Tic, tac… Las manecillas del reloj seguían su marcha.
En Algún Lugar
Willphen recobró la consciencia entre gemidos de dolor: el pecho le quemaba, la cabeza lo estaba matando. Aún con la visión borrosa, distinguió que se encontraba en la sala de su casa, atado de pies y manos a una de las sillas de madera de la cocina. Antes de agradecerle demasiado a la suerte por tener la boca libre, unos pasos detrás suyo le erizaron la piel. Antes de que pudiera volverse, las puntas de unos dedos le acariciaron el cuello y un encapuchado se puso frente a él.
La cara del extraño se mantenía en penumbra. Afuera, mirando a través de la puerta abierta de entrada a la casa, la lluvia seguía martilleando el concreto de la calle.
—¡¿Dónde estoy, y quién es usted?! —exigió el chico con los ojos húmedos, tratando de distinguir algún rasgo en el pozo oscuro donde la cara de la persona debería estar.
—Quién soy, o de dónde vengo, eso no importa. Lo que deberías preguntarte es, ¿qué sucederá después? —el peso de su mirada aplastaba a Willphen; era un hombre, por su voz masculina —Me da gusto que estés aquí.
—Si no me desatas ahora, ¡gritaré! —. El Hombre alzó solo un poco la cabeza encapuchada y la grisácea luz dejó entrever una media sonrisa; antes de que le diera la espalda al muchacho, este lanzó un clamor de ayuda que casi ahogó la última frase del extraño:
—Hazlo, rómpete la garganta si quieres. Nadie vendrá a salvarte.Cassea
Las celestes luces encendidas, de un par de patrullas de la policía, titilaban fuera de la casa de Lexender. El padre de Willphen se aguantaba las lágrimas porque no quería que ningún oficial lo viera llorar. Ni siquiera el teniente Sler Clomper, incluso si eran amigos de la infancia. Aunque no le mostrara la que creía era debilidad, Lexender confiaba en Sler.
—Lex, necesito que hablemos —dijo Clomper apenas bajaran todos de las patrullas. Ordenó la inspección de la escena a los otros tres oficiales, dejándolo todo en sus manos; cabeceó hacia la cocina y Lexender lo siguió allá. Clomper tomó asiento en una de las sillas e hizo una seña para que el otro lo imitara. La mancha de sangre seca en el piso de la sala, frente a ellos y visible a través la puerta, atrajo la atención de ambos.
—Haremos todo lo posible para encontrar a tu hijo, debes confiar en mí —aseguró Sler, oprimiendo el hombro de su amigo con fuerte mano. Lexender apartó la vista de la mancha marrón como si no pudiera soportarla más y rompió en estremecidos sollozos—: Sé que ustedes son muy unidos, créeme que comprendo lo horrible que es esto para ti, pero todo tiene una explicación lógica. Es nuestro trabajo encontrarla, y lo haremos.
Lexender se levantó con tanta brusquedad, que la mesa se movió de su sitio —¡Le cayó un rayo a mi hijo! El suelo está quemado, no hay cuerpo, ¡no hay nada! —Sler se alzó despacio de su asiento. Era mucho más alto que Lexender, y adelantó su mano oscura en un intento de tranquilizarlo —¡¿Qué puñetera explicación vas a darme tú?! ¡¿Por qué está su sangre ahí?!
—Estamos en ello, Lex, te pido que creas en nosotros. Te regresaremos a Willphen....
<<Tres años en los exploradores deberían ser útiles>>
Así pensaba Willphen, girando sus muñecas para soltarse. Tras minutos de dolor, una salió, después la otra. Forcejeó hasta desatarse los pies también. El extraño ese, sin duda, era malo para los nudos.
La puerta estaba abierta.
¡Ya era libre!
Tras atravesar un portón alto de metal, ya cruzado el patio, se encontró en la calle.
Sin embargo, algo no estaba bien. Cassea no era una ciudad fantasma. Su Cassea tenía autos, árboles, ¡personas!
Esta no era Cassea.
El muchacho corrió a toda velocidad hasta que algo, húmedo y pegajoso como gusano gordo, se le enroscó en el tobillo izquierdo y jaló con fuerza, haciéndolo caer de bruces al suelo. Aterrorizado, trató de soltarse del tentáculo retráctil. Su intento hizo que la presión en su tobillo aumentara a tal grado que le arrancó un aullido adolorido.
El tentáculo lo arrastró de nuevo hacia la casa, lo introdujo por la puerta principal.
En la sala, lo esperaba una visión aterradora. El hombre estaba allí, de su espalda salían más tentáculos exactamente iguales al que apresaba a Willphen por el tobillo.
—Jamás volverás con tu padre, es inútil que lo intentes —. Dio un paso hacia delante —Tú me perteneces ahora —terminó, antes de que otro tentáculo se dirigiera hacia el chico, que trató de protegerse del golpe que lo dejaría inconsciente — lo siento, pero es necesario.…
Cuarenta y ocho horas después, el timbre sonó en la casa Cosle. Lexender, creyendo esperanzado que sería Willphen, saltó del sofá donde llevaba derrumbado los últimos dos días. No ocultó su decepción cuando el chico de cabello castaño alzó con timidez una mano.
Solo era Maclet, uno de los amigos de Willphen.
—Buenas tardes, señor Cosle…
—No es un buen momento, Maclet. Verás…
—Lo sé, señor Cosle. Lo siento mucho —. Los ojos negros de Maclet estaban llenos de lágrimas; Lexender se preguntó qué tan ensimismado estaba consigo mismo que no se había dado cuenta al abrirle.
—Pasa, pasa… —el muchacho se adentró solo un par de pasos después del quicio de la puerta, se quedó allí balanceándose sobre puntas y talones.
—No estaba seguro de que sería una buena idea presentarme…
—Te agradezco que estés aquí. Parece que eres el único amigo de Willphen al que le importa, porque solo tú te has presentado.
—Usted, ya sabe… cuenta conmigo para lo que necesite. Aunque Willphen y yo peleamos…
—Lo sé, él me contó —. Maclet dejó caer la cabeza y asintió. Unos fuertes puñetazos en la puerta de entrada asustaron al muchacho. Lexender avanzó hacia la puerta. Era Sler Clomper.
—Tengo noticias, Lex —Maclet se escurrió a través de la rendija del quicio de la puerta abierta que el enorme cuerpo de Clomper no conseguía tapar. El teniente le echó una breve mirada al cabizbajo muchacho antes de proseguir—: Hay algo curioso que me tiene muy intrigado. Sígueme —. En la patrulla, Sler sacó una laptop que se veía pequeña entre sus enormes manos. La encendió, pasándosela al confundido Lexender —Nuestras cámaras funcionan sin electricidad. Todas grabaron el momento de impacto de los rayos. Ahora, mira atentamente. —El teniente señaló un punto en la pantalla, donde podía apreciarse la cámara de vigilancia del vecino. Al impacto del rayo en el suelo, la cámara se destrozó sin motivo aparente al desaparecer Willphen—. Otros tres rayos, en otras tres casas diferentes, cayeron a la hora exacta de este. Todas las cámaras de vigilancia de esos sitios se inutilizaron justo al segundo que tu hijo desaparece. Ahora, lo que te diré a continuación te será muy chocante —aseguró Sler— Los jóvenes que viven en esas tres casas, se han suicidado.
—¿Qué demonios dices, Sler? —Lexender devolvió la laptop a Clomper.
—El parabrisas… —Sler estiró la mano para tocar una pequeña grieta que había aparecido en la parte baja, justo encima del tablero. —. Hay más grietas cómo está en todas las ventanas de las viviendas, no se cómo explicarlo.
—¿ Crees que esto tenga algo que ver con la desaparición de mi hijo?
—no lo sé Lex. Los chicos en el departamento no quieren dejar el caso. Mañana serán los funerales de los suicidas. Te prometo que yo seguiré investigando por mi cuenta. Este algo… te juro que lo averiguaré....
Maclet arribó a su casa a las 22.49. Sus padres no comentaron nada al respecto, lo dejaban ser puesto que, para ellos, era normal que un muchacho de su edad llegara tarde. El chico se metió a su habitación, echó el cerrojo y se sentó al borde de la cama sin encender la luz. La claridad del alumbrado público de la calle lograba colarse a la habitación a través de la ventana con las cortinas descorridas; en la pared opuesta a Maclet, se lograban distinguir más de un par de retratos enmarcados de Willphen.
—Es solo cuestión de tiempo, Ellos llegarán. —se sacó una pequeña perla turquesa del bolsillo del pantalón, la colocó sobre el libro en la mesilla de noche. Después, se acostó sobre el colchón—. Él no desapareció solo porque sí. —el chico se abrazó las rodillas hasta adoptar una posición fetal, y rompió en llanto...
Willphen se alzó del suelo frío de la cocina. El hombre encapuchado, con los brazos cruzados, se recargaba indolente contra el refrigerador.
—Es cuestión de tiempo, Willphen.
—¿Tiempo para qué? —replicó él, sobándose la adolorida espalda.
—Para Él, para el final. Hay muchas cosas que necesito explicarte. Pero aunque quiera hacerlo no puedo....
Mientras repasaba los vídeos de las cámaras, que Clomper le pasara, Lexender comenzaba a atar cabos. Ese sueño recurrente que tuviera de niño…
—No me importa lo que tenga que hacer, no te dejaré ir —el hombre salió al patio, examinó el suelo y después alzó los ojos al cielo estrellado—, se lo juré a tu abuela.…
Fuera del planeta había algo, ajeno a los humanos, y que desataría lo peor en estos.
Esto, era la Razón de Todo.
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𝐍𝐨 𝐄𝐬 𝐔𝐧 𝐒𝐢𝐦𝐩𝐥𝐞 𝐑𝐚𝐲𝐨 ©
General FictionLa desaparición de un chico es la clave para evitar los planes de un grupo, El reinicio. Jamás será lo mismo. Obra registrada. Prohibida su copia y/o adaptación. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. Portada hecha por @Akire_Saitam. Agradezco la ayuda a @...