Conociendo al enemigo.

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Después de que Terry descubriera el secreto de Albert, por alguna razón fuera de su autocontrol, no hizo absolutamente nada.

Realmente estaba muy sorprendido ante la noticia y sobre todo que él no lo negara.

Pero también entendió que era muy difícil no enamorarse de Candy, quien tuviera tan solo un poquito de cordura y buen ojo, caería rendido a los pies de tan hermoso mujer, así... Como lo había hecho él.

Estaba perfectamente consiente de la gran belleza que radiaba la pecosa, desde el principio, cuando la conoció, sencillamente quedó enamorado de semejante hermosura.

Pero... No solo fue su belleza lo que lo cautivó, si no que en realidad, se enamoró de esa chispa que vio en sus ojos. En ellos solo se reflejaba la gran pureza de sus sentimientos. Se dio plena cuenta de que ella era tan transparente como lo eran sus verdes esmeraldas.

Es por esa razón que él no pudo juzgar a Albert, por qué el más que nadie sabía cómo era Candy al momento de ayudar a los demás.

Dos días habían pasado desde la última vez que los enamorados se vieron en las tierras de los Andry.

Ambos estaban ocupados con algunos asuntos de sus respectivas familias.

Sin embargo, una joven rubia se paseaba inquieta por todo el jardín de la gran mancion-, daba vueltas y vueltas al rededor de la enorme fuente.

No sabía cómo dar la noticia de su recién estado, no tenía ni idea del como reaccionarian sus familiares cuando se les fuera revelada la noticia, la cual era la más importante y la mejor para ella.

Se le ocurría una idea, pero después de darle muchas vueltas a la misma, terminaba por desecharla.

Así se la había pasado gran parte de la mañana, pensando una y mil formas de comunicar las buenas nuevas.

Bien sabia que por lo menos dos o tres de sus parientes, estarían muy contentos por la noticia.

Pero también tenía bien claro que a otros, no les gustaría para nada su decisión.

Tan ensimismada estaba en sus pensamientos la rubia, que ni tan siquiera escucho que alguien había llegado desde ya hace rato y la observaba con gran detenimiento.

Un joven alto, rubio, de ojos azules y muy bien vestido, la miraba desde el otro extremo de la fuente.

Escondido tras unos rosales, admiraba a la joven rubia, la veía dar vueltas y vueltas al rededor de la fuente central del espacioso jardín, se notaba a leguas que en algo pensaba ya que su rostro estaba serio, algo muy inusual en ella.

Por lo general, la chica mostraba una expresión amable, relajada y siempre, siempre lucia una hermosa sonrisa que deslumbraba y hechizaba a más de un caballero.

No la interrumpió, ni la distrajo de sus pensamientos, estaba muy complacido de verla en ese momento tan íntimo, al menos lo era para él.

Al principio, cuando la vió tan seria, planeó en llegar y tomarla por sorpresa y tal vez... Solo tal vez, le robaría un beso.

Pero después desecho la idea, si ella estaba tan pensativa, de seguro era por un asunto muy importante, así que teniendo eso en mente optó por solo contemplarla en silencio.

La rubia siguió y siguió pensando, pero de repente se sintió observada desde un punto del jardín.

Había estado tan concentrada planeando la mejor manera de decirle a todos que pronto se iría de la mancion -, que ni tan siquiera se percató de que alguien la estaba espiando.

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