~Segunda Parte~ Capítulo 5

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Juan se sentó en la playa, observando las últimas capas de brillante anaranjado de la puesta de sol hundirse en el océano. La brisa que venía del agua le dio un bocado, y deseó haberse acordado de llevar una campera.

Podía volver a la casa para conseguir una, pero Juan prefería evitar a Julián y hacer frente a esta oleada de preguntas que le perseguían estando solo el tiempo que pudiera.

Acunó su cerveza, con los pies hundidos en la áspera arena, los pensamientos se arremolinaban en la cabeza hasta que el lío se parecía a un enjambre de abejas furiosas y comenzaban a causar verdadero dolor. Cuando escuchó que alguien se acercaba, sabía exactamente quién era.

—Capo.

—Capo—dijo Juan, sin siquiera molestarse en darse la vuelta. Decime que trajiste cerveza.

Gabriel se sentó junto a él, llevando dos mantas y un paquete de seis de algunas cervezas que Agustín había encontrado en la zona.

Eso bastaría.

Juan envolvió la manta sobre los hombros, esperó a que Gabriel se pusiera a su lado. Se sentaron en silencio durante unos minutos, bebiendo la cerveza mientras la noche se tragaba la última parte de la luz del día.

—¿Estás bien? —murmuró Gabriel cuando Juan suspiró y dejó que su cuerpo golpeara en los hombros de su amigo, un peso que hundió su corazón hasta el estómago. No quería asumir esta carga solo. Simplemente quería quitárselo de la cabeza.

Tal vez ayudara.

—Estoy celoso de una bebé. Y de la carrera de Julián —dijo finalmente, la verdad lastimando su garganta.

—Bueno —dijo Gabriel, tranquilo entonces, como si estuviera pensando en una respuesta—. Eso no parece ser el fin del mundo.

Juan frunció el ceño.

—No dije que lo fuera.

—Y sin embargo, acá estás sentado, mirando el océano y haciendo que mi novio se sienta mal por vos. Podría estar garchando en este momento, en las sábanas de lujo en una cama de lujo, pero en lugar de eso estoy acá, asegurándome de que estás bien. —Las palabras eran agudas pero el tono era suave, amable, y Juan se rio irónico y cansado.

—Estoy bien. —Juan se detuvo—. Solo un poco inestable en este momento.

—¿Tenías un plan? Como… que harías después de descansar, luego de tu renuncia a la policía.

—No, la verdad. Solo alejarme de la vida por un tiempo. —Juan removió un poco de arena.

Mantener la amistad con un examante no era su estilo, sobre todo cuando surgió de una aventura de una noche entre dos personas emocionalmente comprometidas, una que tenía menos que ver con el sexo que con una desesperada necesidad de intimidad. Cuando dejó que su mirada se posara sobre Gabriel, no estaba recordando el sexo. Estaba recordando lo vulnerable que se había sentido en el momento de estar juntos.

Siempre habría algo entre ellos, algo tierno y cariñoso, y Juan sabía que lo que estaba guardando contra su pecho en este momento era algo que podía compartir con su amigo.

—Él... él quiere niños —murmuró Juan, con un tirón en su aliento puntualizando la palabra. Gabriel gruñó a su lado, y Juan sabía que todo el mundo podía verlo, que era como publicidad aérea que había detrás de ellos.

—Sí —dijo Gabriel suavemente—. Creo que puede que tengas razón.

—Nunca... —Juan trató de ponerlo en palabras. Su fría educación impersonal. Su relación desastrosa con su padre y hermano. Sus sentimientos, durante tanto tiempo, de no creer que fuera a encontrar alguien a quien amar, alguien con quien compartir su vida. Los niños no eran un factor en su pensamiento en absoluto. Tampoco lo era el enamorarse de alguien.

#3 Q&D Quallicchio [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora