III. See you, big girl

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Ramona definitivamente era la peor persona que Kim pudo elegir para hablarle sobre su situación con Gideon y como se sentía respecto a su descubrimiento. Pero definitivamente la había puesto a pensar.

Entonces... ¿Aún después de tantas cosas que habían sucedido, seguía pensando en acabar con Scott y recuperar a Ramona?

La inseguridad y la vulnerabilidad hicieron presa de la joven pelirroja como pocas veces en su vida.

Se sentía abatida, completamente destruida, como si hubiera perdido todo misterio y privacidad para el joven genio musical a quien era incapaz ahora de confesar sus sentimientos.

Y después de todo ¿Para qué? Si podía escudriñar en su mente, Gideon ya conocía sus sentimientos y por ello, al confesarle aquello, se sobreentendía que con todo y eso, ella no era tan importante para él como había pensado.

No... Después de su última aventura en Quebec, Kim se resistía a creer que Gideon hubiera comenzado una nueva racha de villanías por el simple gusto de fastidiar.

Cuando regresó al departamento de Gideon, este la esperaba con la cena. En la terraza del departamento inmenso con una impresionante vista de Toronto, Gideon había decorado todo con pequeñas luces que aparentaban la luz de las luciérnagas.

La mesa de madera tenía un camino de mesa de lino negro y sobre este descansaba un florero con rosas rojas, una botella de vino dentro de una cubeta con hielo, y la disposición para una cena para dos

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La mesa de madera tenía un camino de mesa de lino negro y sobre este descansaba un florero con rosas rojas, una botella de vino dentro de una cubeta con hielo, y la disposición para una cena para dos. Muy elegante para mí, pensó Kim, pero tumbó su mochila por un lado, y se acercó.

Cuando observó a Gideon y un golpe de la colonia fresca de limón y madera que usaba, golpeó la nariz de la chica, ésta pensó que se veía realmente apuesto.

Regularmente, Gideon vestía trajes de carísima confección. Era un hecho innegable que le encantaba la extravagancia y gastaba en demasía en costosos Dolce & Gabbana de exóticos colores azul rey y vino; Kim había visto no menos de diez trajes blancos Dior en el armario; parecían sus favoritos en aspecto y color, porque era un blanco totalmente impoluto que no había visto en ningún otro textil. Pero esa noche, Gideon se había hecho de un traje negro, traje que le sentaba a la perfección. Debajo, relucía una camisa de color carmín, Yves Saint Laurent, a juzgar por el pin que llevaba en la solapa del saco. Se delató sobre la ropa nueva porque Kim detectó de inmediato el sonido sobre la duela de unos zapatos nuevos. Las suelas rojas, de estilo bostoniano.

Loboutin.

El maldito tenía cientos de zapatos de esa marca, todos muy parecidos, que de no ser tan observadora, le habrían parecido un desperdicio por ser todos "iguales".

Parecía que estaba esperando a la Reina de Inglaterra.

Una vez más, la inseguridad empequeñecía aún más a la joven de escasa estatura, complexión media y cabello alborotado y rojizo. Cuando Gideon la miró a los ojos y fue acercándose a ella, en tanto esta permanecía observando en el dintel de la puerta que daba a la terraza, absorta, se dio cuenta que su expresión era absolutamente evidente.

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