Prólogo

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Olivia bostezó. Ella no era de esas personas que son allegadas a su familia, y sabía eso desde que tenía memoria, y siempre estaba presente en ella la desunión que en su casa usualmente gobierna. Así que no le importaba mucho.

Su hermano mayor, Jacob, estaba más al pendiente de sus entrenamientos de soccer en la preparatoria, de las fiestas que los de universidad ofrecían, y de que sus padres no lo atraparan consumiendo toxinas, o el nombre más común, drogas. Olivia no terminaba de entender el porqué su hermano tenía la necesidad de consumir ese tipo de sustancias, pero la respuesta llegó de inmediato cuando vió una tarde a sus amigos.

Sí, igual de raros y drogadictos que su hermano.

Sus padres no pasaban mucho tiempo en casa, solo lo que era estrictamente necesario: el día y la noche. Eso si se acordaban de que tenían hijos, porque había veces en que ni siquiera llegaban a dormir a casa. Pero Olivia dejó de preguntarse sobre la ausencia de sus padres cuando olvidaron su cumpleaños número trece. Dejó de importarle estar sola.

Aunque, siempre había una excepción. Y a Olivia le encantaba esa excepción: el hermano mayor de su madre, Ted Wheeler, vivía en un pintoresco lugar en Indiana: Hawkins, exactamente. Y amaba completamente el lugar, que era imposible no pensar en él sin siquiera sonreír.

La familia de ella antes vivía en Hawkins, cuando tenía alrededor de cuatro o cinco años, pero tuvieron que irse cuando a su padre le ofrecieron una oportunidad laboral en Londres, su actual hogar. Y no es que no amara Londres, pero en Hawkins se sentía como parte de una familia, no como una extraña que vagaba por el hogar de otros extraños que convivían con ella lo que era meramente necesario.

Y si era sincera consigo misma, lo odiaba. Odiaba mucho que su familia tuviera otras necesidades más importantes que la unión misma. Odiaba que solo podía hablar con sus padres cuando su hermano y ella programaban una cita con Amanda, la secretaria de la empresa en la que sus padres vivían.

Por eso no dudó ni un segundo en cuanto su madre le ofreció la oportunidad de irse un par de semanas a Hawkins con la familia de su hermano: Los Wheeler.

Los Wheeler eran muy diferentes de los Master–Wheeler, que era la familia de ella: sus padres no tenían muchas ocupaciones, pues mientras su tío Ted trabajaba en una empresa que estaba a las afueras de Hawkins, su tía Karen era ama de casa y se encargaba de cuidar de su pequeña prima Holly.

Nancy era la única prima a la que le tenía la suficiente confianza para contarle sus problemas, y siempre recuerda cuando ella lloró toda una noche hacía ya un par de años cuando le confesó que esperaba que tuviera una vida amorosa mucho mejor de la que tuvieron sus padres.

Y Mike... Michael siempre fue su primo favorito, por encima de mucha gente de su familia que también adoraba con todo su corazón; pero la relación que ambos tenían era única y especial, demasiado estrecha para tratarse de una simple relación de primos. No, ellos eran mejores amigos: el hermano que el otro deseó.

Y tenía ya muchos años que ambos no se veían, una década completa sí era exacta, pero las llamadas y las constantes cartas entre ellos nunca fallaban, aunque se demoraran demasiado en ser recibidas y entregadas.

"Vuelo 1827 con destino a Indiana, favor de abordar"

La voz de la azafata la sacó de sus pensamientos.

Tomó las maletas que reposaban a su lado y sonrió: llegaría a Indiana dentro de diez horas, y no pudo evitar formar una mueca al recordar las dos horas que tendría que viajar en autobús; pero podía seguir pensando en su desafortunada vida que olvidaría por cuatro meses que esperaba que pasaran con mucha lentitud.

Nadie se despidió de ella, y un nudo en la garganta se formó cuando pasó cerca de los familiares que se despedían de otras personas, sin importarle la hora tan temprana que era en Londres.

Tres de la mañana y ella estaba despierta, definitivamente estaba loca.

Sabía que pronto toda esa sensación de abandono sería reemplazada por la de felicidad plena cuando llegara a Hawkins, el lugar que ella siempre amó.

Olivia dió su boleto de avión junto con su visa y se sentó en el asiento asignado que tenía, justo al lado de una ventana; el día estaba húmedo y frío, y pequeñas hojas de tonos rojizos sobrevolaban en el Aeropuerto.

Suspiró cerrando los ojos y sonriendo; sacó su walkman y se colocó los audífonos. La azafata dió órdenes de despegue, abrochó su cinturón y pronto la presión comenzó a descender.

Finalmente iba a su hogar.

Hey, Master! || (b) hargrove. || Stranger Things Donde viven las historias. Descúbrelo ahora