Cuarto deseo no cumplido

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4. Ganar los campeonatos de baloncesto.

Ari hizo una canasta desde la línea de tiros libres, escuchando el ligero zumbido cuando cayó impecable a través del aro. El patio estaba callado y vacío, el silencio casi se sentía extraño. Y logró distinguir una presencia detrás de él pero no hizo ningún movimiento para ver quién era. En su lugar, solo tomó otra pelota de baloncesto del estante junto a él y la rebotó entre sus piernas ágilmente.

―Todavía estás aquí―murmuró la persona detrás de él. No necesitaba voltearse para ver quién era, ya lo sabía. Aún así, no estaba de humor para hablar. Tomó la pelota de baloncesto que tenía en las manos e hizo el tiro. Encestó.

Temo se quedó en silencio detrás de él mientras recogía otra pelota de baloncesto del estante. Disparó. Encestó. Y otro. Disparó. Encestó.

―¡Acabas de hacer 4 tiros libres seguidos! ¡Eso fue increíble!―exclamó el chico con emoción, rompiendo el silencio. Un suspiro escapó de Ari.

―Y aún así no pude anotar cuando realmente contaba.

Fue un partido tan cerrado. La puntuación final fue sólo un punto de distancia en el margen. Ari había tomado el tiro final, el tiro potencialmente ganador del juego y falló. Perdieron el campeonato. Sus padres se habían visto tan decepcionados. Estaba seguro de que su padre lo despedazaría tan pronto como llegara a casa. Estaba atrapado en sus pensamientos que se olvidó del menor por unos largos momentos y se movió al espacio delante de él.

―No fue tu culpa que hayan perdido―dijo con sinceridad, poniendo una mano en su hombro. Aristóteles negó con la cabeza.

―Sí, lo fue. Si tan sólo no hubiese provocado a Zac y su bola de imbéciles, no te habrían puesto en la banca...―se lamentó Ari, encogiéndose de hombros. Sentía que no merecía la compasión de su amigo, y no quería su compasión― Habría sido diferente. Juego mejor contigo a mi lado.

―Fue sólo una derrota después de una temporada increíble.

―Nos costó el torneo, Temo.

―¿Y qué? eres solo un estudiante que inicia el tercer año, Ari. Habrá muchos otros torneos―razonó.

―Supongo que tienes razón.

―Además, aún eres el máximo anotador del equipo―agregó Temo, con una sonrisa enorme.

Ari se lo pensó en eso por un momento:―Pienso que tú eres mejor.

―Oh, cállate. Sólo no apesto jugando―el moreno se rió, tan abiertamente que el corazón de Ari se derritió. Pronto, la risa se fue apagando, dejando una sonrisa aún mejor― Y, ese explorador de la universidad de la Ciudad de México parecía muy interesado en ti...

La sonrisa de Temo era contagiosa. Y él tenía razón sobre todas esas cosas. Ari intentó no sonreír, pero no pudo evitarlo. Se giró para que el más bajo no pudiera ver su cara.

―Deja de tratar de hacerme sentir mejor.

―¿Por qué?―Temo preguntó a sabiendas―¿Será que está funcionando?

―No― dijo Ari, sin saber mentirle al chico que tanto le hacía sentir bien. Agarró otra bola del estante y la botó varias veces.

Entonces Temo se rió ligeramente.

―Estás mintiendo~

Ari ni siquiera respondió, sabiendo que estaba derrotado. Realmente se sintió mejor. Por otra parte, no se sorprendió. Temo siempre tenía ese tipo de efecto sobre él. Como si pudiera hacer volar su corazón con solo una mirada. Con un corazón más ligero y una mejor actitud, sostuvo la pelota en sus manos, preparándose para hacer otro tiro. Antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, el moreno le quitó el balón de las manos.

La lista de deseos de Aristóteles Córcega; aristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora