Día 3- Océano y Estrellas

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El océano estaba de fiesta. La hija mayor del Rey Enji contraería matrimonio con uno de sus generales más fieles. Un suceso tan importante en la familia real, merecía un festejo igual de imponente. Así que la diosa de la Luna, fue invitada. El reino de las sirenas y tritones, le debían, en gran parte, su existencia a la diosa Momo; pues sin la influencia de la Luna en los océanos, la vida en el mar no sería como la conocen. La bella diosa bajó hasta el mar, honrando a su viejo pueblo con su presencia. Y como siempre, su séquito de estrellas la acompañaba.

—Es un placer tenerla con nosotros en este día tan especial –la fuerte y gruesa voz del rey del océano Pacífico, resonó en el salón, haciendo callar a los presentes. –El placer es para mí –la melodiosa voz de Momo llegó a los oídos de los cortesanos. Las jóvenes estrellas permanecían tensas ante la mirada de los tritones; pues su trabajo era cuidar a su diosa, y devolverla a salvo al templo que era su hogar. Un trabajo muy difícil, pues su belleza era un gran imán de miradas indeseadas. Sin embargo, la diosa de tez pálida, permanecía de pie frente al imponente tritón, esbozando una cálida y tranquila sonrisa.

El murmullo de los invitados apenas si era perceptible, mientras la diosa y el rey hablaban de forma cordial, bajo la atención de los presentes. Todos, salvo uno. El más joven de los príncipes, miraba a las invitadas de honor con una muy bien fingida tranquilidad, pues por dentro, moría de aburrimiento. Hasta que sus ojos bicolor, se posaron en lo que creyó, era la criatura más bella que hubiera visto jamás. La joven estrella permanecía ansiosa, detrás de la bella diosa, mirando con recelo a su padre y hermano, o incluso a algunos guardias. Tan embelesado estaba con la hermosa joven de cafeína, que no notó la mirada oscura de la Luna sobre él, sonriendo ante la inocencia de aquel enamoramiento.

El sequito comenzó a caminar, hacia el puesto designado para ellas. En su interior, el Príncipe Shoto se decepcionó de no poder seguir contemplando aquellos bellos ojos, que miraban con una mezcla de sospecha y admiración el enorme palacio. Su hastiada expresión se posó en el piso del gran salón, mientras oía el balbuceo que era el discurso de su padre. Apenas si pudo devolverle la sonrisa a su hermana, mientras ella le regañaba en silencio por comportarse así ante la presencia de su progenitor. Luego de largos y tediosos minutos, la música volvió a inundar el lugar, dando comienzo a la ceremonia y festejo de la boda. A la mitad de la noche, Momo bendijo a la pareja, obsequiándolos con un baile de parte de sus Estrellas, maravillando a todos los presentes.

Mientras la fiesta seguía, la Luna y sus Estrellas, permanecían en un solo lugar, hablando de vez en cuando con aquellos que se acercaban a saludar a la Diosa. — ¿Por qué no van a disfrutar de la velada? –la dulce voz de la morena llamó la atención de su cortejo. –No podemos dejarla sola, mi señora –habló Jiro, mirando confundida a su risueña diosa. –No estaré sola. Además, los tritones y sirenas son mis hijos... nunca me dañarían –prosiguió la joven, mirando con ternura a los presentes. Las estrellas se miraron entre sí, no muy convencidas. –Si les parece bien –volvió a hablar Momo. — ¿Por qué no se dividen en turnos para quedarse a hacerme compañía? No me gusta ver que se aburren como almejas en esta fiesta tan linda –insistió la diosa, sonriendo con picardía al ver las reacciones de sus chicas. Luego de un momento, la mitad de las estrellas se dispersaron entre los invitados, degustando los platillos, o bailando con algún tritón.

Una hora después, el grupo regresó, relevando al resto de sus compañeras. Mina y Ochako se separaron del resto, directo a la mesa de postres. –Para ser marinos, son muy ricos y dulces –exclamó la alegre estrella rosa, terminándose un pastelillo. –No deberías subestimar las habilidades ajenas –soltó la castaña, tratando de imitar la voz de uno de sus profesores. Ambas estrellas comenzaron a reír, llamando la atención de algunas sirenas cercanas. –Iré a buscar algo de beber; este bizcocho está muy dulce –murmuró Ochako luego de un rato. Mina asintió, tomando otro dulce, casi sin prestarle atención a su amiga.

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