El vals de las torturas [Etihw X Kcalb]

6. Tarta

Etihw acababa de despertarse después de aquel intenso sueño. Lo que no se esperaba era verme sentado al borde de su cama acariciándola el pelo. Gracias a dios hacía tiempo que me calmé y pude parar de llorar, por lo que no se percató de nada.

-Vaya Kcalb, no sabía que eras un pervertido, supongo que viene en la sangre por ser un diablo.

Esa acusación me tomó por sorpresa, pero era claro teniendo en cuenta que Etihw dormía sin ropa y yo me había quedado a consolarla dormida. Me tensé al momento y me aparté de ella lo más rápido posible a la par que apartaba la cara. Las palabras eran incapaces de abandonar mi boca y un hilillo de balbuceos ininteligibles y pequeños monosílabos eran lo único que podía soltar.

-Bueno, pero al menos habrás disfrutado las vistas, ¿No?

Esa pregunta me pareció que había superado el límite de lo que estaba dispuesto a tolerar, así que rojo como un tomate, abandoné su cuarto y me dirigí al salón de baile.

Era un sitio al que no esperaba que viniera. Necesitaba despejarme y sabía que su primera opción sería ir a mi cuarto a buscarme, pero no me encontraba capacitado a seguir aguantando sus burlas.

Era cierto, ella era hermosa y me había quedado atontando mirandola hasta que reaccioné, pero ese no era el caso, me quedé para cuidarla mientras dormía.

El gran espejo que adornaba una de las cuatro paredes completamente, reflejaba lo que yo ahora era. Un pobre diablo con el pelo revuelto, las mejillas sonrojadas, las hormonas revolucionadas y la respiración agitada. Realmente parecía un adolescente, aunque todo atisbo de inocencia y niñez que pudo quedar en mi en algún momento, se borró con la sangre y agonía de todos los cuerpos caídos en batalla. Pero aqui estaba, como si nada de eso tuviera que ver y solo fuera un joven demonio que acaba de presenciar un momento bochornoso con una chica realmente guapa. Me veía patético.

Para tratar de calmar los nervios decidí ensayar algunos pasos de baile, hacía mucho que no practicaba. Me quité la capa para que no estorbase en mi camino y busqué en una pequeña estantería que tenía discos y un reproductor para ver si encontraba la canción que quería. Escogí el disco que contenía las canciones escritas por Tchaikovsky y pulsé la tercera pista para que sonase el Vals de las flores.

Me situé al centro de la pista y, sosteniendo a una pareja invisible, comencé a bailar al son de la música. Las flautas traveseras comenzaban a sonar junto con el arpa, cautivando mis oidos y mermando mis sentidos, esperando pacientemente a que los trombones se unieran para acompañar gracilmente a los violines que pronto se incorporarían. Me dejé guiar por el compás ternario y, ágilmente realicé los pasos, con una determinación y arte realmente asombrosa. Era una de mis coreografía favoritas por lo que era común para mi bailarlo con naturalidad.

Hacía muchísimo tiempo que no disfrutaba de una canción. Recuerdo que la última vez que bailé esta pieza fue con Reficul, la primera vez que la conocí, era realmente agradable y me sorprendió cuando me contó que a ella le gustaba bailar en su tiempo libre. Fue hace tantísimo ya que la conocí que vagamente recuerdo dónde estábamos, aunque si sé que después del baile yo me tuve que ir. Nunca estuve interesado en mantener una relación romántica con ella pero me habría encantado haber mantenido el contacto. De verdad que fue una pena no haber podido volver a coincidir con alguien con ese gusto a la danza al igual que yo.

La canción seguía sonando con aquel ritmo tan pausado y relajante. Los violines se alzaban por encima de todos los instrumentos compartiendo el centro de atención con las flautas mientras de fondo, acompañando, el sin cesar de los trombones y el arpa creaban una melodía única y hermosa. Tchaikovsky fue un completo genio de su época.