Capítulo 14

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Estaba siendo una total adolescente dramática como si me acabara de dejar mi novio

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Estaba siendo una total adolescente dramática como si me acabara de dejar mi novio. Encerrada en mi cuarto sin querer hablar con nadie, acostada en mi cama a oscura escuchando música triste. ¿En qué me había convertido?

Lo único que no podía hacer era silenciar mi mente. Era una constante de pensamientos de porque lo había hecho, porque me sentía así, porque había salido corriendo... lo peor de todo, es que aún no me podía creer que había tenido un seudo ataque de ansiedad. ¿Por qué?

Mi cabeza siempre ha sido un laberinto retorcido, y a veces pareciera que solo me pierdo en la oscuridad. ¿Pero tener un ataque por acostarme con un chico? Eso es nuevo y me asustaba como mil demonios. Tenía que volver al psicólogo para que me ayude a resolver esto. Claramente no estoy pudiendo sola y hay que saber cuándo pedir ayuda.

Aún peor, no creo haberme arrepentido de lo que paso, por lo menos no del todo. Me aterroriza buscar explicaciones, indagar en el cómo me sentí, porqué lo deje pasar, y más aún en lo que estoy sintiendo ahora.

No debí irme como lo hice, lo sé. Fue una rastrera forma de huir, pero simplemente no puedo evitarlo. Soy una cobarde, cuando siento que no puedo enfrentarme algunas situaciones mi cuerpo se activa en automático y simplemente el pánico me invade.

Me encantaría ser la chica fuerte y valiente que a veces parezco ser, pero solo es una coraza para protegerme. No me estoy justificando por lo que hice, no fue una decisión madura, pero no conozco otra forma de afrontarlo. Cuando las cosas me sobrepasan solo quiero huir. Correr lo más lejos posible y ponerme a salvo. ¿Si no arriesgo no te lastiman, no?

Lamentablemente siento que ya me lastimaron. Me duele como si lo hubiesen hecho, y la realidad es que nadie hizo más que nada yo para hacerlo.

No recuerdo hace cuanto no estaba tan angustiada. No era que estuviese llorando a moco tendido, era más bien un enojo angustiante al punto de sentirme asfixiada. Había lágrimas, tampoco voy a mentir, pero mis días estaban llenos de duda y falta de ganas. Y no podía enojarme con nadie más, porque nadie tenía más la culpa que yo. Lo único que hacía era ir a la facultad y de vuelta a mi cuarto, incluso hasta había cerrado la puerta.

Daba vueltas en mi cabeza una y otra vez a la situación, a toda la noche más bien, y trataba de pensar en todas las posibles versiones de lo que podía haber hecho para que fuese distinto. Y todo pareciera llevarme a revivir momentos en mi vida que solo quería borrar. Estaba prisionera de mi propia psiquis y no podía salir.

Un sábado a la tarde Cata entró a la habitación hecha un témpano. Abrió las ventanas, corrió las cortinas, me quitó las mantas y se paró junto a mi cama convertida en una fierra. Ni si quiera me dio tiempo a reaccionar, quedé tiesa hasta tenerla al lado.

—El tiempo de auto-flagelo terminó en este instante.

Intenté aferrarme a la cama en gruñidos de protesta, pero la luz en los ojos me estaba molestando demasiado. Era como un vampiro saliendo de la cripta en la mañana.

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