Capítulo 3 - Las imposible verdad

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Joaquín tocó el timbre de la casa de su tía-abuela con algo de urgencia. Estaba nervioso en cierto modo, pero sabía disimular bien sus sentimientos.

Se olvidó de ir a hablar con su abuelo cuando se puso en ello, y durante una semana ni se acercó al libro. Pero a diferencia de lo que pensaba, las pesadillas se repitieron: las mismas pesadillas que tuvo cuando miró las láminas se repitieron en el mismo orden, cada noche. Supo llevarlo en silencio, pero cada vez le costaba más dormir por culpa de unas simples pesadillas y se estaba preocupando.

Se enteró el jueves de que su abuelo estaba ya hospedándose temporalmente en casa de su tía-abuela, así que allí estaba la tarde del día siguiente. Dispuesto a preguntar qué diantres era ese libro.

Al instante, su tía-abuela África, una mujer que debía rondar la edad de su abuelo, le abrió la puerta.

-Ay, mira quién ha venido. Si es el sol de mi Joaquín.-dijo, con una ligera sonrisa de alegría.

-Hola, tía-abuela.-dijo el joven, dándole dos besos a su tía-abuela. Se descolgó la mochila que llevaba al hombro, dejándola en el suelo.

-¿Cómo estás, hijo?

-Estoy perfecto, tita.-Joaquín dio un bostezo, tapándose la boca. La falta de sueño por culpa de las pesadillas era más que evidente, pero su tía-abuela no lo sabía.

-Eso me alegra mucho. ¿Qué te trae por mi casa, corazón?

-Venía a ver al abuelo. Quería preguntarle un par de cosas. ¿Está en la casa?

-Oh, sí que está. Estará en su cuarto, seguro.

Y como si hubieran sido unas palabras mágicas, una puerta al fondo del pasillo se abrió, y al poco, el viejo Carlos apareció en el salón y vio a su nieto.

-¡Joaquín, qué bien te veo!-dijo el anciano, acercándose al joven y palmeándole la espalda.-¿Qué te cuentas?

-Nada, abuelo, quería hacerte un par de preguntas.

-¿Sobre qué, Joaquín?

-Entonces, creo que os dejaré libre el salón y...-dijo la anciana, yendo a la cocina con intención de preparar algo.

-No, no, no, tita; de verdad... No estaré mucho tiempo. Abuelo, ¿podría ser que... Lo hablásemos en privado?

El anciano, que hasta entonces sonreía con suavidad, puso una expresión algo más seria, como sorprendido y confuso a la vez.

-¿Tan importante es?

-Sí.-dijo el chico, con cierto convencimiento, y volviendo a coger su mochila del suelo.

-¿Has conocido a alguna chica ya, Joaquín? Espero que no sea como la niñata esa de tu primo Lucas... Qué pinta de guarrona tiene.-dijo la mujer, haciéndose una bandeja con un trocito de milhoja y una taza de café.-¿Es eso?

-¡África, por amor de Dios! ¡Eso no se pregunta!-dijo Carlos, con un cierto tono bromista de molestia.

-¡Ay, deja que le pregunte al niño, viejo chocho!-dijo África, ciertamente molesta, y dicho esto se fue a su cuarto, a ver la tele.

Nieto y abuelo rieron suavemente a la vez.

-Nunca cambiarás, ¿verdad, abuelo?-dijo el chico.

-Tu abuela ya me cambió de por sí y no, no pienso cambiar.-dijo el anciano, orgulloso.-Entonces al cuarto, si tan privado es ese asunto.

El chico asintió y se llevó la mochila al hombro, y acompañó a su abuelo hasta la habitación, donde había un escritorio con dos estanterías laterales, repletas de libros. Una silla de escritorio con ruedas estaba guardada en el hueco de la mesa. La cama estaba frente al escritorio, y sobre ésta había una estantería con figuras de diversos personajes de películas y videojuegos.

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