Capítulo 3

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Blah, blah, blah... eso es lo que escucho salir de la boca de mi nuevo psicólogo. Me dedico a observar el consultorio que es poco colorido, solo tiene las paredes grises, unos sofás negros, una mesa de vidrio, un armario de madera oscura y un escritorio, con unos cuadros con dibujos en blanco y negro en la pared. Me parece horrible lo oscuro que es, ya que a la mayoría de los que he ido son coloridos y con tonos vivos, de hecho el que sea tan aburrido y opaco hace que me den más ganas de irme a mi casa ya mismo.

-¿Entonces?- la voz del hombre me saca de mis pensamientos.
-¿Si?- pregunto confundida.
-Te estaba preguntando si te parece que las citas sean los lunes y jueves- aclara un poco frustrado.
-Si si, como quieras- respondo indiferente.

El hombre bufa y se voltea hacia mi madre.

-¿Cariño puedes esperar afuera?- pregunta mi madre con una falsa sonrisa... se nota que está estresada de mi que no entiendo para que actúa, es decir, se que de verdad me ama, pero también se que está cansada de todo esto y que desearía que todo fuese diferente, que todos fuesemos felices.

Me levanto del sofá y salgo sin decir ni una palabra. Veo a los lados y me siento en una de las sillas de la vacía sala de espera. Mientras que mi madre habla con el psicólogo decido ver las caras de cada una de las personas que esperan en la sala y pensar en como serán sus vidas.

Niño pequeño de unos 7 u 8 años, con cabello rizado y cara de brabucón, su madre luce estresada, imagino que tendrá problemas de ira o es uno de esos niños que, como a mi, le cuesta integrarse al resto.

Chica de apróximadamente 25 años, se ve jóven pero a la vez cansada y triste, por como se muerde las uñas deduzco que tiene problemas de ansiedad o depresión.

Chico como de mi edad, 17 años... esperen, ¡ese es Nathe!... mierda, ¿qué hago? No quiero que hayan personas de mi instituto que sepan que vengo al psicólogo, me gusta mantenerlo oculto, ya de por si me ven bastante rara allí.

En un ágil movimiento tomo una de las revistas que están en la mesa de centro, la abro y hago como si la estuviera leyendo mientras cubro toda mi cara. Creo que así no me verá, y cuando mi madre llegue po...

-¿Megan?- escucho su voz y siento la desesperación apoderándose de mi.
-Maldición- susurro muy por lo bajo- Nathe, que sorpresa- me hago la sorprendida.
-Em... tu revista está al revez- sonríe divertido y mis mejillas toman un color rojo tomate mientras siento como todo mi cuerpo es invadido por un sentimiento de verguenza.
-Oh... ¿Qué haces aquí?- intento ignorar el muy vergonzoso momento.
-Pues mi hermana viene al psicólogo...- dice un poco incómodo.
-Ah ya, genial- respondo y me doy cuenta del estúpido comentario- osea no es genial que tu hermana venga al psicólogo... es genial que estés aquí... es decir, no por que sea genial que estés aquí si no por que es genial que tu hermana se vaya a recuperar... si, eso- idiota.
-Claro... yo debo irme Megan, pero fue bueno verte- se aleja de mi y yo tiro la revista en la mesa.

Sin duda alguna no me pude ver más idiota.

-Hija ya nos vamos- aparece mi madre.
-Bien.

Me levanto sin ánimos y camimo hacia el carro junto a mi madre en silencio.

-¿Y bien?- pregunto al subir al auto.
-¿Qué?
-¿Qué te dijeron esta vez?
-Nada cariño, solo que debes venir a tus citas sin falta y que él sabrá ayudarte.

Detesto que mi madre me mienta, odio que piense que soy tan estúpida como para no darme cuenta de que no me está diciendo la verdad. Siempre me dice lo mismo, cuando ella bien sabe que hablaron de algo más, pero como no quiero pelear prefiero simplemente ignorarla y permanecer callada durante todo el camino a casa.

Al llegar voy recto a mi habitación, ni siquiera me paro a saludar a mi padre que ya llegó del trabajo, me coloco la pijama y me acuesto en mi cama boca arriba a solo ver el techo y pensar acerca de la vida.

-No Hanz, tenemos que seguir buscando psicólogos- escucho la voz de mi madre en la sala.

Me levanto silenciosamente y me siento en el pasillo detrás de una pared para escuchar de que hablan pero sin que mis padres me vean.

-Cassandra tenemos años en esto, y ella no colabora, no podemos seguir perdiendo el dinero en psicólogos si ella no se deja ayudar- responde mi padre.
-¿Y qué sugieres que haga? ¿Dejo a mi hija con un problema mental por siempre?- dice mi madre empezando a llorar.
-Si ella no colabora tendremos que buscar otras opciones, a lo mejor nosotros le estamos haciendo más daño con todo esto de los psicólogos...
-¿Cómo que?
-No lo se Cassandra, no tengo ni idea de que podemos hacer- mi padre se altera pero mantiene la voz baja para que yo no escuche.

Mi madre suspira molesta y se va a su habitación sin decir nada, yo rápidamente entro a la mía para que no me vea.

Me acuesto en mi cama nuevamente y abrazo mi almohada... mi vida es un desastre.

Desde que todo esto empezó, las visitas a los psicólogos, mis padres comenzaron a pelear seguidamente, generalmente por el estrés que les causo y por que mamá quiere seguir buscándome ayuda mientras papá sugiere buscar otras maneras. Estoy en un punto en el que ya de verdad no se que hacer, por que estoy afectando la relación de mis padres, y si ellos llegaran divorciarse por mi culpa no lo soportaría...

Más allá de la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora