1. Soledad

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Era costumbre despertar después de tener la misma pesadilla recurrente que me atormentaba desde que la desgracia reinó como soberano supremo en el, llamado ahora, Jardín Gris.

Me levanté de mi cama y comencé la rutina de todos los días. Después de salir del baño complemente aseado, Wodahs llamaba a las 10:27 exactas a mi puerta avisándome de que el desayuno estaba listo.

-Enseguida voy- siempre respondía con mi usual tono de voz. A veces me dolía mirarle y juro sentir un puñal atravesarme la boca del estómago mientras todo lo que para mí era el tormento de las noches, se volvía la realidad de mis mañanas.

Me sentaba en frente de Etihw, quien trataba de dar tema de conversación y yo contestaba de la manera más amable posible.

-Buenos días Kcalb, ¿Que tal has dormido?- una pregunta simple y sencilla, no podía contestarla con la verdad.

-Bien, supongo, ¿Y tu?

-Bastante bien la verdad, aunque ha sido poco tiempo porque me costó conciliar un poco el sueño al principio.

El tema se cortó ahí, sin respuesta por mi parte ni continuación por la suya. No tenía muy claro qué decirla. Ethiw trató de sacar nuevamente algo de lo que hablar.

-Creo que deberíamos ir a mirar el trabajo que están realizando en los jardines del castillo, ¿No crees?- notaba un hartazgo en su voz, como si todo esto no fuese más que una farsa a mantener. Un intento de costumbre más sana para todos.

-No puedo. Lo siento.

El único sonido que era capaz de escucharse era el de los cubiertos chocando con el plato y el débil pero audible suspiro que la dios soltó.

Al terminar, mientras ella iba a hacer sus cosas, yo me dirigía al que se había vuelto el lugar más concurrido del castillo para mí.

Entré en el enorme salón de baile y me quité la capa que traía, me situé justo en el centro de la habitación y comencé a bailar.

Un, dos, tres.

Psos firmes y decididos, tratando de demostrar autoridad, creando una falsa sensación de liderazgo donde todos me seguían sin rechistar.

Un, dos, tres.

Tormento y agonía, sentimiento de asfixia. Recordaba la cara de mis compañeros caídos y era difícil mantener el ritmo del principio.

Un, dos, tres.

Casi no se podía ni respirar, solo volver a pensar en toda la destrucción que cree fue suficiente para que dejase de querer seguir.

Un, dos...

Antes de que pudiera darme cuenta, mis piernas me fallaron y caí al suelo. Los latidos de mi corazón retumbaban en mi cabeza y suplicaba internamente que parase.

[Otra vez más, el vals de las torturas vuelve a sonar.]

El vals de las torturas [Etihw X Kcalb]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora