CAPÍTULO 14

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Dos días.

Dos malditos días desde que Tony y Morgan se marcharon. Dos días en los que la casa permanecía en absoluto silencio. Un silencio vil que le recordaba constantemente a Steve el gran error que cometió. En más de una ocasión, creyó escuchar el eco de las escandalosas carcajadas de sus hijas retumbando en la sala, los regaños o bromas de Tony, y el desafinado canto de ambas cuando jugaban al karaoke.

—¡¿Qué hice para merecer esto?! —Solía exclamar Tony cuando las escuchaba, al tiempo qué se tapaba las orejas con las manos y hacía gestos graciosos.

Steve admitía que el chillido de ambas podía ser acribillante, pero amaba sus voces risueñas y prefería tenerlas así que distanciadas. Prefería los gritos escandalosos en lugar del silencio melancólico que bullía la casa.

Mary se había encerrado en su habitación desde entonces. Salía únicamente para almorzar o acompañar a su abuela en sus paseos diarios. No conversaba con ánimo como antes ni presumía haber completado sola sus libros de cálculo. Miraba a un punto fijo de la habitación, con el horrible peluche de Morgan en manos, perdida en sus pensamientos.

Steve había intentado hablar con ella, suavizar su enfado, pero solo ganó un gruñido y lágrimas por parte de Mary. Ella lo odiaba. Bueno, odiar era una palabra muy fuerte, y sabía que Mary lo quería demasiado. Simplemente su enfado perduraba indeleble.

No podía culparla. Apenas conocía la existencia de Morgan, pero eran muy unidas e imparables. Unas semanas cada seis meses no compensarían el tiempo que pasaban separadas.

Él, por su parte, intentó ocupar su mente en tareas domésticas o de trabajo. No había pisado la casa de Nat todavía, porque estaba seguro de que obtendría un buen sopetón de hacerlo. Natasha se lo había advertido, y esa mujer siempre cumplía sus amenazas.

El sonido retumbante del timbre atrajo su atención. Suspirando, terminó de colocar los cubiertos en fila y fue hacia la puerta.

Bucky se encontraba parado, con las manos en los bolsillos de su chaqueta y una expresión tranquila. Cuando Steve lo invitó a pasar, se encaminó al sofá y se desplomó.

Steve lo imitó. Ambos aguardaron en silencio, mirando hacia el televisor que se encontraba apagado.

Agradecía que Bucky haya ido a visitarlo en lugar de Nat. Con él, se sentía libre de hablar de sus errores sin temor alguno. Bucky le señalaría lo que estaba haciendo mal sin juzgarlo realmente. Comprendería su punto de vista y expresaría su opinión con objetividad sin llegar a herirlo.

—Steve —habló, por fin, sin separar la vista del frente.

Steve suspiró, cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir.

—Lo sé. —Su voz fue un susurro casi inaudible—. Lo eché a perder. Tenía la intención de resolverlo (¡lo juro!), pero Sharon apareció y todo se fue por la borda. ¡Dios! Debí haberlo lastimado.

Bucky por fin enfocó sus ojos en él.

Steve se sintió acorralado por su expresión de desagrado e irritación.

—Eres un imbécil —le dijo.

Estuvo de acuerdo, y lo evidenció encogiéndose de hombros.

—Lo sé.

Era un imbécil. Un imbécil que logró lastimar a sus seres queridos y dejó escapar a Tony en más de una ocasión.

—Y lo estabas siendo mucho antes de encontrarte con él. —Bucky se recostó en el sofá y soltó un pesado suspiro. Steve, para ocultar su vergüenza, miró al suelo e hizo círculos con el pie—. Steve, es tu familia. Los amas y no eres feliz estando lejos de ellos.

The parent trap (Stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora