Epílogo

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El aroma fresco de la pintura me saca una sonrisa. Muevo mi pincel por el lienzo y pinto aquello que ha estado en mi mente por días. Es solo un paisaje, nada especial, pero sentí que necesitaba pintarlo. Mezclo colores y mientras voy pintando la idea original de la pintura queda en el olvido mientras una nueva idea aparece en mi mente. Usualmente me sucede siempre lo mismo. Me encierro en mi estudio a pintar algo y termino pintando algo totalmente diferente.

La puerta de mi estudio suena tres veces y escucho unas suaves risas desde el otro lado de la puerta. Ellas saben que no deben molestarme mientras estoy en mi estudio a menos que sea una emergencia. Pero para ellas todo suele ser una emergencia. Dejo el lienzo a un lado y me limpio las manos antes de quitarme el plástico sobre mi ropa que utilizo para no mancharme. Camino hasta la puerta y al abrirla me encuentro a mis dos hijas de pie con una sonrisa.

Valentina, mi hija mayor tiene esa mirada que me dice que algo ha tramado. Ella es como yo, muy impulsiva, vivaz y siempre se está metiendo en problemas. Amy, mi hija menor es todo lo contrario. Ella es dulce, tímida, le gusta estar en su habitación leyendo o armando rompecabezas.

—¿Cuál es la emergencia? —les pregunto tratando de mantenerme seria.

Valentina es la que me responde.

—Galletas. —dice ella a modo de explicación y le hago una seña para que siga hablando. —Tratamos de hacer galletas.

Cierro los ojos al imaginarme lo que sucedió al escucharla decir eso. Me puedo hacer una idea de cómo quedó la cocina. Esto no puede ser bueno.

—Valentina, Amelia ustedes saben que tienen prohibido ir a la cocina. ¿Dónde está Dana?

—Salió a comprar comida para preparar la cena. Y estamos en la cocina porque, Amy quería galletas.

Amy mira confundida a su hermana y Valentina le da un leve golpe en la pierna mientras le guiña un ojo.

—Lo siento, mami. —me dice Amy.

Le pusimos Amy por la madre de Santiago. Amy Rachel. Y Valentina se llama así porque nació un catorce de febrero. Valentina Rose, Rose es por mi difunta abuela.

—Valentina, ya hablamos sobre mentir. —le digo. —Una mentira no es bueno.

—Papá y tú se casaron por una mentira que tú dijiste, mami. —me dice algo divertida Valentina.

¿Pero quién le dijo eso? Varios nombres vienen a mi mente, pero estoy segura que fue Peyton.

—Papá y yo nos casamos porque nos amamos. —estiro mis manos para que ellas me den sus manos y las llevó de camino hasta la casa.

El desastre en la cocina es peor de lo que yo imagine. Hay harina por todas partes, mucha, pero mucha harina. ¿De dónde sacaron tanta harina? Hay huevos quebrados en el suelo y polvo de hornear y chocolate. Si Santiago ve esto...

—¿Dónde está su papá? —les pregunto.

—Salió. —responden las dos al mismo tiempo.

Asiento con la cabeza mientras pienso en como limpiar todo esto antes que Santiago lo vea. Le doy indicaciones a Valentina y Amy para que me ayuden y empezamos a limpiar. Cuando Dana regresa de hacer las compras se ríe y nos ayuda a terminar de limpiar. No sé cuánto tiempo tardamos en limpiar todo, pero cuando por fin terminamos me siento agotada. Llevo a las niñas a tomar una ducha y luego las dejo con Dana mientras yo me voy a bañar.

La noche en que nos conocimos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora