Perdidas

19 1 0
                                    

Me removí en mi cama, estaba tan incómoda. ¿Por qué mi cama estaba tan dura? Y... ¿quién dice mi nombre? Es... ¿Day?

- ¿Day? -susuré- Déjame... dormir...

- No, Anna, ¡Despierta! -gritó, y la cabeza me dolió. Abrí mis ojos y gruñí al ver el techo... Que no era el techo de mi cuarto, sino el cielo rocoso de una caverna.

Miré a mi prima y me sorprendí al ver su cara llena de polvo y con rasguños. Toqué mi frente y sentí líquido en ella, miré mis dedos y tenían sangre.

- Dios mio... -musité. Esto no podía ser real.

- Anna... Los demás no están. Anna, estamos solas -su voz estaba quebrada por el temor. Y sus ojos no extraban otra cosa que no fuera lo asustada que estaba.

Me levanté y limpié con mi camisa mi cara. Respiré profundo e intenté no dejar que el pánico me dominara... Pero era tan difícil...

Day y yo pasamos lo que se sintieron como horas pero no había forma de saber, buscando una salida.

El techo de la caverna era alto, demasiado y la única salida se hallaba entre el techo y una de las paredes. Se trataba de lo que parecía un grieta de la menos dos metros de largo pero desde abajo no podíamos saber con exactitud qué tan ancho era y si podíamos pasar por allí.

Lo que sí sabíamos era que solo podíamos salir si Day lograba agigantarse. Todavía no sabíamos bien cómo funcionaba, ella no podía controlarlo.

Sentada en el suelo la vi arrugar la cara por el esfuerzo mental que hacía para intentar crecer. El estómago me rugía, no había comido en todo el día.

- Vamos... Vamos, tú puedes -se repetía Day una y otra vez -. ¿A quien engaño? Ésto es inutil.

Solté un chillido ahogado. Day estaba tirada en el suelo, yo la estaba viendo, y aquello último lo había dicho sin abrir la boca. Pero lo escuché, lo escuché a la distancia como las voces que había escuchado antes. Pero esta vez lo había entendido.

- ¿Qué te pasa? -preguntó Day, mirándome como si estuviera loca. Y lo estaba, al parecer.

- Day... Day creo que puedo leer la mente -confesé y ella se echó a reír, tal vez por mi cara de pánico o porque le parecía una estupidez. Pero no podía serlo, después de todo ella podía cambiar de tamaño.

- ¿Lo dices en serio?

- Muy en serio. Pero no sé controlarlo, aunque antes escuchaba susurros que no entendía, y ahora acabo de escuchar tu pensamiento muy claro.

- Mierda -dijo-, ahora tendré que cuidar lo que pienso. Bien, intenta controlar eso pronto porque no quiero que leas mi mente.

- Bueno, y tú intenta crecer. Eso sería muy útil -suspiré, me dolía tanto la cabeza, y tenía tanta hambre. Estaba molesta, frustrada, asustada, aturdida.

Recosté la cabeza contra la pared húmeda y cerré los ojos. Se me ocurrió que podía intentar leer la mente de los demás, para saber donde estaban o si al menos vivían, pero estaba tan cansada que no podía siquiera seguir pensando.

Abrí los ojos cuando sentí la tierra temblar y me puse de pie de inmediato. Terremoto, lo que faltaba.

Me giré y vi que no, no era un terremoto, era mi prima la gigante.

- ¡Sí! ¡Sí, soy la puta ama! ¡Soy la reina del universo entero! ¡Me amo! -exclamó con alegría. Su voz sonaba mucho más alta y hacía doler más mi cabeza pero estaba tan contenta que no me importaba.

Day me tomó en sus manos, como yo la había tomado antes a ella, me agarré como pude cuando me subió y tuve que hacer mucho esfuerzo para entrar por la grieta. Pero lo logré.

Miré a mi alrededor y me encontré en un bosque. No me lo esperaba. Alrededor de la grieta habían grandes árboles que no tapaban la luz que nos había ayudado a ver dentro. No se podía ver muy lejos, solo había árboles y nada más. No se escuchaban animales, solo el suave sonido de las hojas movidas por el viento... Y la voz de mi prima.

- ¡Anna, no sé cómo salir yo!

- Intenta romper el techo. Mete los dedos por la grieta e intenta abrirle un poco más. Lo suficiente para que metas tu brazo y pueda tomarte de la camisa...

- Y entonces me vuelvo a mi tamaño -terminó lo que yo quería decir, y liego dijo:- No, mejor me pongo más pequeña para que me puedas cargar.

- Sí, exactamente.

A continuación, Day hizo exactamente lo que le dije y, por suerte, lo logramos.

Estabamos fuera de la cueva.

- Ahora, vamos a buscar comida porque me muero de hambre. Espero que alguna de estas matas sea de mango... -dije. Y eso hicimos, caminamos y buscamos algún mango pero nada, no había ni mangos ni ninguna otra cosa.

- Estoy harta de esta mierda, no me quiero morir. Tengo que casarme con mi Jose -se quejó mi prima, sentándose bajo uno de los árboles, apoyando la espalda contra el tronco.

- Sí, también estoy harta. Pero tranquila, vamos a lograr salir de aquí. No vamos a morir -intenté animarla, pero ni siquiera yo estaba segura.

No estaba segura de nada, porque no entendía nada, salvo que todo era una locura.

- Es un lugar tan hermoso... En otras circunstancias disfrutaría mejor esta paz... -musité mirando a mi alrededor.

- Vamos a necesitar un milagro... Dios... Estoy tan asustada... Quiero llorar... -se lamentó la voz lejana del pensamiento de mi prima y yo intenté ocultar que la había escuchado.

Necesitaba controlarlo, no podía andar por ahí escuchando la mente de todo el mundo. Después de todo nuestros pensamientos son solo nuestros, y sentía que era irrespetuoso escuchar los pensamientos ajenos.

Day y yo nos quedamos dormidas bajo aquel árbol cuando el sol empezaba a bajar, deseando que nada de esto fuese un sueño eterno.

La Aventura Más Épica De TodasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora