La casa finalmente se había quedado tranquila. Habían sobrevivido a un tumultuoso día, y tenían muchos eventos en puerta. Renato Quattordio se permitió relajarse. Brevemente.
Gabriel Gallicchio—novio, amigo, encargado del hogar y pacificador— roncaba pacíficamente a su lado mientras Renato se quedó mirando el ventilador del techo. Otro muro escalado, otra tormenta superada. Lo estaban haciendo muy bien juntos en esto de la negociación de la vida.
Sus hijos estaban tranquilos, relajados, incluso Emilia se esforzaba por mejorar para la paz en la casa. Se recordó que sus hijos aún eran demasiados pequeños y que necesitaban, querían y merecían atención.
Y con la designación para Subcomisario sería en unos pocos meses.
Y con Gabriel, su roca, su novio, su compañero en todo el sentido de la palabra. ¿Podrían mantener este equilibrio? ¿Podrían siempre encarar tan fácilmente los problemas de frente?
Renato sabía que era obsesivo.
Sabía que lo pensaba todo excesivamente, con un giro negativo, por supuesto. Sabía que quería hacerlo lo mejor posible para sus hijos y para Gabriel, y para las personas que dependían de él en la comisaría. Había expectativa sobre él como Subcomisario. Y también estaba el tema de la visibilidad.
Para un hombre que siempre se resistió a las etiquetas, el papel contenía un peso que iba más allá de la opinión pública.
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Para Navidad, fueron al Caribe. Decidieron esperar un poco más para aceptar la invitación de Ana. No es como si tuvieran la soltura económica para realizar semejante viaje, si no todo se debió gracias al bolsillo sin fondo de Agustín y Angela Casanova, una casa solitaria con necesidad de ocupantes, y una necesidad de días cálidos en la playa. Seis gloriosos días.
Gabriel nunca había sido tan feliz.
Nada parecía hacer desaparecer su buen humor, excepto cuando Renato desapareció de la diversión de la familia para atender tres llamadas telefónicas durante el viaje cuando la madre de su difunta esposa se quejó de la decisión.
Un accidente cerebrovascular se había cobrado a su exsuegro; Gabriel no fue al entierro porque no fue invitado, muy deliberadamente excluido cuando Eva llamó a Renato con la información sobre los arreglos. Nadie se sentía como para ser un desconsiderado durante un funeral, y tampoco Renato ni Gabriel les harían eso a los niños. Al final, Renato fue para apoyar a sus hijos y a su excuñada, Camila, cuyo novio no había sido invitado tampoco.
Gabriel y Marcos bebían en un bar cercano mientras sus seres queridos enterraban a Aníbal Cabo: alcohólico, racista, homofóbico, y en general un ser humano infeliz, que de alguna manera había traído al mundo dos hijas muy hermosas.
—¿Deberíamos brindar por él? —había preguntado Marcos, sentado en el taburete junto a Gabriel—. ¿No es algo así como una tradición?
Gabriel dio un sorbo a su trago, encogiéndose de hombros mientras miraba su reflejo en el espejo de la pared detrás de la barra. Todo estaba tranquilo; la mayoría de la gente en este barrio típico clasista todavía estaba trabajando un martes a las cuatro de la tarde, así que tenían el lugar para ellos solos.
—Si esta fuera mi familia, habríamos sido invitados, luego ignorados e insultados.
Los ojos de Marcos se agrandaron detrás de sus gafas, y Gabriel se rio.
—¿Supongo que así serían tus parientes?
—No, no. Exagero. Solo un silencio pasivo-agresivo, tal vez.
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#3 Q&D Quallicchio [Adaptación]
RomanceLa historia de Renato y Gabriel continúa en Querer&Dicha, sorteando obstáculos como la aceptación de una de las hijas de Renato, así como también a los problemas propios de la rutina. 3era parte de la Saga 1-F&F Quallicchio [Adaptación] https://my...