Prólogo

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Y allí estábamos los dos, frente a frente. Ese era nuestro final juntos. No me atrevía a mirarle a los ojos y decirle: adiós. Esa simple y pequeña palabra atravesaba todo mi ser, dejándome indefensa. Él pareció darse cuenta de todos mis pensamientos y suavemente levantó con su mano mi cara, obligándome así a mirarle los ojos. Creí perderme en la profundidad y la intensidad de su mirada. Esa mirada que me perseguiría en mis sueños. Y creí morir cuando se acercó a mí para depositar sobre mis labios un delicado beso. Me había propuesto ser fuerte pero fue entonces cuando todas mis fuerzas se vinieron abajo, como una gran muralla al derrumbarse. Y así los dos abrazados y fundidos en ese beso perdí la noción del tiempo. Sólo existimos nosotros en ese momento, nadie más porque solo nosotros eramos los importante. Hoy día, desearía haber permanecido en sus brazos toda la eternidad. No me importaría, estaba cómoda a su lado, no tenía que ser una persona diferente, porque él me quería tal y como era y yo a él. No teníamos que cambiar, porque nos habíamos enamorado de personas con defectos y, creo, que por eso nos entendíamos tan bien. Pero la cruda realidad no era de color de rosa, todo el mundo lo sabe:

-Debo irme- dije en un hilo de voz.

- Lo sé. Siempre lo he sabido.

- Entonces...- comencé a decir pero él me interrumpió.

- No tiene importancia ahora.- Y eso era cierto, ahora no importaba ya nada.

Y una luz blanquecina me envolvió y poco a poco todo comenzó a distorsionarse, los cuadros, los pinceles, pero él seguía ahí de pie a mi lado. Pronto sus rasgos comenzaron a difuminarse empezando por los rasgos faciales, hasta que solo fue una mancha. Hizo gesto de gritar algo, pero nunca llegué a oírle.

La luz comenzó a perder intensidad, dejando a la vista todo aquello que me rodeaba: un banco, una sala y un cuadro, ese maldito cuadro. El ambiente me resultaba familiar: había vuelto y nunca le volvería a ver. Y las lágrimas brotaron de mis ojos, sin poderlo remediar, junto a un torrente de emociones descontrolado.

Aunque el tiempo nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora