El joven Ferdinald levantó la cabeza hacia Ricardo. No podía creerse lo que su tío le había enviado.
-¿E-está... Ratificada?-dijo Ferdinald, ligeramente temblando. No podía asumir aún lo que había leído. Resultaba imposible...
-Está vegificada. El sello es el de vuestga casa, Von Gitz.
-Y el indulto está reglamentado, aunque no se aprobará.-dijo Bonniferli, secamente, acercándose hacia el joven germano.-A menos que explique qué es el causante de tal urgencia en su tío y para que tengamos que mandar un soldado a su casa.
-Por la gloria de San Carlos, dígame que no lo ha dicho en serio.-dijo Ricardo, levantándose para mirar al comandante florentino.-¿Es acaso usted un insensible?
-No me refiero a eso, majestad. Sólo digo que puede ser que el duque Johann se preocupe en demasía por su sobrino y cual niño mimado lo envíe a casa por miedo.-dijo Bonniferli.
-¿Es que acaso no ha leído la cagta, amigo? Gegmania ha sido, ¡qué digo! Está siendo sitiada.
-Pongo la mano en el fuego a que es una excusa barata.-dijo el florentino, mirando a ambos nobles.-No dudo de la valentía de este joven, ni de la de su casta. ¿Pero no resulta descabellada la idea que se expone en el documento?
-Aún así, Barbarroja ha recibido informes similares. No es un hecho aislado. Todas las solicitudes están pendientes de aprobación.-dijo Ricardo, tajante.-Al parecer es verídico.
Bonniferli lanzó una fugaz mirada a Ferdinald antes de volver a la ventana, suspirando.
-No podemos mantenernos sin las ayudas de Barbarroja. Saladino nos aplastará.-dijo, tragando saliva.-Pone la misión en situación crítica.
-Por la Santa Cruz que Dios no querrá que esta misión fracase.-dijo Ricardo, dando un golpe con la mano en la mesa.-Barbarroja nos ha cedido ésta en particular porque el rey Klaus es muy amigo suyo y conoce a los Von Ritz. ¿No es así, Ferdinald?
-¿Ehm? Oh, sí, sí.-dijo el joven, que se había quedado absorto leyendo la carta de su tío otra vez.-Coincidí con la familia de Barbarroja en una recepción del predecesor del rey Klaus, el rey Guillermo.
-Entonces está todo al parecer aclarado.-dijo Ricardo, sentenciando tajante.-Hablaremos con Barbarroja mañana para preparar la partida de las tropas.
Aún compungida mi alma por el relato que mi tío narraba en su carta, no lograba hacerme una idea de lo que sucedía. Parecía imposible. Sin embargo, las palabras del rey Ricardo pronto iban a verse cambiadas.
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Charles Schmidt andaba por los pasillos de las mazmorras, mirando a los prisioneros. En cierto modo, los infieles le daban lástima. Eran como él, sólo que no adoraban al Señor. Sin embargo, buscaba una prisionera entre las celdas. Le extrañó no encontrarla.
-Centinela.
-¿Sí, comandante?
-¿Se ha cambiado la ubicación de la presa 2316?
-Charles...
Aquella voz femenina le hizo virar la mirada hacia la salida. Una musulmana con su vestido típico miraba al joven con ojos brillantes de tristeza.
-¡Damira!-dijo el joven cruzado, acercándose a la dama.-Damira, ¿estás bien?-dijo, acariciando los brazos de ella.-Te he estado buscando.
-Charles, yo...
-Damira, ¿qué os ocurre? Os noto... Triste.-dijo el joven, buscando la esquiva mirada de la doncella árabe.-¿Os preocupa algo, milady?
-¿No estábais prometido, Schmidt?-dijo una voz grave tras la pareja. Monpergilli estaba allí, cruzándose de brazos.-Veo que las palabras y promesas son... ¿Cómo decirlo? Volubles.-dijo, ladeando una sonrisa de satisfacción. Lo sospechaba. Hubo un par de días que esa prisionera no estaba en la celda.
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La Distorsión
FantasiaLos cuentos que conocemos no son siempre como los creemos. ¿Por qué siempre ganan los mismos afrontando retos aparentemente imposibles SIN cargo aparente de conciencia de si hacían justicia realmente? ¿Por qué las princesas están condenadas etername...