La puerta volvió a abrirse. El nieto entró primero, sentándose esta vez en la silla. El anciano se sentó en la cama.
-Bien ¿Listo para seguir, Joaquín?
-Sí, estoy listo.-dijo el joven, mientras se acercó al diario que estaba sobre la mesa.
-¿Recuerdas la fecha?
-1 de enero de 1843, ¿no?
-Sí.
El chico abrió el diario y buscó la página concreta.
"1 de Enero de 1843.
Susan me ha dicho la gran noticia: está encinta de mí. Es... Maravilloso. Nuestra boda ha dado sus frutos. Aún no me puedo creer que por Dhomeror's Hodge correrán unos piececitos pequeños. Desde aquella noche de noviembre no he tenido contacto con el... Algo. Hasta ahora. Esta noche le he visto. En la biblioteca, leyendo la Divina Comedia. No es un espectro. -Hola, Douglas. ¿Cómo estás? No me atrevo a responder a ese ser de piel pálida, sin orejas y vestido con túnicas negras. +¿Quién es usted? -Aquel que puede traerte la gloria... Me llaman... El Conocedor..."
-Se casó. Se casó con Susan.
-No te desvíes de lo importante. El ente. El Conocedor... ¿Qué te evoca ese nombre?
-Algo poderoso. Y la descripción me hace suponer...-dijo Joaquín, tragando saliva.
-¿Te hace suponer?
-Que es un demonio.
-Bien visto. Sí, el Conocedor es un demonio. Pero Trevorson lo define de manera diferente.
-No comprendo.-dijo el chico, dejando el diario en su regazo.
-Ve al 4 de febrero de 1843.
El chico pasó páginas hasta llegar a la fecha indicada.
"4 de Febrero de 1843.
Mi gran amigo, el dios oscuro, me ayuda en mi labor. Es el mejor colaborador que he tenido, a la vez que es el más extraño. Me encanta lo que me cuenta, nunca mi escritura había sido tan fluida como ahora. Susan está arriba, descansando. Nada, un detalle menos a tener en cuenta. Ya he adaptado dos historias. ¡Pardiez! ¡Esto es magnífico!"
Joaquín miro a su abuelo, que tenía una de las manos en el mentón.
-Un dios oscuro... Esa definición me recuerda a Iceleront, no se por qué.
-Es curioso que la mejor definición de Iceleront sea el pseudónimo de algo que es real.
-Parece que ya empezaron a escribir... Dos historias. ¿No serán...?
-No. Escribió las historias tal y como el Conocedor quería para luego ordenarlas según las indicaciones.
-Oh. Comprendo...-dijo el chico, releyendo el párrafo.
-Sé que esto es aburrido. Pero nos queda poco. Avanza al 5 de abril.
El chico volvió a asentir. Ahora que lo sabía todo sobre la veracidad de lo paranormal, no entendía por qué estaba leyendo el diario.
"5 de Abril de 1843.
El libro está terminado. Mi Susan está aún encinta, sus molestas interrupciones me tenían harto exasperado, pero mi trabajo, ¡mi cúlmine!, está acabado. Mi buen amigo y colaborador me ha salvado de la pobreza. ¡Al fin en la editorial sabrán mi potencial!"
Joaquín alzó la cabeza, mirando a su abuelo.
-No comprendo. Se le veía feliz con su vida.
-Se obsesionó. Dejó de lado a su mujer y a su familia. Sólo nos queda una entrada del diario por ver. Mira el 1 de noviembre de ese año.
Joaquín avanzó, buscando la última entrada que le indicó su abuelo. La página que encontró, en cierto modo, le sobrecogió. Las palabras, a pesar de estar traducidas, parecían temblar y desprender dolor por sí solas, como si al que las hubiera escrito le acosase la mismísima muerte.
"1 de Noviembre de 1843
Me llamo Douglas Walter Trevorson. Hace dos meses, cuando mi esposa Susan concibió a nuestro hijo, les expulsé. Les eché de nuestro precioso techo, Dhomeror's Hodge. Creía que me interrumpían en la laboriosa y casi destructiva tarea que un maligno ente llamado El Conocedor me impuso tras acabar y ordenar el libro que hemos escrito. Las historias... Tan terribles relatos nunca habrían podido ser concebidos jamás. La maldición de la obsesión y el dolor han hecho mella en mí. A todo aquel que lea esta entrada, gracias a Dios sabrá que he incluido un manual secreto y una réplica de mi marcapáginas en el libro. Ya viene... La oigo acercarse, hambrienta... Quiere arrastrarme a sus dominios. Perdóname, Susan. Perdóname, David, hijo mío... Perdóname, tío Robert. Rezad porque el Señor se apiade de mi alma... El ser que me acarreó tan terrible tarea, el nombre del Conocedor es... Ph-"
Joaquín miró la hoja. Hasta entonces, no se había fijado en una gran mancha negra que recorría el resto de la página, y en una marca en esa mancha que parecía... La ventosa de un pulpo. Ahora sí estaba asustado de verdad. Petrificado, más bien.
-Dios...
-Lo sé. Esa misma expresión tuve yo cuando leí esa entrada.
-¿Se lo llevaron al Infierno?
-No. Y aún vive.
-¿Qué? ¿Trevorson está vivo? ¿Dónde?
Su abuelo alzó la cabeza y señaló el libro con el mentón.
-Su alma está en alguna de las historias. Creo que en una a la que no llegué.
Joaquín miró el libro, con cierto temor. Así que esa era la razón por la que su abuelo le había preguntado si se había leído alguna historia.
-¿Cómo pudo ser?
El anciano se levantó y miró por la ventana de la habitación.
-El Conocedor, cuando acabaron el libro, le retó a una treta que Trevorson no concibió en un principio, pues su obsesión llegó a tal extremo de repudiar a su familia por la fama literata. Le retó a que se terminase el libro, que se lo leyera de cabo a rabo. Gracias a Dios, escribió un manual al final del prólogo para que no siguieran su suerte.
-Las reglas, ¿verdad?
-Touché.
-Y... Entonces, ¿qué pasó?
-Que, al parecer, casi enloqueció de culpa y dolor. No pudo soportar la fuerza y malevolencia de las historias y se dejó una sin terminar. Y el "demonio" de esa historia... Se lo llevó al interior del libro como castigo.
Joaquín miró la página de nuevo. Se dio cuenta de que había sido acabada de forma forzosa, quizás con un forcejeo. De ahí la gran mancha negra que debía de ser de tinta. Y parecía que ocultaba a drede el nombre del Conocedor. Decidió que esa cuestión la trataría más adelante, pues seguro su abuelo también lo sabía.
-Ahora que lo sabes todo... Estás listo para empezar a leer el libro, Joaquín.
ESTÁS LEYENDO
La Distorsión
FantasyLos cuentos que conocemos no son siempre como los creemos. ¿Por qué siempre ganan los mismos afrontando retos aparentemente imposibles SIN cargo aparente de conciencia de si hacían justicia realmente? ¿Por qué las princesas están condenadas etername...