Lost on You

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Me despierto con un punzante dolor en mi cabeza. Abro los ojos poco a poco y reconozco la habitación de Santiago. Me siento en la cama y lo veo a él dormido en el otro extremo de la cama. A diferencia de la otra vez, ahora si recuerdo que pasó anoche. No bebimos demasiado, pero era tarde y yo tenía sueño, así que me trajo a su casa. Le pedí otra camisa negra porque debo admitir que me encantan sus camisas negras, me acosté en su cama y me quedé dormida enseguida. Seguro él se acostó después.

—Pareces casi humano mientras duermes. —le digo en un susurro.

Luce tranquilo, más joven. Me gusta como se ve mientras duerme y no puedo reprimir el impulso de querer dibujarlo. Busco mi cartera y encuentro un lápiz, pero no encuentro papel. Salgo de la habitación y busco a Dana para pedirle una hoja en blanco. Ella muy amablemente me consigue algunas hojas y también me da una bolsa con ropa que Santiago mandó a pedir para mí. Vuelvo a la habitación de Santiago rogando para que él siga dormido, para mi buena suerte, él sigue profundamente dormido. Me siento en el piso frente a él y empiezo a dibujar. Quizás después lo dibuje cuando este despierto, me gustaría mucho poder dibujar sus ojos grises.

Cuando termino de dibujar dejo el dibujo sobre la cama y camino hasta la ducha. Cuando salgo de bañarme Santiago ya está despierto y leyendo unos papeles.

—Buenos días, cariño, gracias por el vestido. —lo saludo—¿Cómo dormiste?

Él murmura un bueno día, pero no aparta la mirada de esos papeles. Tiene que ser algo muy importante porque no deja de leer. Veo como frunce el ceño y yo busco otra de las hojas que me dio Dana para poder dibujarlo. Mientras me acomodo en el piso para poder seguir dibujándolo él me mira de reojo pero no dice nada.

—Es agradable dibujarte.—le digo para responder a una pregunta que él no ha formulado.

Sigo dibujando y me gustaría tener en este momento mis acuarelas para poder plasmar el color de sus ojos, el brillo de su mirada, el contraste de su camisa negra contra su piel.

—Algún día tienes que dejar que te pinte, me encantaría pintar tus ojos.

Él no me responde pero estoy segura que algún día me dejará.

El familiar sonido de mi teléfono me hace volver a la realidad y dejar mi dibujo a un lado. Busco el teléfono y miro por un momento el nombre en la pantalla antes de contestar.

—¿Estás desocupada ahora? ¿Nos podemos ver?

Ni un hola y mucho menos un cómo estás, va directo al grano, eso es algo muy raro en él.

—Sí, nos podemos ver. ¿Dónde estás?

—En la cafetería cerca del hotel.

—Estaré ahí en quince minutos.

Recojo el dibujo que aún no está terminado y lo doblo para guardarlo en mi bolso. Guardo mi lápiz y mi teléfono, busco el otro dibujo, pero no lo veo.

—Me tengo que ir. —le digo a Santiago.

Él asiente con la cabeza.

—Te escuché, te vas a ver con alguien. Adiós.

Me cuelgo el bolso del hombro.

—Sí, con Guillermo. —No sé porque le estoy dando explicaciones. —Santiago, le diré hoy a mis padres que quieres hablar con ellos, ya sabes, para que pidas mi mano.

Él murmura un sí y sigue leyendo.

Cuando llegó a la cafetería no es necesario que busque a Guillermo, él está sentado en la primera mesa frente a la pared de vidrio mirando a la gente caminar por la vereda mientras bebe su café. Sus ojos que siempre me han mirado con cariño y amabilidad hoy me miran con tristeza mientras me acerco a la mesa. Cuando me siento frente a él, la tristeza en sus ojos crece.

—Hola. —lo saludo.

Un silencio incómodo nos invade cuando él no responde a mi saludo y vuelve a mirar la calle como tratando de ordenar sus pensamientos.

—Hola, Hope.

Suena triste y me siento mal al ser la causante de su dolor. Me siento realmente mal por él.

—Quería verte antes de irme, adelanté mi vuelo. Sale hoy en la tarde. —guarda silencio por un momento. —Quería despedirme de ti y desearte que seas muy feliz.

Recuerdo el momento cuando lo conocí, recuerdo el instante exacto que nos conocimos y lo tranquila que me sentía con él. Recuerdo como estuvo conmigo en mis peores momentos, en mi cumpleaños cuando no pude viajar a ver a mi familia o en aquella Navidad que decidí quedarme porque me enteré que Emmanuel se iba a casar. Recuerdo que tuve una fuerte crisis de ansiedad, estaba congelada en el piso de mi habitación en posición fetal y no podía respirar. Él me encontró y me llevo al hospital y se quedó todo el tiempo conmigo, me ayudó a controlar mi dolor, siempre estuvo ahí conmigo, apoyándome y tratando que yo sea feliz.

La noche en que nos conocimos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora