~Segunda Parte~ Capítulo 6

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Cuando la cerveza se acabó y los mosquitos llegaron a ser demasiados, Gabriel y Juan se dirigieron de nuevo al patio. Encontraron a Minerva y Tomás acurrucados en una reposera bajo una manta, ambos con el pelo mojado y nariz con nariz. Agustin se sentaba al otro lado de la fogata, Angela estaba en su regazo.

—Julián y Renato están dentro —dijo Angela, continuando con un bostezo.

Juan hizo un movimiento hacia la casa y luego se detuvo. Y luego se sentó en el extremo de una reposera disponible.

Gabriel solo sonrió, haciendo temblar los envases vacíos en su mano.

—Voy a ser un buen ciudadano y reciclar. Vuelvo enseguida. — subió las escaleras hasta la puerta corrediza de cristal.

Encontró a Renato y Julián en los sillones, hablando en voz baja. Los ojos de Julián estaban rojos y la expresión de Renato simpática; Gabriel sintió una oleada de afecto por su novio mientras se entretenía en la cocina. Los materiales reciclables, conseguir una taza de café. Unos minutos más tarde, oyó pasos en la escalera y se volvió para espiar a su novio en el sillón.

Con un suspiro, se unió a Renato.

—Hola —murmuró Renato mientras Gabriel se deslizó en el sillón junto a él.

Encajaron juntos, curvando sus cuerpos para adaptarse. Renato tomó la taza de Gabriel, acunando la calidez en sus manos.

—¿Todo bien? —Gabriel le dio un beso en la mejilla.

—Julián está bastante desgarrado sobre algunas cosas.

—También Juan. —Movió la taza de un lado a otro, compartiendo la fuerte mezcla aromática, sumergiéndose en la comodidad mutua.

Gabriel echó la cabeza hacia atrás, mirando hacia las lentas revoluciones del ventilador del techo.

—¿Puedo decir algo egoísta? Es agradable no ser de las personas que se encuentran en crisis —murmuró.

Renato farfulló una risa.

***

No se molestaron en volver a salir al exterior. Renato finalmente se cansó del sillón y se puso de pie, tomando la mano de Gabriel. Tiró de él hacia arriba, escuchando la interminable letanía de quejarse sobre la edad y lo viejo que estaba.

—Lamento escuchar que estas viejo para hacer algo más esta noche —suspiró Renato—. Necesito una ducha.

Detrás de él, Gabriel se rio maliciosamente.

Renato tenía que admitir, la ducha gigante era absolutamente magnífica.

Los azules azulejos de cristal marino, eran más de una habitación que de un compartimento de ducha. Una multitud de chorros pulverizaban agua en cada dirección, particularmente útil cuando estaba de rodillas, chupando la pija de Gabriel como si tuviera un límite de tiempo. Recorrió sus manos sobre el cuerpo musculoso de Gabriel, provocando el interior de sus muslos, frotando su la las marcas en V de la pelvis antes de deslizarse hacia atrás. Sentía los temblores de Gabriel y ahuecó sus mejillas mientras jugaba con un dedo en el trasero.

Hubo un tiempo...

Bueno, Renato no habría caído en la cuenta, le habría aterrorizado, pero estaba tan contento de haber superado eso porque se sentía increíble tener este tipo de poder sobre Gabriel, aún de rodillas, y él entendía que ahora, entendía que no iba a renunciar a nada.

Gabriel empezó a coger su boca, las manos firmemente contra su cráneo mientras Renato ponía en marcha todos los trucos que tenía para hacer que acabara.

El torrente de semen amargo contra la parte posterior de su garganta hizo que Renato palpitara con su propia necesidad. Chupó hasta que Gabriel se apartó, y luego simplemente le sonrió.

***

En la cama, —las húmedas toallas fueron arrojadas al cesto y los cuerpos estaban fríos de la ducha y el aire acondicionado— Renato se aferró a las sábanas mientras Gabriel lamía y chupaba la punta de su pene, superficial y provocadoramente, mientras lo sujetaba. Por ahora conocían las formas muy específicas y personales de masturbarse el uno al otro, sabían cómo retorcer dos dedos o usar sus dientes o ser violento hasta el punto de que los moratones dejaran a Renato caliente durante días.

—Ah mierda—susurró Renato, temblando cuando Gabriel lo volcó sobre su estómago. Medio duro, Gabriel se frotó contra el culo de Renato, acercándose para agarrar su pene. Renato se relajó y dejó que Gabriel hiciera todo: la excitación, los golpes agudos, la quemadura de los dientes en la nuca de Renato. Tartamudeó y se quedó sin aliento, persiguiendo el orgasmo hasta el último segundo, cuando todo se juntó en un torrente caliente.

***

—Vamos a vivir en la playa —susurró Gabriel cuando se limpiaron y se metieron debajo de una pila de mantas ligeras. Renato yacía boca abajo, contento al sentir a Gabriel acariciando su espalda, su voz en el oído de Renato.

—¿Vamos a vivir en la playa?

Gabriel resopló en su hombro.

—Algún día. Vos y yo, rodeados de agua. Cuando los chicos crezcan.

Renato suspiró, bien cogido y feliz, y, le gustaría poder recordar sentirse así cuando el resto del mundo corra frenéticamente en sus rutinas.

#3 Q&D Quallicchio [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora