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La habitación donde Maclet Shaking permanecía recuperándose era custodiada por la policía

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La habitación donde Maclet Shaking permanecía recuperándose era custodiada por la policía. Los oficiales rara vez entraban a la habitación, por lo que la mayoría del tiempo el muchacho estaba solo en la nívea habitación silenciosa que apestaba a medicamentos.

El tic tac en la cabeza de Maclet no paraba nunca, ni siquiera por la noche. Sabía que debía irse.

Por la puerta ingresó el comandante Sler Clomper, luciendo unas espantosas bolsas bajo los ojos.

—Maclet, he conseguido por fin que todos los policías se vayan. De aquí en adelante solo estaré yo contigo.

—No importa lo que hagas. El mundo llegará a su fin. Todo se perderá. —Maclet dobló el cuello hasta que solo su cabeza estuvo incorporada, los ojos oscuros clavados en el ceniciento semblante de Clomper— Lo vi. Vi tu muerte.

.....

—Tienes que tranquilizarte —dijo Elcar a Willphen en la cocina. Se encontraban sentados en sendas sillas, uno frente a otro.

—Sé que debo de estar imaginándome todo esto. No es real, tú no eres real.

—Lo soy, todo esto que está sucediendo es verdad. Tú eres un elegido, puedes salvarnos a todos del mal. Eres diferente a los demás, que no aguantaron la verdad...

Willphen pateó la silla al levantarse —Llévame con mi padre, ¡ya!

—No puedo hacer eso —contestó Elcar sacudiendo la cabeza —Te necesito, te necesitamos.

—Mira, no es mi problema acabar con toda esta basura, ni me interesa. Solo quiero que me dejen en paz.

—¿Qué parte de que no volverás a verlo no entiendes? —Elcar se alzó también de su silla, temblando. Antes de que Willphen reaccionara, una patada en el estómago lo hizo doblarse en dos, arrojándolo contra una de las encimeras. El mueble se cimbró y varios objetos cayeron sobre la cabeza de Willphen; él resbaló desde ahí y quedó postrado en el suelo —¡Todo esto sucede por tu culpa, tú eres el responsable, ¿y no te interesa "esta basura"?! —Willphen soltó un bramido de dolor cuando recibió otra patada en el torso que lo derrumbó de bruces.

—¿Por qué yo, Elcar? —El otro detuvo su avance, estaba listo para darle otro puntapié.

—Yo era como tú. Vivía con mi papá. Tenía una hermana...Jenali solo tenía trece años cuando el cielo se abrió y ellos salieron. Mataron a todos. Vivo todos los días deseando volver atrás, a esos días en los que amaba, me enojaba, cuidaba de los gatos con Jena, reía con papá por algo de la tele... Ahora, el odio es lo único que siento. —Willphen trató de soltarse del tentáculo que, salido de la espalda de Elcar, se enroscaba en su cuello. El muchacho, en cuclillas, le acercó su rostro, los irises heterocromos, uno celeste, el otro violeta, brillándole como faros —Tienes que aprenderlo.

Willphen cerró los dedos en torno al mango de un objeto alargado que habría caído desde la encimera. Como se ahogaba, no lo pensó mucho: clavó hasta la empuñadura el filo. Elcar barbotó con un sonido estrangulado y la nariz de Willphen recibió un escupitajo de sangre y saliva. La punta del cuchillo le sobresalía de un costado del cuello, del otro el mango. El tentáculo se aflojó y Elcar se derrumbó sobre el suelo mientras el otro tosía para recuperarse y alejaba con el pie el cuerpo inerte.

𝐍𝐨 𝐄𝐬 𝐔𝐧 𝐒𝐢𝐦𝐩𝐥𝐞 𝐑𝐚𝐲𝐨 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora