que la voz no me salía y solo podía toser y tuve que parar porque lo siguiente sería devolver el pobre desayuno que tomé.
Ardía, pero el dolor que tenía que soportar diariamente era mil veces peor.
Porque lo que más daño me hacía era saber que todo por lo que lucharon fue en vano porque me bloqueé.
Porque lo que más me hacía sentir miserable era saber que en el momento crucial de la batalla dudé.
Esos días de soledad y oscuridad absoluta fueron el recordatorio del castigo al que me sometí por no luchar con todas mis fuerzas. Y el perdón que recibí no calmará la culpa que me carcomía por dentro.
Porque esta era una herida que el tiempo no iba a curar.
[Y otra vez más, el vals de las torturas vuelve a sonar.]
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El vals de las torturas [Etihw X Kcalb]
FanfictionUna guerra entre dos razas que ocasionó daños irreparables. Un trato donde pactan la convivencia entre ángeles y demonios. Un dolor que perdura en el tiempo y el espacio. ×Eticalb× ×Aviso: hace mucho que me lo jugué y probablemente haya algunos erro...