1- Él.

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El cielo amenazaba con desplomarse, las gotas de agua golpeaban a las ventanas, las nubes arremolinadas coloreaban de un tristón gris oscuro al día y la basura flotaba libre, llevada por las corrientes de agua

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El cielo amenazaba con desplomarse, las gotas de agua golpeaban a las ventanas, las nubes arremolinadas coloreaban de un tristón gris oscuro al día y la basura flotaba libre, llevada por las corrientes de agua. Así era ese día, 28 de junio de 2025. Los animales callejeros se refugiaban donde podían; los monzones habían llegado uno tras otro, sin parar, ocultando así a cualquier haz de sol.

...

Un chico, Willphen Cosle, de dieciocho, miraba hacia fuera por la ventana. Sus cuatro gatos se encontraban dentro con él, no necesitaba preocuparse por ellos. Si se sentía inquieto era por su padre, Lexender Cosle. Lexender Cosle, de treinta y ocho, era padre soltero pues su novia, al poco tiempo de nacer Willphen, lo abandonó con el niño recién nacido. Lexender y Willphen tenían una buena relación, hablaban de sus cosas, pero...también mantenían sus secretos.
Y ahora, Lexender no llegaba.
<<Tal vez se habrá quedado atrapado en algún lugar>> pensó Willphen al mirar en la pantalla de su celular que pasaban de las 19.00. Al apagarse la luz del aparato, el muchacho contempló el reflejo en la pantalla negra: sus ojos heterocromos, uno azul y otro verde, el cabello rubio cenizo. Decidió que tomaría una ducha y no pensó más en su padre.

A lo lejos, cientos de metros por encima, en la tormenta, algo se acercaba. Podría decirse que era una nube de rayos que se acercaba a Cassea. Una paloma imprudente voló fuera de su escondite y eso bastó para que cayera con el cerebro frito.

...

Lexender se encontraba tendido en la habitación de un hotel. A su lado en la cama, lo acompañaba una joven mujer pelirroja. Lexender le había mentido a Willphen sobre salir al trabajo, pero en verdad iba a echar un polvo con la mujer. Ahora, por la tormenta, su vuelta a casa se retrasaba. El hombre se alzó del lecho y caminó desnudo hasta la ventana. Fuera, por entre las nubes, creyó detectar un relámpago rojo. Seguramente fue su imaginación, se dijo frotándose los ojos antes de volverse hacia la mujer.

...

Aburrido, en casa, Willphen encendió el televisor. Ya se había vestido con el pijama azul y encerrado a los gatos en otra habitación. Tras adelantar algunos canales, sintonizó un canal para adultos y se bajó el pantalón. Momentos después, cuando acabó, apagó el televisor y tomó nuevamente su móvil. Justo en ese momento retumbó un rugido atronador: un poste de luz cayó al suelo y media Cassea se quedó sin electricidad. Willphen pegó un salto al quedarse la sala a oscuras.
-¡Rayos! - Los gatos arañaban la puerta de su habitación, así que se aproximó para abrirla de un airado tirón. Los animales huyeron disparados de allí. Willphen rebuscó bajo su cama y sacó tres velas manchadas, que encendió y colocó con cuidado en la mesilla de la sala -Bueno, ya se veía venir... - comentó en voz baja, sentándose y estirando la mano para alcanzar su teléfono. Al presionarle el botón de desbloqueo, este no encendió -¿Ahora qué rayos te pasa, basura estúpida? - al retirar la tapa para extraerle la batería, un olor acre a circuito frito le llegó hasta la nariz
¿Cómo era posible?
Un cristal rompiéndose en la cocina volvió a ponerlo alerta. Con los vellos de la espalda erizados, Willphen se levantó del sofá y dio pasos trémulos hasta la cocina. El alivio lo inundó al ver que Luna, su gata negra, había tirado el vaso que estuviera en la encimera.
-Me asustaste - reprendió a la gata, dejando el celular inservible sobre la mesa para acercarse por la escoba para barrer los vidrios, no fuera que alguno de los gatos fuera a lastimarse. Cuando terminó, se echó de nuevo en el sofá. El piso se movía y por la nariz le escurrió algo. Al llevarse la mano allí, ¡contempló sangre! Pegó otro brinco pero cayó de nuevo al sillón, sintiéndose escaso de fuerzas. Los ojos se le fueron cerrando, sin embargo, Willphen no estaba dispuesto a rendirse; Apoyado en su brazo izquierdo, gruñó hasta ponerse en pie. Sus tobillos flaquearon entonces, cayó sobre una de sus rodillas y su barbilla impactó contra el suelo.
...

Lexender se relajaba bajo la vaporosa ducha cuando el estruendo del rayo se escuchó hasta el hotel. A oscuras, tomó la toalla y se la envolvió alrededor de la cintura.
-¿Qué ha pasado? - La mujer le contestó que un rayo acababa de golpear un poste de luz. Con un nudo de ansiedad formándosele en la garganta, Lexender tomó su ropa para vestirse -Lo siento, Lulian, pero mi hijo está solo en casa - Lulian no respondió nada a eso y su compañero abandonó a veloces zancadas la habitación. Lexender trotó hasta llegar al estacionamiento y subió al auto. Los relámpagos seguían restallando como látigos al cielo, los truenos lo ensordecían cada poco; con el ronroneo del motor al meter la reversa con la palanca, el hombre barajeó la posibilidad de que el auto lo dejara tirado a medio camino.
...
Willphen despertó. Aún estaba mareado, como pudo comprobar después de despegar la mejilla del frío suelo, allí donde la sangre se encharcara. Desconocía el tiempo que había permanecido tendido, pero supuso serían más de diez minutos. Tras comprobar que ya no le sangraba la nariz, fue al lavabo a lavarse la cara. Solo cuando salió, se percató de la corriente de aire helado que entraba por la puerta abierta de la cocina, aquella que daba al patio.
Alguien extraño estaba dentro de la casa, se dijo asustado al cerrarla. Con los ojos a punto de desbordar lágrimas, registró toda la planta alta. No había nadie. Ya más tranquilo, volvió a echarse en el sofá y contempló a tres de sus felinos, que comían en ese momento de sus platos.
<<¡Diablos!>>
Corrió a la puerta que daba al patio, abriéndola. La lluvia seguía intensa y los relámpagos multicolores continuaban con su danza ahí arriba en las nubes. Allí estaba el gato anaranjado, debajo de una tabla de madera para protegerse del torrente implacable.

...

Lexender tamborileaba en el volante del auto, ya a cinco semáforos de su hogar. En la radio sonaba una canción en alemán que no reconoció en ese momento, pero que conectaría posteriormente, meses después, como Irgendwie, Irgendwo, Irgendwann. Aceleró el auto eléctrico al ponerse en verde, necesitaba ir más rápido, ese algo dentro de él se lo decía.
...
Willphen corrió al armario de habitación, de donde sacó el impermeable para colocárselo sobre la cabeza. El gato maullaba desesperado a su dueño. El chico se mojó los pies al salir al patio y se quitó el impermeable, para acto seguido envolver al ensopado gato con él.
-Ya, ya, Quicky. - Quicky miró al cielo y el muchacho lo imitó. Ambos vieron los relámpagos, a Willphen le parecieron hermosos, era lo más bello que jamás hubiera visto.
...
En ese preciso momento, Lexender se detenía frente a la casa. Corrió hacia la puerta protegiéndose de la lluvia con el maletín y, en el alero, sacó la llave de su bolsillo.
...
Willphen continuaba hipnotizado por los relámpagos rojos, azules, verdes, amarillos, celestes, rosas, morados, de todos los colores: se movían como serpientes y los truenos seguían. El corazón del muchacho palpitaba rápido y sentía un alivio extraño invadiéndolo. Ya no escuchaba a Quicky, que lloraba en sus brazos.
En el momento en el que Lexender entraba por la puerta llamando a voces a su hijo, en ese instante en el que Lulian, lejos, se encontraba con otro hombre, un rayo bajó del cielo y golpeó a Willphen Cosle. Lexender tuvo suerte de que el sonido no le reventara los tímpanos; ignorando el pitido en sus oídos, corrió hacia la puerta del patio. Willphen ya no estaba allí, solo se veía la mancha carbonizada del impacto.

Solo quedaba el impermeable azul. Los relámpagos coloridos desaparecieron, nadie los notó.
¿O sí?

𝐍𝐨 𝐄𝐬 𝐔𝐧 𝐒𝐢𝐦𝐩𝐥𝐞 𝐑𝐚𝐲𝐨 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora