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¡Dib aquí, recuerden activar el domo y el aire acondicionado; el sol podría causar grandes estragos en su cuerpo o su domicilio si no sigue las indicaciones! - Sonrió esta vez a la cámara con el rostro más "normal" que pudo, puesto que sus sonrisas de alegría tendían a siempre verse forzadas o aterradoras. La transmisión esta vez era obligatoria para todas las casas en la zona afectada, y procedería a repetirse interminablemente hasta que alguien la viera. Soltó un suspiro cuando la cámara dejó de grabar.

...Odio con toda mi alma ver tu cara cada mañana advirtiéndome de cosas cómo el clima para tenerme viva unas horas más. ¿Sabes que moriremos, cierto? - Gaz vio el anuncio matutino en su celular (se reproducía en todos los dispositivos posibles), poniendo el aparato en Mute para no escuchar la voz de su hermano dos veces (ya la escuchaba mientras grababa el video en la cocina). Frunció el ceño mientras masticaba el desayuno.

No deberías ser tan negativa; ¡Papá quiere que mantengamos a todos vivos por el mayor tiempo posible, hasta que el dé con una solución! - Trató de sonreír con ánimo esperanzador, pero como bien sabía, su hermana jamás sucumbiría ante ello.

Los sabotearía si pudiera - Comentó al final, masticando su desayuno una última vez antes de dejar la mesa. Dib decayó un poco al escuchar aquello; ¿estaba seguro de que era humana? Hasta Zim parecía más humano que ella - Pero somos familia, supongo. Esto nos acabará juntos... o algo así. Lo que sea

Subió la escalera corriendo después de aquello: Las tareas para Gaz se acumulaban arriba. Se sintió un poco mejor al saber que su hermana realmente los apreciaba, a su manera al menos; Podía decir lo que quisiera ahora, pero de su mente nunca se olvidaría de la vez en que comenzó a temblar de terror entre la multitud bajo el pensamiento de la muerte pronta a llegar. Sonrió al pensar en su familia unida hasta el final de los tiempos, protegiéndose los unos a los otros siempre, sin dudar ni temer jamás... se protegerían como seguro su madre hubiese deseado que hicieran.

Sonrió al recordar a su madre... bueno, al menos al recordar la foto que su padre guardaba con tanto esmero para que nadie más que él la viera de vez en cuando. Había tratado de rebuscar muchas veces entre sus recuerdos, hasta el más antiguo que pudiese tener, pero su madre nunca aparecía en ninguno: eran solo el, su padre y Gaz. Recostó la cabeza en la mesa de la cocina para descansar de sus pensamientos, y no queriendo distraerse más, se levantó del taburete y procedió a activar el domo.

La casa quedó en penumbras cuando la semi-esfera de metal recubrió la vivienda y evitó la entrada de la luz solar; Dib encendió las luces que quedaban cerca del área en que estaba para poder iluminar lo suficiente, y ya sin más se dirigió a su habitación. No sabía que podía hacer hasta la llegada de la hora indicada por Zim el día anterior, pero de sólo recordarlo se formaba una sonrisa en sus labios... ¿Quizá podía pasar el rato retomando su profesión en lo paranormal? Era sin duda una buena idea.

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¡Saldré ahora, padre! - Gritó Dib con algo de fuerza, a pesar del silencio sepulcral con el que siempre cargaba la casa; Gaz en su habitación y su padre en el subterráneo... no era mucho ruido el que podría haber más que el de algún martillo o metal que repentinamente cayese al piso en el laboratorio del hombre mayor. Dio un suspiro antes de aproximarse a la puerta.

Tomó el traje que había allí, cerca del perchero, y comenzó a ponérselo; primero los pies en esas botas metálicas, luego deslizar la tela extrañamente rígida por su cuerpo hasta meter sus brazos en las mangas y abrocharlo atrás dificultosamente por los guantes integrados al traje. Probó su capacidad de movimiento con molestia e incomodidad, luego poniendo el casco de metal sobre su cabeza sin antes dar un salto por el repentino sentir helado del objeto; dentro tenía algo cómo bolsas de hielo científicas para no sucumbir al calor... o algo así, esa era realmente una de las cosas que nunca había podido entender acerca de ese traje.

Abrió la puerta con una mueca de molestia perceptible, y tratando de no chocar con nada, logró salir al exterior. De ahí hasta el borde del domo era un trecho corto, pero con la incomodidad del metal haciendo peso en sus pies, pareció una eternidad sin duda; sus piernas delgadas se movían con gracia, y si Gaz ahora estuviera mirando por la ventana, de seguro tendría la escena más graciosa de su vida ante ella. Sin pensar más en ser la burla de la familia (Sabía que siempre lo había sido. Quizá hasta era la burla de la ciudad entera) tomó entre sus manos el metal de forma redondeada, y con todas sus fuerzas comenzó a girarlo hasta que la pesada puerta de metal se abrió; salió del domo recibiendo el calor exterior de inmediato, alarmándose inmediatamente y cerrando la puerta de emergencia tras de si. Luego caminó sin más hasta la casa de Zim.

A cada dificultoso paso que daba, (Sonando siempre con un estruendo la pisada de metal en la calle de concreto) su cabeza volteaba a ver los diferentes lugares de la calle ahora teñidos con un aspecto completamente diferente; a dónde quiera que miraba había semi-esferas grises de metal en donde días atrás deberían de haber hogares. Lo que no estaba cubierto y a una temperatura estable, parecía lentamente bajo la radiante luz del sol. Había visto cosas así otras veces; claro que había salido antes con ese mismo traje, solo cuando había una emergencia que lo requería, pero nunca antes se había tomado el tiempo de observar a su alrededor y darse cuenta de cómo realmente estaba su amado planeta tierra.

Caminó a paso tranquilo (aunque no demasiado, pues seguía con la idea de que podría quemarse si tardaba mucho), divisando finalmente al final de la calle la única casa que no estaba revestida en metal... la anterior vivienda del Invasor Zim. Abrió la puerta con cuidado al momento de llegar, dando gracias a los guantes que traía por la imposibilidad de quemarse al hacer contacto con la madera; se adentró más y más, logrando de vez en cuando observar algunos objetos plásticos derretirse con lentitud... ¿a cuánto estaría el calor allí afuera?

Entró al elevador y fue abajo, esperando con ansias que la temperatura estuviese nivelada para por fin poder quitarse ese incómodo casco. Cuando llegó, se aproximó a la gran pantalla nuevamente, igual que el día anterior y quitándose valientemente el objeto de metal que llevaba en la cabeza, esperó ansioso que la pantalla volviese a encenderse.

Ya estoy aquí Zim

disturbia   -   ⌠zadr⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora